Por John Marulanda*
Ingenuos los que crean que una dictadura de izquierda
va a entregar el poder en unas votaciones organizadas por su aparato electoral
y bajo su control policial y judicial. Elecciones hizo el tan criticado dictador
de derecha Pinochet, y entregó el poder. Varias elecciones hizo el tan alabado
dictador de izquierda Fidel y hace 60 años que no suelta el poder, ni aun desde
el otro mundo.
El ahogamiento económico de Estados Unidos tiene al
gobierno boqueando, pero Rusia, China, Irán, Siria se las apañan para darle
pequeños soplos de aire que le permitirán sobrevivir, hasta que recupere
“legitimidad” con las elecciones arregladas para el 6 de diciembre. Para ese
entonces ya Trump habrá sido reelecto, espero, y es probable que acciones más
directas se empeñen contra un país que se ha convertido en una verdadera
amenaza de seguridad para Colombia, en primer lugar, toda la región y Estados
Unidos. Brasil está tomando medidas.
Para cualquier cambio político serio que se prevea en
Venezuela, el militar será un factor principal y decisivo, y su rol sería la
menos mala opción, no exenta de violencia y sangre, pues los radicales
marxistas-leninistas chavistas no están dispuestos a entregar su revolución
dialogando. Habría que tomar medidas drásticas, como las que su maestro Fidel
adoptó cuando logró el poder.
Pero un mando militar que puede ver la miseria de sus
conciudadanos en un país rico por naturaleza y que sabe que tendrá pocas probabilidades
de tener un retiro tranquilo y libre, es muy vulnerable moral y
psicológicamente. No en vano la ridícula operación Gedeón buscaba echar a
rodar, según sus voceros, la bola de nieve de la insurrección castrense.
A pesar de los llamamientos del comandante del Comando
Sur y de otros personajes de diverso origen y con diferentes intereses, el paso
al frente de los militares para la restauración de la democracia y la libertad
no se da, debido a su involucramiento en redes de crimen organizado, de
corrupción y por el temor de que la Dirección de Inteligencia y
Contrainteligencia Militar (DGCIM), manejada por especialistas cubanos, detecte
titubeos, dudas, reuniones inoportunas o expresiones inadecuadas, que lleven a
su arresto acusados de traición y a su condena en las mazmorras del helicoide.
Algunos argumentan que las FFAA venezolanas, durante
20 años sometidas a la propaganda y la retórica castro-chavistas, ya están con
su cerebro lo suficientemente lavado para morir con la camarilla de Miraflores.
No lo creo. Su estructura de mando y control está fracturada y debilitada y
Venezuela no es una isla como Cuba. Colombia sigue recibiendo disidentes
uniformados, que no desertores, que ven al otro lado de la frontera inmediata,
un mundo de libertad y oportunidades, no exento de dificultades, claro,
mientras en su propio suelo no tienen sino hambre y miseria.
En Colombia, precisamente, cuando se conoció la
vinculación del presidente Samper con el cartel de Cali, el señor mayor general
Ricardo Emilio Cifuentes Ordoñez, comandante de la Segunda División del
Ejército, haciendo gala de dignidad y honor institucional, renunció a su
brillante carrera y cargo, y manifestó públicamente que “lo que me dicta mi
conciencia, mis principios, convicciones, simplemente consiste en que el presidente
de la República no merece mi respaldo”.
Bolivia es otro caso emblemático en estos tiempos de
pandemia viral y mamerta en la región. A pesar de crear la Escuela
antimperialista, obligar a sus militares a rendirle honores al asesino Che y
entrenarlos bajo la supervisión cubana y venezolana, Evo no logró que los
soldados avalaran su apetito dictatorial. En una posición ejemplar, como
guardianes de la Constitución y escuchando el clamor del pueblo, pusieron en
fuga al filo inca pederasta. Sin aparato propagandístico y con la gran prensa
en su contra, mantuvieron su dignidad patriótica y su honor republicano. Buenos ejemplos para
los Generales venezolanos, que ostentan alamares, laureles y doradas
medallitas, en medio de la pocilga en que han convertido a su otrora brillante
patria.
En Venezuela, no habrá transición a la democracia con
motivo de las próximas elecciones. Y los militares tienen la palabra.