martes, 4 de mayo de 2021

De cara al porvenir: bloque de búsqueda

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

En 1989 se estableció en Colombia una estrategia particular para atacar al Cartel de Medellín y posteriormente para capturar a Pablo Escobar, después de que este se fugara de la cárcel de máxima seguridad en Envigado.

Esta estrategia consistió en la conformación de un Equipo Élite de la Policía y el Ejército Nacional dedicada única y exclusivamente al logro de estos objetivos. A este Equipo Élite, a partir de 1992, se le denominó Bloque de Búsqueda, cuyos resultados operacionales se asocian al logro de los objetivos para los cuales fue creado.

A mediados del decenio pasado, se configuró la Operación Agamenón para enfrentar y desmantelar al denominado Clan del Golfo y a partir del 2020 se estableció la exitosa figura de Bloque de Búsqueda para dar con sus cabecillas.

Se ha demostrado que, con la necesaria voluntad política, con los recursos económicos y tecnológicos adecuados, y con perseverancia, estas estrategias han dado los resultados esperados.

La eficacia de esta estrategia radica en la definición de un objetivo, la definición de una estrategia, el aporte de los recursos necesarios y la voluntad de las partes para sacarla adelante.

Ante el cáncer creciente y la voracidad de la corrupción, ha faltado la voluntad política y la presión ciudadana para enfrentarla y erradicarla de una vez por todas.

Habrá que tomar medidas extremas y establecer condiciones de excepción para combatirla. Si hay que hablar de pena de muerte, pues hay que hablarlo. Si tenemos que configurar un Bloque de Búsqueda para ubicar, perseguir y castigar a los corruptos, pues hay que hacerlo. El ejemplo de Singapur es singular y extremo: en menos de 50 años salieron de la pobreza extrema y dieron el salto al mundo desarrollado y en ese período lograron no solo erradicar la corrupción, sino, además, crear una cultura de no corrupción entre la sociedad.

La voluntad de poder integra no solo el compromiso, sino la capacidad de actuar de manera efectiva. En Colombia nos ha faltado conciencia de la dimensión y las implicaciones del problema, la voluntad política de la sociedad y los gobernantes de turno y el compromiso de actuación para el logro del resultado esperado.

El no enfrentar este flagelo nos condena al subdesarrollo y nos convierte a todos en cómplices, activos o pasivos.

La erradicación de la corrupción debe convertirse para Colombia, en un objetivo nacional de primer orden. Esta lucha debe ser frontal y debe contar con la colaboración de todos los ciudadanos de bien y que caiga quien tenga que caer, y que pague el que tenga que pagar.

No podemos seguir siendo estrangulados y asfixiados como sociedad y como país por unos ladrones que hoy se pavonean burlándose de todos nosotros y de nuestro casi inexistente aparato de justicia.

Debemos fortalecer a nuestra justicia y debemos despolitizarla para que sean los más preparados, los más idóneos y los más probos quienes la organicen, la administren y la ejerzan.

¡Sin justicia no hay sociedad! Todos debemos aprender a querer y a respetar a la institución y a sus miembros y reivindicar el ejercicio sagrado y la función fundamental del señor juez. Y digo señor juez y no simplemente juez, pues este servidor es instrumento de la justicia y debe ser reconocido como pilar fundamental de la sociedad y baluarte de los principios democráticos.

Qué pereza una nueva campaña presidencial esta vez llena de precandidatos hablando babosadas y esquivando de manera irresponsable, miedosa y miope, el enfrentar los problemas que son. Propongo con toda la fuerza del espíritu que el tema central de la campaña sea la estrategia que cada uno de los aspirantes propone contra la corrupción, no en el sentido retórico de cómo se refieren al asunto, sino, de su compromiso abierto y a viva voz para acabar con este flagelo. Lo demás, a mí, personalmente, no me interesa.

Nota: es lamentable que se sepa con anterioridad que hay un altísimo porcentaje de certeza que habrá un rebrote después del día del paro, otro después del día del trabajo y otro después del día la madre, por la indisciplina social y la falta de respeto y solidaridad de los miembros de la sociedad. Como diría Echandía, “¡País de cafres!”.