José Leonardo Rincón, S. J.*
Hay
que reconocerlo con toda honestidad: fui del grupo de personas que creyeron que
después de la pandemia las cosas iban a ser distintas, que serían mejores. Afectados
globalmente por el letal virus que acabó con cientos de miles de personas,
sobrevivir, definitivamente, no era otra cosa que una segunda oportunidad que
nos daba la vida para ser mejores seres humanos. ¡Me equivoqué!
Yo
sí pensé que las generalizadas protestas en las principales ciudades del mundo y
que manifestaban su real y total desencanto del sistema capitalista neoliberal iban
a dejar pensando a magnates y poderosos sobre la necesidad de ser más justos y
equitativos.
Yo
sí creí que, por estos lares, después de un mes largo de marchas y paros
ocasionados por una fallida reforma tributaria, promovida por el brillante
economista que no sabe cuánto vale un huevo y que salió del gobierno dando un
portazo, lo iban a dejar quietico y bien lejos, pero jamás imaginé que en
completa afrenta pública lo iban a reencauchar nombrándolo en la junta del Emisor,
rompiendo además la ley de cuotas femeninas en cargos públicos.
Después
de tan tamaño desgaste político por dilatar decisiones que debieron tomarse con
celeridad (retirar la reforma, afrontar abiertamente un diálogo nacional claro
y directo) con el reciente escándalo en la contratación pública del Min TIC,
soñé que no se repetiría la historia, pero me sorprendió la terquedad de querer
tapar el sol con un dedo, como si aquí no pasara nada. Y como que no va a pasar
nada, porque los que creyeron que tumbada la ministra lograron su objetivo, lo
que lograron es que el robo quede impune y nuevas cortinas de humo nos
distraigan, como generar indignación nacional porque a James no lo han llamado
a la selección, por ejemplo.
Tuve
la ilusión de que quienes iban al confesionario público de la Comisión de la
Verdad habían hecho examen de conciencia y estaban arrepentidos, pero más de
uno no solo se mostró indolente con el dolor infringido, sino que, además de no
contarlo todo, aprovecharon la palestra pública para montar un show y darse su
baño de popularidad, creyendo dar K.O. técnico con ganchos al hígado, pero
quedando en evidencia tanto sus verdades incompletas como sus mezquindades
personales.
Y
en medio del nuevo papayazo generado por las monedas que dejaron ver el cobre de
lo que no debe hacerse en materia de cultos personales, cuando el palo no está
pa cucharas, el congresista del partido de gobierno con dos acciones de
libertad de conciencia y espíritu, cuestionó duramente en su momento a la
ministra de marras y ahora lo hace con la presidenta de la Cámara por querer sepultar
el proyecto de ley que acorta el periodo de receso del legislativo y en vez de
ser felicitado por mostrar los valores que decía ostentar su partido, resulta
regañado por su jefe por faltarle al respeto a tan honorable señora, cuando a
todas luces el irrespeto es con la mayoría del pueblo colombiano que está mamado
de un Congreso ineficiente que le ha importado un comino luchar realmente
contra la corrupción y se ha negado a auto reformarse.
Y
para rematar, un niñito rico, borracho e irresponsable, mata seis personas
jóvenes y sus protectores jurídicos corren a auxiliarlo y protegerlo,
amenazando con dejar impune el asunto gracias a normas y leyes que las hay para
cada ocasión. Entre ingenuo e iluso, espero que se haga justicia. Amanecerá y
veremos.