Por Pedro Juan González Carvajal*
Y llegó la cuarta revolución industrial. Sobre
los tres hitos anteriores –vapor, electricidad e informática–, llegan la big
data, la analítica de datos, el Internet de las cosas y su cúspide: la
inteligencia artificial. Sistemas soportados en algoritmos increíblemente
precisos, computadores de altísima velocidad, avances gigantescos en
biotecnología nos hacen enfrentar a un mundo totalmente nuevo. Pero, frente a
este torbellino inagotable aparece en el medio el protagonista inevitable: el
ser humano.
Frente a la nueva realidad humana pueden
sostenerse dos visiones opuestas. La primera es la visión optimista en el
sentido de que estamos viviendo el mejor momento de nuestra historia, marcada
por el aumento en la expectativa de vida, rebaja ostensible de las enfermedades
mortales, disminución de los conflictos armados y reducción de carencias
básicas.
Pero existe una segunda visión, no tan
optimista. El ser humano desbordado por la tecnología, obligado a sacrificar su
intimidad, hipercontrolado por el Gran Hermano, bombardeado con información
falsa, expuesto y manipulado en las redes, incapaz de distinguir lo verdadero
de lo falso, confinado a una moderna caverna platónica.
Y es que el ser humano, tan prodigioso como
para poder crear la inteligencia artificial, da golpes de ciego contra su
propia inteligencia y da muestras inagotables de estupidez.
La destrucción de su entorno, el negacionismo
frente al cambio climático, la elección de gobernantes ineptos son
manifestaciones de tal estupidez. Pero hay ejemplos dramáticos y más puntuales.
Nuestro país tuvo hace algunos años iniciativa
de solicitar su admisión en el selecto club de la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico), con la buena intención de adoptar las
buenas experiencias y mejores prácticas de los países asociados a dicho ente. Por
supuesto para poder hacer parte de la OCDE había y habrá que cumplir requisitos
en temas laborales, educativos, tributarios, de buen gobierno y de inclusión
entre otros. En fin, luego de un largo proceso, Colombia fue admitida en la
Organización y ahora, como pertenecemos a ella, Estados Unidos ha decidido
excluirnos de la lista de países en desarrollo, porque si estamos en la OCDE es
porque ya estamos desarrollados (¡!). ¿Cuando se solicitó ser admitidos, se
pensó en esta consecuencia? ¿Qué implicación económica tendrá para nuestro país
dejar de recibir las ayudas para los países en desarrollo?
Capítulo aparte merece el caso de Aida Merlano.
Para no repetir la historia desde su cinematográfica fuga y su detención en
Venezuela, sólo resaltemos un detalle: el gobierno colombiano solicita su
extradición y dada la situación política interna de ese país y las condiciones
actuales de las relaciones entre los dos países, le solicita la extradición al
presidente Guaidó: ¡Qué solicitud inútil! ¡Qué canto a la bandera!
Aunque los ejemplos podrían ser muchos,
finalizo con uno que parece emblemático: un directivo del fútbol profesional
colombiano denuncia que las apuestas están impactando sobre los arbitrajes y
los resultados de los partidos. Pues bien, resulta que, desde este año, nuestra
liga profesional tiene como principal patrocinador a ¡una casa de apuestas! Tienen
ojo para un sucio, qué pésimo mensaje para la transparencia del campeonato.
En fin, con estas, entre otras muchas cosas, es
inevitable pensar si nos irá mejor el día en que la inteligencia artificial
domine al ser humano y lo libere de su estupidez natural. Bienvenida la Matrix.
Inconsecuencia: Primero
nos invitan y luego nos exhortan para que lavemos bien nuestras manos con mayor
frecuencia y luego EPM pone el grito en el cielo porque aumentó el consumo del
agua.
Nota 1: el anuncio de la petrolera rusa Rosneft
de salir de Venezuela, es más grave para Maduro que la recompensa que pusieron Los
Estados Unidos por entregarlo.
Nota 2: extraña sobremanera la falta de
información que se ha tenido en general de los países de África y de la India
en estos momentos.
Nota 3: Ante el comportamiento de ciertos mal
llamados líderes, no cabría si no aseverar, que no rebuznan simplemente por la
configuración del pescuezo.