Y la vida no es fácil, ¿quién dijo que todo era color de rosa, que todo iba sobre ruedas, dulce, tierno y romántico? No. La vida es lucha, es reto, es desafío, es crisis, son problemas. Quisiéramos quizás que las cosas fueran más fáciles y menos duras, pero paradójicamente la realidad de la vida es esa y eso precisamente es lo que le da color y sabor a la existencia y lo que le ayuda a dar sentido. Si esto ya fuera el paraíso, perdón por la franqueza, creo que la cosa sería monótona, tediosa y aburridora.
Si eso hacen con el leño verde, qué no harán con el seco, advirtió Jesús en alguna ocasión. Conocedor como fue de la psicología humana, su sensatez y crudo realismo nos dejan ya esa gran lección. Pero hay más: ¡cuidado con las masas! De un momento a otro pueden transformarse: el domingo de ramos vitorean, aplauden, echan flores y quieren proclamarte su rey, pero a los pocos días, esos mismos te insultan, te escupen y reclaman tu crucifixión. Sí, así de volubles, así de veletas, así de manipulables.
Muchos de tu equipo, que jurabas te eran fieles y leales, es más, que te lo juraban para hacerte sentir seguro y tranquilo, pueden fallarte, pueden negarte, venderte y traicionarte. Amigos de palabra, muchos, pero pocos que en realidad te acompañan en las buenas y en las malas y están contigo hasta el final. Jesús experimentó la tragedia de la soledad y el abandono, incluso de su mismo Padre.
Cuando menos pienses y de quien menos esperes, surgirán cirineos que te ayuden con tu cruz, mujeres solidarias que salgan a tu encuentro, centuriones que crean en ti, desconocidos que en plena crucifixión te reconozcan, nicodemos que te unjan y arimateas que pongan la cara por ti.
Los poderes, de cualquier clase: civiles, políticos, religiosos, resultan siempre decepcionantes. Para conservar su rating de popularidad proceden erróneamente y eluden sus responsabilidades, se tiran unos a otros las tareas que le corresponden, cuidan su imagen para no perder el pedestal alcanzado, juzgan mal a sabiendas que condenan inocentes, baten cola ante poderes superiores para no perder puntajes, se lavan las manos para no aceptar sus equivocaciones, temen al pueblo y saben cómo manipularlo.
Y finalmente, junto a la cruz, solo unos pocos. Tu madre quien como cualquier mujer que haga honor a este nombre, nunca falla, siempre está ahí, váyate bien, váyate mal, fracases o triunfes. Y tus amigos, dos o tres, no muchos, movidos por el auténtico valor de la amistad, desinteresados y sin esperar nada a cambio. No lo olvides: la verdad triunfará. ¡Resucitarás y tendrás vida para siempre!