José
Leonardo Rincón, S. J.*
Durante estos días de cuarentena y aislamiento, primero obligatorios y
después preventivos, realmente estuve muy juicioso. Idealmente hubiese querido
no salir a la calle para no exponerme, pero debí hacerlo cada ocho días para
buscar los alimentos y objetos de primera necesidad. Creo que les conté que, de
la primera a la última salida en estas nueve semanas, de una impresionante soledad
que me hacían sentir en un primero de enero a las 7 de la mañana, me llamó la
atención cómo, cada vez más, había más gente hasta parecer hoy haber vuelto a
la normalidad.
Entre el gobierno nacional y los gobiernos locales, con sus tires y
aflojes, sus más y sus menos, creo que los responsables de estos destinos quisieron
responder a la altura del desafío y creo, también, que lo hicieron bastante
bien adoptando medidas de control sanitario, económico y social en un abanico
muy amplio de temas complejos. Ya veremos luego como la historia juzgará esto
que vivimos, por lo pronto, así lo hemos querido, la pelota está en nuestra
cancha y nos toca ahora proceder de la mejor manera como ciudadanos, bajo
nuestra responsabilidad.
Tengo la impresión de que la mayoría de la gente vivió esta inédita
experiencia con seriedad y muchos a profundidad. Claro, no faltaron los inmaduros,
los irresponsables y los payasos que creyeron que esto era un juego. Quizás por
estas actitudes erráticas el virus de marras sigue haciendo su agosto y los
casos aumentan día por día. Nunca pude tener claro si llegamos al tope de la
curva y si esta logró aplanarse. El número de contagiados y muertos sube y no
sé si se aproxime una crisis peor y el famoso “acordeón” ahora abierto, deba
volver a cerrarse. Eso está bajo nuestra responsabilidad.
Creo igualmente que no tenemos un panorama tan trágico y desolador como
el europeo, gringo, brasileño o ecuatoriano, por las medidas adoptadas
oportunamente. Que el lavado de manos frecuente, que el tapabocas, que los
guantes, que los geles y alcoholes, que la distancia, que esto y aquello, todo
eso ha servido y nos corresponde por disciplina social seguir poniéndolo en
práctica si no queremos irnos de narices a la debacle; eso queda bajo nuestra
responsabilidad.
Y si volvemos a la “normalidad”, a lo mismo de antes, si no aprendimos
la lección y tercos cual mulas procedemos igual o peor que el 20 de marzo y de poco
o nada nos sirvió el asunto, eso está bajo nuestra responsabilidad. Como queda
bajo nuestra responsabilidad ser mejores personas, más humanos, más
responsables con el cuidado propio, del entorno y de los otros, más solidarios
con los náufragos de este tsunami socioeconómico, más conscientes de nuestra
limitación y fragilidad, más realistas respecto de lo que es realmente
importante y lo que es relativo, más autocríticos y menos criticones, en fin…
todo eso está bajo nuestra responsabilidad.