José Leonardo Rincón, S. J.*
Ahora
entendí lo que es la viralidad. Un modesto artículo semanal, sin más pretensión
que comunicar a mis amigos lo que pienso, de pronto resulta acogido por una
multitud que se identifica con esas ideas. Tamaña responsabilidad en la actual
coyuntura, porque se trata de aportar y construir, ofrecer luces y generar
esperanza, cuando todo parece perdido, oscuro y sin futuro.
Una
crítica constructiva que recibí fue esta: “muy bueno, muy claro, hace
pensar, pero no propone nada”. Me sentí retado entonces no solo a criticar,
sino también a ofrecer pistas sobre cómo llegar al meollo de la crisis
estructural que vivimos, sin buscar chivos expiatorios y más bien siendo proactivos.
Estamos sobrediagnosticados y se requiere menos discursos y más gestión. Es el
cuarto de hora para el liderazgo auténtico. Me quejaba de la ausencia de
liderazgo y no es verdad que no haya. Líderes sí hay, sí existen. El problema
es que se quiere ser políticamente correcto y muchos son esclavos de mantener
su rating de popularidad, evitando posturas que los comprometan pues corren el
riesgo de quemarse. Por eso esta es la hora de los grandes retos para gente
noble y con grandeza de espíritu. Líderes que afronten los problemas, llamen
las cosas por su nombre y se sienten a dialogar sin agendas ocultas, con
trasparencia y con vocación de servir a la patria.
He
visto propuestas concretas para ir a ese meollo. Me ha gustado que la gente piense
y se exprese propositivamente. Hay puntos donde convergemos todos. Eso es importante
porque hay que dejar de lado los intereses egoístas y mezquinos. Me preocupa sí
que el tiempo corra y los diálogos no avancen. Protestas sí, bloqueos no. Reitero
mi rechazo al saqueo, el vandalismo y la violencia, pues es como escupir hacia
arriba. Hay que construir, no destruir.
Me
he detenido en el listado de temas que el Comité de Paro y los rectores de las
universidades más importantes del país han planteado. Comparto sus propuestas:
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Rescate ético: la vida es sagrada. Honestidad y transparencia como estrategia frontal
contra la corrupción en todas sus manifestaciones. Cumplir el mandato popular. Los
mejores líderes deben conducir y recuperar las instituciones.
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Estado de derecho: reformar el Congreso en cuanto a composición, tiempos y costos;
recuperar la credibilidad en la justicia impoluta y eficiente, que impida la impunidad.
No más asesinatos de líderes sociales, derecho a la divergencia y la protesta,
fuerza pública no represiva.
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Fortalecimiento de la democracia: equidad de género y respeto a la diversidad. Mayor
participación ciudadana: escuchar las voces de los estudiantes y cumplir los
compromisos pactados.
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Economía. Presupuesto que invierta en los temas neurálgicos: menos para defensa
y más para salud, educación, justicia. Sistema pensional razonable. Reforma tributaria
justa, Recorte en el gasto público.
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Acuerdos de paz: implementarlos, cumplirlos, no hacerlos trizas. Avanzar en
nuevos diálogos.
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Educación de calidad y para todos, con currículos integrales, gratuita o de
bajo costo para estratos 1 al 3. Mantener al menos por una década la inversión
sistemática en ella.
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Salud para todos, concebida como derecho, no como negocio.
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Ecología: cuidado de la casa común, del agua que necesitamos, de especies
animales en extinción y de evitar acciones destructivas como deforestación,
explotación minera indiscriminada y contaminación.
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Tema agrario: restitución de tierras, apoyo agrícola al campesino, precios
justos, incentivos que motiven invertir en el campo.
Si
el listado de problemas es enorme, otro tanto son las propuestas para darles
respuesta. Hay que hacerlo. No valen los paños de agua tibia, ni buscar ganarles
a los otros. Hay que ceder y conceder, pero nunca retroceder. Hay que pensar en
grande. La historia nos juzgará por haber hecho bien las cosas También en el
juicio final nos van a evaluar no tanto por lo que pensamos, sentimos, dijimos,
las buenas intenciones que tuvimos. Lo que cuenta fue lo que hicimos. Es
nuestra hora.