viernes, 2 de abril de 2021

Lecciones de Viernes Santo

Por José Leonardo Rincón,  S. J.*

Pascua significa paso, una irreversible acción que se tiene que dar. No puede haber domingo de resurrección sin viernes santo. No puede haber vida sin muerte, gracia sin pecado, mañana sin noche, luz sin oscuridad. Es una realidad ineludible. El asunto es aprender de las lecciones que tan existencial coyuntura nos deja para la vida. 

Y la vida no es fácil, ¿quién dijo que todo era color de rosa, que todo iba sobre ruedas, dulce, tierno y romántico?  No. La vida  es lucha, es reto, es desafío, es crisis, son problemas. Quisiéramos quizás que las cosas fueran más fáciles y menos duras, pero paradójicamente la realidad de la vida es esa y eso precisamente es lo que le da color y sabor a la existencia y lo que le ayuda a dar sentido. Si esto ya fuera el paraíso, perdón por la franqueza, creo que la cosa sería monótona, tediosa y aburridora. 

 

Si eso hacen con el leño verde, qué no harán con el seco, advirtió Jesús en alguna ocasión. Conocedor como fue de la psicología humana, su sensatez y crudo realismo nos dejan ya esa gran lección. Pero hay más: ¡cuidado con las masas!  De un momento a otro pueden transformarse: el domingo de ramos vitorean, aplauden, echan flores y quieren proclamarte su rey, pero a los pocos días, esos mismos te insultan, te escupen y reclaman tu crucifixión. Sí, así de volubles, así de veletas, así de manipulables. 

 

Muchos de tu equipo, que jurabas te eran fieles y leales, es más, que te lo juraban para hacerte sentir seguro y tranquilo, pueden fallarte, pueden negarte, venderte y traicionarte. Amigos de palabra, muchos, pero pocos que en realidad te acompañan en las buenas y en las malas y están contigo hasta el final. Jesús experimentó la tragedia de la soledad y el abandono, incluso de su mismo Padre. 

 

Cuando menos pienses y de quien menos esperes, surgirán cirineos que te ayuden con tu cruz, mujeres solidarias que salgan a tu encuentro, centuriones que crean en ti, desconocidos que en plena crucifixión te reconozcan, nicodemos que te unjan y arimateas que pongan la cara por ti. 

 

Los poderes, de cualquier clase: civiles, políticos, religiosos, resultan siempre decepcionantes. Para conservar su rating de popularidad proceden erróneamente y eluden sus responsabilidades, se tiran unos a otros las tareas que le corresponden, cuidan su imagen para no perder el pedestal alcanzado, juzgan mal a sabiendas que condenan inocentes, baten cola ante poderes superiores para no perder puntajes, se lavan las manos para no aceptar sus equivocaciones, temen al pueblo y saben cómo manipularlo. 

 

Y finalmente, junto a la cruz, solo unos pocos. Tu madre quien como cualquier mujer que haga honor a este nombre, nunca falla, siempre está ahí, váyate bien, váyate mal, fracases o triunfes. Y tus amigos, dos o tres, no muchos, movidos por el auténtico valor de la amistad, desinteresados y sin esperar nada a cambio. No lo olvides: la verdad triunfará. ¡Resucitarás y tendrás vida para siempre!