lunes, 28 de diciembre de 2020

Fallos absurdos

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.*

Es ya habitual que en nuestros artículos en El Pensamiento al Aire, los otros columnistas y yo mismo, nos refiramos a las graves falencias que hoy tiene la justicia en nuestra patria, desde la politización de la misma, hasta la incongruencia de sus fallos que llevan a afirmar que hoy no prima ni la norma escrita, ni la jurisprudencia, sino que nos encontramos ante una propia justicia de los jueces que no fallan de acuerdo con la tradición jurídica, sino con base en su propia opinión, y en muchas ocasiones contrarias a los propios códigos, lo cual hace que se pierda credibilidad en la justicia, porque no hay coherencia en los fallos y surgen dudas sobre la idoneidad de los jueces, sin desconocer que la mayoría cumple adecuadamente con su trabajo.

Vemos como en el caso de la propia Corte Suprema de Justicia, hemos visto aterrados la compra de los propios magistrados quienes por dinero posponen fallos, absuelven, archivan procesos contra congresistas, dejando al garete la verdadera aplicación de justicia, y si allí en las altas cortes no encontramos idoneidad, de ahí para abajo la situación no cambia, posiblemente sea más grave.

Si seguimos ahondando podemos analizar el caso de la tutela, mecanismo creado en la Constitución del 91, que pretendía atender casos especiales que afectaran de manera grave los derechos del tutelante y que la justicia ordinaria no podría definir en poco tiempo. Por ello, se consideró el mejor avance de la justicia, pero, como suele ocurrir, se convirtió en una posibilidad rápida para solucionar problemas y no solo aquellos para los cuales fue creada, sino para todo tipo de decisiones lo cual llevó a que la justicia y los jueces se dediquen a fallar tutelas por la inmediatez de los términos desplazando los procesos ordinarios y por ende demorando aún más el desarrollo procesal. Es necesario que el Congreso de la República estudie este asunto a fondo y le dé una revisión a la tutela, para que vuelva a su cauce.

Conocí un fallo que para mí desborda mi imaginación y la de la mayoría de las personas, frente al cual cualquier escritor del mundo, por más ingenioso que sea, no se le ocurriría ni pensarlo, porque es demasiado absurdo e ilógico, contrario a derecho. Hace referencia a la condena al club El Nogal, que debe indemnizar a una de las víctimas del atentado propiciado por las FARC, en el cual fallecieron muchos inocentes y quedaron heridos y con secuelas físicas y emocionales otros muchos.

No puede ser que resulte con ese fallo, que quien resulte responsable del mismo es el que sufrió el ataque. Parecen los pájaros tirándole a la escopeta, a quién le cabe en la cabeza que en un conflicto que sufríamos en esa época, además de la vigilancia y cuidado razonable que se tenían en las instalaciones, tenían que prever que los terroristas planearan y ejecutaran un acto criminal de la magnitud del que cometieron, seleccionando con precisión el punto vulnerable. La respuesta es nadie. Es increíble que un juez de la República, contrario a la realidad de los hechos, profiera un fallo condenatorio ordenando al club El Nogal pagar una alta suma a una de las víctimas del atentado.

No he visto en este caso la manifestación de los congresistas de las FARC, sobre este hecho. Deben estar muertos de la risa, burlándose de nuestra justicia, la misma que no los condena a ellos por tantos delitos cometidos en tantos años de violencia.

Lamento renegar de la justicia, a la cual recurrí en muchos años de ejercicio profesional de abogado, donde creíamos en los jueces y en la aplicación de justicia cierta y pronta.

Debemos cambiar, darle credibilidad a la justicia y designar funcionarios probos en los juzgados de Colombia.

Señores jueces, demos ejemplo y fallemos los procesos con base en el acervo probatorio y en derecho, no con intereses diferentes.