Por Pedro Juan González Carvajal*
Para hacer la reflexión que propongo, parto del principio
que tenemos una ciudadanía medianamente ilustrada, y que todos los discursos
que hemos desarrollado en los últimos años con respecto a la educación, con los
enormes recursos asociados, no han sido malbaratados, si no por el contrario,
bien empleados y que el nivel educativo e intelectual de los medellinenses y de
los habitantes del Valle de Aburrá, ha mejorado.
Dicen los que verdaderamente saben, que la actual crisis
ambiental que sufre el Valle de Aburrá es generada por factores externos que
nosotros ni remotamente controlamos: de acuerdo con imágenes satelitales, la
espesa y densa niebla que hoy nos afecta es originada por incendios agrícolas y
forestales al norte de Suramérica, que, aunadas a las condiciones particulares
de nuestro valle, pues generan la crisis que hoy vivimos.
Ya en lo que nos toca directamente, es claro qué en el
mediano plazo, ante la imposibilidad práctica de implementar medidas radicales,
la situación ambiental del Valle de Aburrá no va a mejorar, si no qué, por el
contrario, tiende a empeorar. Ya se decía por allá en los años 80, previendo lo
que sucedería, y hoy está sucediendo y es una triste realidad, que la calidad
de vida de la ciudad, y del Valle de Aburrá como un todo, ambientalmente
hablando, aunada a otros factores por todos conocidos, tendería a empeorar y
que quienes tuvieran la posibilidad de irse a vivir a otro lugar, pues que lo
hicieran. Aun cuando sonaba como un poco apocalíptico, las evidencias impiden
descalificar de un todo y por todo, esa aseveración.
Ya los ciudadanos hemos aportado lo que podemos aportar:
impuestos, sacrificios, malos ratos, tiempo, entre otros tantos.
El Estado ha tratado de implementar un Sistema Integrado
de Transporte alrededor del Metro y de varios modos de movilización, ha
impulsado el uso de la bicicleta y ha intervenido y afectado positiva y
negativamente muchas vías, pero esto no ha sido suficiente, y para colmo, no se
cuenta con un Plan B para enfrentar cualquier inconveniente en el
funcionamiento del Metro que es el eje estructural. Tampoco los POT han
permitido ir organizando a la gente, de modo que pueda trabajar cerca de su
domicilio, para así no tener que generar desplazamientos.
Ahora le corresponde a las empresas de todo tipo
prepararse para enfrentar con antelación estos fenómenos que se han vuelto
cíclicos, y que apoyados en la tecnología, deberíamos conocer con más
anticipación. Eso de estar anunciando cada dos o tres días si se amplía el pico
y placa ambiental, es por lo menos, irresponsable. Afortunadamente ya fue
ajustado por lo que resta del mes. Por ejemplo: establecer que las 3 primeras
semanas de marzo y las 3 primeras semanas de octubre (o el calendario
científicamente establecido), el pico y placa será de 24 horas para que todos
nos organicemos. Las empresas públicas y privadas y las instituciones
educativas deben dejar de mitificar el hecho de que hay que calentar la silla
para demostrar que alguien está trabajando y cumpliendo con su deber. Hay que
implementar el teletrabajo para aquellas funciones que sean pertinentes y
generar un portafolio de horarios de trabajo, concertados a nivel gremial, para
no concentrar la movilidad de las personas a ciertas horas pico por todos
conocidas y padecidas.
Parece que sí se implementaran medidas como el decomiso inmediato
de carros contaminantes, la suspensión permanente y radical de motos de dos tiempos
y se obligara a participar de un verdadero proceso de chatarrización de
vehículos públicos y privados con respecto a ciertos parámetros, algo podría
mejorar, así como cerrar de manera definitiva las fábricas contaminantes e
incentivar de manera agresiva, comercialmente hablando, la adquisición de
carros eléctricos.
En los Estados Unidos, en la época del presidente Obama,
por ejemplo, se incentivó la chatarrización de vehículos privados mediante un
acuerdo entre el Gobierno Federal y las grandes ensambladoras para que el
Gobierno le aportara como estímulo un bono económico al ciudadano que comprara
carro nuevo y chatarrizara el viejo, y las ensambladoras harían un programa
especial de descuentos comerciales para promover y fomentar esta estrategia,
ganadora para todos.
La actualización del parque automotor y la venta de
combustibles cada vez de mejor calidad, mientras se popularizan otras fuentes
de energía, son medidas que deben acompañar de manera integral cualquier
estrategia.
No podemos seguir haciendo lo mismo, pues no estamos solucionando
nada.
Hay que ser creativos y solidarios, a partir de una
contundente demostración de educación, civismo y civilidad, para que, con el
sacrificio y el aporte de todos, podamos enfrentar este magno problema y
podamos defender nuestro hasta hace poco, gran vividero, que es Medellín.
Nota final: tener paciencia también es una forma de
colaborar. Estas medidas no pueden ser vistas simplemente como decisiones
arbitrarias y molestas. El escenario terrible, sería que llegara el momento de
que nosotros mismos no quisiéramos salir de nuestras casas por temor a ver
afectada nuestra salud.
Reflexión final: si se demuestra que las causas del
inconveniente ambiental son externas y que estamos aplicando los remedios
inapropiados para enfermedades que no son, ¿quién responderá por todos los
perjuicios? La responsabilidad económica y política debería ser ejemplarizante.