Por José Alvear Sanín*
(…) con lamentable olvido de que no son las constituciones
las que transforman a los pueblos, sino los pueblos los que generan sus propias
constituciones… - R.U.F., 1971.
Por los años de mi juventud ejercía El Colombiano, en Medellín, indudable
influencia, porque sus páginas daban razón del acontecer intelectual en una
región no tan aislada del pensamiento universal como convendría pensar de esos
tiempos ya remotos, anteriores a la explosión de la información.
En ese diario colaboraban las mejores plumas y
entre ellas sobresalía la de Uribe Ferrer. Escasa era la semana en la que no
apareciese un breve y autorizado ensayo suyo.
Algún escritor de esos años decía que el
artículo de prensa es lo menos perdurable, porque tiene la profundidad del
papel y la duración del día; y, sin embargo, el mismo nos incitaba a redactar
esas notas como si pudiesen desafiar el tiempo, pero rechazando la idea de
recopilarlas, por la fugaz validez de lo cotidiano.
Sin desconocer la parte de verdad en esa
admonición, con el correr de los años encuentro que cuando rápidos artículos
proceden de grandes escritores, más de una vez se trasmutan en páginas donde lo
accidental se ha evaporado dejando lo esencial, el sustrato, lo sólido del
pensamiento que siempre está detrás de un buen escrito. Por eso, las columnas
de prensa de Alberto Lleras, Laureano Gómez, Eduardo Lemaitre, Germán
Arciniegas o Eduardo Caballero nunca dejarán de ser buena lectura, o de iluminar
aspectos olvidados que trata de entender el historiador.
Traigo esto a cuento porque también las páginas
para la prensa de René Uribe Ferrer (1918-1984) comparten esa calidad. Su hijo,
Hernán Uribe López, ha realizado una proeza editorial publicando unas “Obras
completas” que su padre no alcanzó a ver. Al lado de los libros aparecidos
en vida de René, Hernán ha recopilado y ordenado centenares de escritos entre
1945 y 1984, para ofrecernos los libros implícitos detrás de los artículos.
Fruto de ese alarde es la “Historia
política y social” en tres tomos, el primero, sobre historia contemporánea;
el segundo, sobre América Latina, y el tercero, sobre Colombia. A esto se suma “Humanismo y cristianismo”, al que
seguirán otros. Todos estos tomos, además, con la bella factura que no tenían
los libros publicados por aquellas calendas en Antioquia.
Al lado de estas compilaciones, Hernán ha
reeditado otros ensayos, conferencias y poemas de Uribe Ferrer sobre los muchos
temas de sus amplias preocupaciones. La mayor de ellas fue siempre la
filosofía, como profesor y ensayista. Su último libro, “Problemas fundamentales de filosofía”,
se concibió como texto para el bachillerato, lo que nos lleva a reflexionar
sobre la ausencia en la educación actual de la indagación por la sabiduría, la
verdad y el conocimiento, que permiten la formación de un pensamiento racional
y crítico. No conocí ese libro cuando apareció completo, en 1985, un año
después de la muerte de su autor. No es obra superficial ni fácil y por eso lo
he puesto en el primer lugar de mis próximas lecturas, porque espero me ayude a
colmar tantas lagunas en esa disciplina fundamental.
No puedo dejar de lado mi recuerdo de René, a
quien traté durante sus últimos veinte años, con mucha menor frecuencia de la
deseable. Nuestro principal punto de contacto era la política conservadora
local. Ambos teníamos intensa preocupación por los asuntos sociales y veíamos
en la doctrina pontificia la mejor orientación para mejorar la suerte de los
menos favorecidos de tal manera que se mantuviesen la democracia y el estado de
derecho. Los dos éramos pésimos políticos y por eso nunca ocupamos curules.
René aspiró alguna vez al Senado, sin éxito. Ciertamente, ni él ni yo jamás
pensamos que el Congreso habría de completarse con analfabetas, logreros,
violadores y asesinos.
Esa impecable publicación de las obras de Uribe
Ferrer, destinada a bibliotecas públicas, hacía falta en un país donde la
juventud desorientada debe descubrir auténticos maestros.
Si al gentleman se le añaden la hidalguía y los
elementos del héroe y del discreto, tratados por Gracián, tendremos una idea
aproximada de las condiciones personales de René, siempre coherente con su
catolicismo, patriotismo y civismo, dentro de cálida y amorosa vida familiar.
***
Poco después de la caída de Cuba, una
asociación de empresarios, llamada Diriventas —si no me equivoco—, preocupada
por los temas centrales de la política, trajo a Medellín al profesor I. M.
Bochenski, uno de los principales conocedores del marxismo y el comunismo, para
que dictara un cursillo de alto nivel sobre esa ideología que amenazaba a todo
el subcontinente. Fueron invitadas cien personas. A partir de la segunda
conferencia, quedábamos René y otros cuatro o cinco…