Por Pedro Juan González Carvajal*
Con esta arenga, Laureano
Gómez controvertía a sus adversarios políticos, ya en el Congreso, ya en su
gobierno.
La posible deportación de
Salvatore Mancuso, líder paramilitar, a Italia y no a Colombia, cerraría el
círculo de corrupción de lo que ha sido su proceso. Recordemos sus inicios
cuando el gobierno de Uribe abre la puerta de la extradición a los
paramilitares para que paguen sus delitos veniales en Estados Unidos, ‒y hablo
de veniales ante su abrumador prontuario‒, para que sean condenados por estos y
no por los crímenes de lesa humanidad que todavía están pendientes de ser
juzgados y castigados por la justicia colombiana, obviamente con sus aliados en
las altas esferas, y que ante la incompetencia o complicidad del actual
gobierno, por desidia, por equivocaciones sistemáticas premeditadas o por
propia conveniencia, pasarán a ser parte del infinito inventario de crímenes impunes
en este bendito país.
Las víctimas quedarían por
siempre desprotegidas y vacías de la verdad y la reparación que tanto añoran y
que el derecho les otorga, de manera casi siempre simbólica. Y es que describir
a nuestro país como una zarzuela, un sainete o una tómbola, es lo más cercano a
la realidad que nos podemos aproximar. Un acontecimiento es rápidamente
reemplazado por otro de manera continuada y es en medio de este frenesí y de
estos vertiginosos cambios de la noticia de cada día, que nos hemos
acostumbrado a vivir sin justicia y a que la impunidad y la corrupción se
campeen triunfantes.
Medios de comunicación
gobiernistas o callados por la pauta publicitaria oficial, le hacen flaco favor
a la patria con sus posturas incendiarias, pasivas, comprometidas o acomodadas,
con las naturales excepciones de cualquier actividad humana.
Financiaciones electorales
de narco-dólares, de para-dólares, de intereses económicos ‒dólares o
chanchullos‒ son el pan de cada día. La puerta giratoria se mantiene aceitada y
no pasa nada.
Esquemas de gobierno
cómplices donde no existe una verdadera función de oposición en el sentido
constructivo, y donde muchas veces la mermelada reemplaza al estudio, o al
concreto, ya sea que hablemos de proyectos de ley o de obras de
infraestructura.
Asevera el caricaturista
de “Cándida” que el fiscal general tiene toda la razón cuando sostiene que “no
es amigo de Uribe” sino que “es su subalterno”.
Del sonado caso de
corrupción de cuello blanco de Interbolsa solo quedan tres acusados a quienes
los delitos que les imputaron no les han prescrito, pero es cuestión de semanas
para que esto suceda y vuelva a ganar la impunidad.
Se llora por una niña
violada, por una mujer asesinada, por un homosexual agredido, por un escándalo
sexual en cualquier tipo de organización, por los desmanes de las autoridades,
por la caducidad de términos, por el choque de trenes, por el desequilibrio de
poderes, por la falta de gol de la Selección Colombia, por la banca de James,
por el invierno intenso, por el verano intenso, porque sí y porque no.
Que fracking sí, que
fracking no. Que glifosato sí, que glifosato no. Que restitución de tierras sí,
que restitución de tierras no. Que chatarrización sí, que chatarrización no.
Que apoyo a Trump sí, que apoyo a Trump no. Que respeto a la oposición sí, que
respeto a la oposición no. Que sustitución de cultivos sí, que sustitución de
cultivos no.
Consideramos como enemigo
público a las disidencias, a los paramilitares (?), a la delincuencia común, a
los corruptos, a los politiqueros de oficio, a los mineros ilegales y
obviamente a Zidane.
Exterminio abierto de
ciudadanos comunes, de líderes sociales, de reinsertados, de defensores de los
derechos humanos, de indígenas, de defensores del medio ambiente, no pasan de
ser anécdotas. Agreden y matan a nuestros policías y a nuestros soldados. Lo
malo es que así llevamos casi 70 años de desangre y parece que a nadie le
interesa ni le importa. Hablamos de post violencia partidista y seguimos
matando contradictores. Hablamos de post Pablo Escobar y el negocio sigue
creciendo. Hablamos de acuerdos con los paramilitares y continúa su accionar. Hablamos
de post acuerdos de paz y no hay paz, y obviamente, hablaremos de post pandemia
sin haberla superado.
¡Qué viva Locombia!