Por Pedro Juan González Carvajal*
En fecha
reciente, salió un informe acerca de la situación que se vive sobre uno de los
puentes recientemente construidos sobre el Río Magdalena, exactamente el que
permite la conexión Yati – Bodegas, en pleno centro de La Mojana, entre Mompox
y Magangué, que une la Troncal de Occidente con la Ruta del Sol. Pues resulta
que el puente fue construido sin tener en cuenta la distancia que se debe dejar
entre los pilotes para poder permitir el paso de las cadenas de planchones que
surcan el Magdalena transportando mercancías.
Sin esta
distancia, los convoyes no pueden maniobrar y habrá que partirlos en varios
convoyes más pequeños, violentando los principios logísticos más elementales y
obviamente aumentando los costos, aporreando directamente la competitividad.
¿Quién dijo ingeniería? ¿Quién habló de interventoría? ¿Quién habló de
veedurías? ¿Quién otorgó los permisos y las licencias? ¿Quién recibió la obra? ¿Dónde
están los organismos de control?
Pero este
adefesio no es el único caso. Recordemos el puente que hubo que dinamitar casi terminado
porque no ofrecía garantías, o el otro que quedó arrugado como un acordeón y
así se recibió, o la estación de Metroplús a donde no tienen acceso los buses
por no respetar la pendiente necesaria, y así sucesivamente.
Nos
venden la idea de “casos aislados” para justificar las equivocaciones en la
mayoría de los temas, a sabiendas que ya no son aislados sino parte de la
cotidianidad, y a pesar de esto, así nos resignamos y así nos irrespetan.
Son
ejemplos de desorden, despilfarro e irresponsabilidad como estos, los que lo
hacen pensar a uno como ciudadano cumplido en el pago de impuestos, que con
estas situaciones y el nivel de corrupción no enfrentado por ningún gobierno
-con lo cual se hacen cómplices- que a uno no le provoca cumplir con este deber
ciudadano. ¡No hay derecho! A todos los involucrados les deberían quitar de
manera definitiva su tarjeta profesional e impedir que ejerzan los próximos
trescientos años.
Pasando a
otro tema, no se sabe si reír o llorar ante la forma que reaccionamos por la
llegada del primer pequeño lote de vacunas contra el COVID-19.
Altos
funcionarios públicos de todos los niveles presentándose como los supermanes
del momento, a quienes hay que agradecerles por su denodada gestión, lo cual
hay que recordar, es simplemente el cumplimiento básico de sus más elementales
deberes.
Pero la
ciudadanía no se queda atrás. Se trataba de un recibimiento semejante al que le
hemos dado a deportistas, reinas de belleza o a la Selección Colombia de Fútbol
cuando eventualmente se logra un triunfo de gran importancia o de relativa
significación.
Caravanas
de carros y ciudadanos alrededor de un carro que lleva un pequeño refrigerador,
secundados por autoridades que protegen el valioso cargamento.
¡Ya no da
ni pena ajena! Eso es lo que somos y así reaccionamos y nos comportamos. Con
razón las clases dirigentes de las distintas épocas han podido manejar este
país como lo han manejado y han obtenido los resultados que hoy se nos
presentan como realidad… y no pasa nada.
En este
país del Sagrado Corazón es necesario recordar que es preferible gastar zapatos
que calzones.
NOTA: no sé cómo explicará el gobierno la autorización para la
importación de papa, cuando nuestros campesinos están ahogados en medio de una
sobreproducción interna y una demanda afectada por la crisis económica originada
por la pandemia.