Por John Marulanda*
Bogotá, principalmente, sufrió la semana anterior algunos efectos de un
plan de desestabilización regional o “brisita bolivariana” diseñado por el Foro
de Sao Paulo y aplaudido por del Grupo de Puebla, en donde nos representan el
expresidente Samper, Clara López y otros.
Aprovechando la genuina indignación ciudadana contra la brutalidad
policial, células o colectivos de jóvenes comunistoides, aplicaron viejas
técnicas de turbamulta. La ciudad capital ya ha experimentado perturbaciones de
este tipo, desde el bogotazo del 9 de abril de 1948, pasando por las protestas
de 1977. Dos noches de disturbios y destrucción intentaron desprestigiar ante
la opinión pública a la Policía Nacional y sembrar el desconcierto y la
desmoralización al interior de la institución centenaria. La alcaldesa,
histérica, sindicó a los policías de asesinos. El hombre de la bolsa con
billetes, Petro, llamó al incendio. Sin embargo, la ciudadanía salió
espontáneamente a recuperar sus estaciones de policía incendiadas y a formar
cordones humanos de protección para sus patrulleros. Casi una semana después,
Bogotá sigue funcionando sin mayores tropiezos y en muchas ciudades del país,
manifestaciones públicas a favor de la policía han ido creciendo.
Lo nuevo en estos viejos y repetidos episodios, es la manipulación de redes
sociales que amplifican virtualmente los hechos creando zozobra e
intranquilidad, a lo cual se agrega la neurosis general causada por la pandemia
y un cuerpo policial escaso y agotado. Otro elemento muy peligroso, es la presencia
de activistas venezolanos. “Actúan como los colectivos venezolanos”,
dijo un jefe de la policía. Y circula en redes un supuesto plan “Libertad
latina”, que aparentemente estaría movilizando cientos de chavistas-maduristas
en apoyo a los grupos narcoterroristas interesados en nuevos disturbios. Nada
raro en medio de un millón y medio de migrantes del hermano país que deambulan
por nuestras ciudades. Se preparan nuevas protestas, promovidas por sindicatos de trabajadores, “cívicas y
pacíficas”, como dicen desde hace sesenta años y apoyadas por las FARC y otros
partidos de la izquierda maluca.
Mientras avanza el proceso de desestabilización de
Colombia y nos alistamos para enfrentar otra intentona petrista, en Miraflores,
el general Padrino aumenta sus contactos con el Kremlin, en lo que Rafael Poleo
señala como un rol de representación de “los intereses de Putin en Venezuela”, pues “…un
cambio político en Venezuela requiere un acuerdo al menos tácito entre Estados
Unidos y Rusia. Es posible que Padrino permanezca algún tiempo en el Ministerio
de Defensa, sobre todo si el cambio es negociado, como lo fue el chileno”.
Entretanto se intensifican estos contactos geoestratégicos Moscú-Caracas-US; Brasil ordenó a sus
militares prepararse para una intervención en un “conflicto regional” y está
movilizando a la frontera con Venezuela cientos de soldados y misiles Astros
2020, de 300 km de alcance. Y el secretario de estado norteamericano Pompeo
inicia una gira por la periferia venezolana visitando, precisamente, la
frontera brasileño-venezolana, Surinam, Guyana que están estrenando presidentes
y Colombia, en donde su visita marcará el
inicio de ejercicios militares combinados aeronavales conjuntos USA-Colombia.
Por supuesto que el Sebim y la Dgcim desplazarán más agentes para que en
conjunto con los del G2, registren la visita. ¿Está en desarrollo algo que no
sabemos o es simple presión sicológica para que la camarilla de Miraflores de
un paso en falso o se avenga a una negociación? O a lo mejor, análisis cargados
de deseos y fantasías de paz y tranquilidad.