Por Pedro Juan González Carvajal*
Primer “vario”. Dice Fernando Savater que no es
cierto aquello de que haya que respetar todas las opiniones ajenas. Afirma que:
“no todas las opiniones son respetables,
ni mucho menos. Lo que son respetables son las personas, pero no
las creencias en sí mismas. No merece el mismo respeto una opinión que afirma
que dos y dos son cinco que la que dice que son cuatro”.
No sé por qué se me vino a la mente esta reflexión
del filósofo español, escuchando y leyendo las desmesuradas críticas contra el
alumbrado navideño de cuenta de un muñeco con forma de diablo, que evoca las
fiestas de Riosucio, Caldas. Qué pobreza de razonamientos, qué bajo nivel de
argumentación, qué deseo irrefrenable de armar un debate de la nada, en otras
palabras ¡qué ganas de joder!
Proposición: dejemos que los gobernantes
gobiernen, dejemos que a quienes les corresponde tomar decisiones las tomen y
entendamos que no siempre lo que hacen tiene que corresponder a nuestro gusto.
Y si vamos a ejercer el derecho a opinar, pues por lo menos soportémoslo en un
mínimo de racionalidad.
Segundo “vario”. Como todos los años, se hacen
campañas para intentar lo imposible: frenar la alborada. Y se atribuye a
coletazos de la cultura traqueta el gusto de nuestra sociedad por la pólvora y
resulta que esto no es cierto. Desde hace muchos decenios, casi siglos, las
fiestas pueblerinas y de las ciudades han estado acompañadas de pólvora. En
nuestra infancia no solo en las casas se compraban chorrillos, buscaniguas,
papeletas, totes, globos en diciembre, sino que se fabricaban. Yo todavía tengo
rastras de engrudo en mis manos que dan fe de mi habilidad para pegar el papel
de globo, aunque esa habilidad nunca fue igual a la de elevarlos.
Proposición: la prohibición fracasó con el
alcohol, ha fracasado estruendosamente con los estupefacientes y, por supuesto,
ha fracasado y seguirá fracasando con la pólvora.
Por qué no pensar en que las autoridades del Área
Metropolitana organicen los primeros de diciembre, a las 00.01, espectáculos de
juegos pirotécnicos manejados por profesionales, estratégicamente ubicados en
las diferentes comunas. Se le compra su producto a los polvoreros que tienen
derecho a trabajar y se ofrece un espectáculo seguro y organizado.
¿O será que los espectáculos del 31 de diciembre
en Sidney, París, Auckland, Pekin, Tokio, son manifestaciones traquetas y de
indisciplina social?
Valga recordar que el único año en el que no
hubo alborada fue por una razón de solidaridad social digna de destacarse: el
primero de diciembre de 2016 se guardó silencio como muestra de respeto por la
tragedia del Chapecoense.
Tercer “vario”. Y quedó eliminado Nacional.
Circunstancias adversas como once jugadores con covid-19, tres lesionados y lo
peor: los que pudieron jugar no quisieron hacerlo. La sensación fue triste,
pues si hubieran puesto un mínimo de pundonor, amor y respeto por la gloriosa
camiseta verde, hoy estaríamos en semifinales y por qué no en finales. En nuestra
historia, aún en tiempos recientes, se superaron peores adversidades: jugar de
locales fuera de Colombia, por caprichos de la Conmebol, remontadas históricas
con jugadores de menos, futbolistas que se echaban el equipo al hombro con
coraje y valentía, goles agónicos.
Dentro de las adversidades, es imposible no
mencionar el incomprensible VAR y las absurdas decisiones de quienes lo manejan
y de árbitros sin el más elemental sentido común. Qué expulsión tan absurda la
del juvenil de Nacional, pues ni siquiera hubo falta. Como dijo el Tino
Asprilla, los futbolistas no van a poder volver a patear el balón porque de
pronto se atraviesa un rival y los expulsan.
Además, es increíble cómo en los partidos se
volvió más protagónico el VAR que los futbolistas. Resulta ridículo escuchar a
un mediocre comentarista de WIN, decir cada diez minutos: “esa jugada la
debería revisar el VAR”. Ya los comentarios no son sobre lo futbolístico sino
sobre lo que pasa o no pasa con ese engendro (el VAR, no el comentarista).
Proposición: Ojalá los directivos y nuevo
técnico del verde tengan un mejor criterio para confeccionar la nómina, dejen
de lado el prurito del jugador fuerte, grande y torpe como la mayoría de defensores
que tuvimos este año y privilegien, de nuevo, la técnica y la jerarquía. Hay
jugadores por recuperar como Nicolás Hernández que es más futbolista que Braghieri,
Perea y Segura juntos.
Y por favor, hagamos una rogativa a Diego
Armando, para que, desde su Olimpo, ilumine a los dirigentes del fútbol y terminen
con el embeleco del VAR que, estoy seguro, si se hace el balance a nivel
mundial, ha traído más sinsabores que aciertos.
Se da por terminada la sesión.
NOTA: Unas felices navidades para todos, en
medio de las presentes circunstancias.