Por Pedro Juan González Carvajal*
Pareciera que la insatisfacción
permanente es condición de nuestra especie, pero quiero concentrarme en lo que
pasa en nuestro querido país, donde para darle gusto a la gente,
definitivamente no se puede hacer nada. Si haces, te critican. Si no haces,
también.
Al pobre presidente Duque,
textualmente hablando, se “le apareció la Virgen” con esta pandemia y gracias a
ella ha logrado al menos detener el deterioro creciente de su imagen debido al
manejo mediático que le ha dado el asunto, del cual ninguno se eximiría ante la
opinión pública por cuenta de algunas de las decisiones tomadas. Que nos
tenemos que encerrar para salvaguardar la vida. Que tenemos que salir a
reconstruir la economía. Que hay que evitar el contagio de las personas
mayores. Que hay que exigir que no se discrimine a las personas mayores. Que
tenemos que dar subsidios como salvavidas ante la pérdida de empleos. Que se
nos dispararon los índices de endeudamiento. Que nos tenemos que lavar las
manos permanentemente. Que aumentó el consumo de agua.
Ahora ni las FARC en sus procedimientos
ante la JEP, se salvan de la inconsecuencia de los colombianos. Malo porque
dicen la verdad. Malo porque no dicen la verdad. Malo porque dicen la verdad a
medias. Malo porque dicen mentiras a medias. Malo porque niegan el
reclutamiento de menores ante la percepción generalizada de que lo hacían. Malo
que reconozcan haber participado en asesinatos como el de Álvaro Gómez Hurtado,
porque se quiere culpar a otros. Malo que hayan asesinado a muchos colombianos.
Malo que hoy los estén asesinando a ellos.
El día a día empresarial tampoco se
escapa de la dicotomía: malo porque hay poca información disponible. Malo
porque hay mucha información disponible. Malo porque hay muchos viejos
resabiados. Malo porque hay muchos jóvenes inexpertos. Malo porque hay pocas
ventas. Malo porque hay mucho servicio post venta. Malo porque decaen las
exportaciones. Malo porque aumentan las importaciones. Malo porque sube el
precio del dólar. Malo porque baja el precio del dólar. Malo porque llueve.
Malo porque escampa. Malo porque hace calor. Malo porque hace frio. Malo porque
se hacen reformas tributarias, malo porque no se hacen reformas tributarias.
Como dice el dicho, “no hay cómo cogerlos”.
Cualquier cosa que se diga o se haga solo será utilizado como argumento en su
contra.
Eso sí, la enorme capacidad de crítica
es inversamente proporcional a la poca capacidad para proponer y para aportar.
La indolencia y la mediocridad son
para mí, los dos calificativos que mejor expresan la realidad del conglomerado
de la sociedad colombiana.
Eso de que “palos porque bogas, y palos
porque no bogas”, ha sido asumido por muchos dirigentes para pasar de agache,
para referirse a la realidad empleando solamente lugares comunes, o para decir
lo políticamente correcto, aun cuando en su gestión no pase absolutamente nada.
La gerencia implica resolver problemas, no aprender a coexistir con los
problemas… Bueno, al menos eso dice la teoría.
Como lo canta Aterciopelados, “Malo si
sí, malo si no”.