Por John Marulanda*
Un buen escenario para retratar el drama
político regional, es la frontera colombo-venezolana, 2.219 kilómetros de
envilecimiento humano e institucional con una camarilla tambaleante pero
aferrada al poder, de un lado y, del otro, un gobierno democrático soportando
el embate de organizaciones narcocomunistas.
Que haya individuos o redes de personas
corruptas dentro de una institución no es nada nuevo. Pero corromper los
pilares de una nación es el objetivo capital de los insidiosos gramscianos que
infiltran la educación, la justicia y las fuerzas militares y de policía, generando
desconfianza, vacilación e inoperancia institucional.
Militares y criminalidad fronterizas
El caso de la institución
militar/policial se puede mirar a través de sus altos mandos, sus jefes
naturales. Los guerreros suelen morir en sus camas, reza un viejo dicho
castrense. Bolívar, por ejemplo. Pero no siempre es así. El general
norteamericano Simón Bolívar Buckner, murió al frente de sus tropas en Okinawa
en 1945 y en julio de 1994, el Mayor General Carlos Julio Gil Colorado, comandante
de la Cuarta División del Ejército colombiano, fue asesinado en Villavicencio
por una bomba de las FARC. El 13 de octubre pasado, el general de la Guardia
Nacional, Fuerzas Especiales, Sergio Negrín Alvarado y su conductor,
fueron asesinados a las tres de la mañana cuando el oficial se dirigía a asumir
el mando del Comando de la Zona 35, en Apure. Según un reporte inicial,
lo mataron asaltantes de carretera. “Lo asesinaron por control territorial”, me dijo el analista
Javier Tarazona. “Lo mataron porque
podría ser una amenaza para todo el montaje de corrupción de la frontera”,
me dicen desde Arauca. “Aquí mandan las FARC
y el ELN. Alias “Mantecal” en el Amparo y alias “Rupert” en toda la frontera,
dicen quién pasa qué y cuánto se debe pagar. Todos comen, hasta los militares”.
En abril del año anterior, otro General y cuatro militares fueron asesinados
cerca al municipio de Zamora, Aragua, por una de las bandas que delinquen allí.
En noviembre de 2018, en Puerto Ayacucho, Amazonas, frontera con Vichada, el
narco ELN que controla esa zona, atacó un destacamento de la GNB, mató a tres
guardias e hirió a varios más, entre ellos un coronel. En cuestión de horas,
mansamente, alias “Garganta”, jefe de la cuadrilla, fue capturado. Dicen que
todo se complotó y se dirigió desde Caracas, en un pulso de fuerzas entre dos
personajes poderosos del PSUV, es decir, del gobierno.
Entre ladrones y verdugos
Por aquello de la previsión pensional
para la vejez, varios cabecillas del ELN, entre ellos el jefe del frente
Domingo Laín Sanz (nombre de un sacerdote aragonés quien, junto con otros dos
españoles, se unieron a la banda a comienzos de los 70) decidieron guardarse
algunos reales producto del narcotráfico fronterizo y del secuestro de un
personaje araucano. La GNB, que todo lo sabe, conoció del robo, los detuvo y
los entregó a los jefes elenos quienes los ejecutaron el 14 de agosto cerca de
Guasdualito, Apure. (Desde su nacimiento en Cuba en 1964, el ELN perpetra sus
purgas con el fervor cristiano de la Teología de la Liberación. Hasta un obispo
de Arauca, cayó bajo las balas de esta vendetta Inquisitorial). Diez días
después del “ajusticiamiento revolucionario” de sus camaradas, cuatro militares
venezolanos fueron sacrificados en El Nula, Apure, durante el desalojo de una
cuadrilla fariana de alias Gentil Duarte. Había que quitarla de allí para
asegurarle presencia y actividades a la narcobanda de alias Iván Márquez, quien
tiene poderosos amigos en Miraflores y es aliado circunstancial del ELN, a su
vez protegido por La Habana, rectora de los destinos de Venezuela.
Delincuencia y migración
Entre instituciones carcomidas por la
corrupción, delincuencia sin control y un flujo migratorio incontenible, se
agita la frontera colombo-venezolana, escenario de la segunda crisis
humanitaria más grande del mundo actual, después de la siria. A pesar del
cierre oficial de esa frontera y con el riesgo inminente del covid-19,
desarraigados venezolanos cruzan cientos de trochas incontrolables. Y en los
pasos formales, como en Cúcuta, la explotación sexual es la moneda común y el
desmembramiento de personas es frecuente. Que van a Colombia para cedularse y
aumentar el caudal electoral de la izquierda, dicen unos; que se cuelan agentes
del FAES Y LA DGCIM, es inocultable; que son enviados para ayudar a la
perturbación social violenta planeada por el Foro de Sao Paulo, dicen otros; y
que tienen hambre, es lo que uno lee en las esquinas. Que es una campaña
mediática de desinformación, proclama Caracas mientras Bogotá mueve tropas para
ayudarle a la policía a vigilar la gran cantidad de pasos ilegales y de supuestos
túneles construidos con asesoría cubana. Ambos países caminan sobre el filo de
esa peligrosa navaja.
Muchos analistas y observadores temen una confrontación civil en Estados Unidos a raíz de la polarización política actual y lo que suceda arriba, en el Imperio, necesariamente tendrá consecuencias en su periferia inmediata, en Latinoamérica. La gran diferencia es que allá operan instituciones sólidas y creíbles como la justicia y fuerzas militares, que pueden sobrellevar un torbellino político. Por estos lares, desafortunadamente, la institucionalidad está desbarajustada y cualquier mal paso fronterizo se puede transformar en un problema mayor, especialmente con asesores militares rusos merodeando por las fronteras colombiana y brasileña.