Por Pedro Juan González Carvajal*
Un pueblo con falta de educación como el nuestro no puede
ser visto como un conjunto de ciudadanos participantes de la vida democrática,
aun cuando en efecto lo sean.
Una cosa sería el nivel de alfabetización alcanzada y
otra muy distinta el haber alcanzado un alto nivel de conciencia geográfica e
histórica y ni qué decir de una adecuada cultura cívica y política, a partir de
adecuados procesos educativos y formativos.
Ante los acontecimientos que hemos vivido en las últimas
semanas, pues lo que hemos visto por parte de los marchantes y del gobierno, es
un simple reflejo de lo enunciado anteriormente.
Los marchantes sin estar guiados por un verdadero líder,
pues protestan por todo y no proponen nada en concreto. El gobierno, como
cualquier gobierno en cualquier época, tratará de defender y de explicar lo
inexplicable y de hacer propuestas improvisadas para tratar de sofocar el
reclamo, pues si algo llena de pánico a quienes defienden el establecimiento,
es ver multitudes de personas reunidas en las calles en su contra.
Ahora bien, sin tratar de justificar lo que sucede, la
realidad sí requiere una mirada crítica y propositiva. Las estadísticas cuando
muestran cosas malas se vuelven o son consideradas como subversivas, y algunos
con posturas particulares y legítimas tratarán de descalificar los métodos de
cálculo y de trabajo del esfuerzo estadístico.
Dice el Banco Mundial en su informe sobre “Taking on
inequality” del 2016 que Colombia ocupa el cuarto lugar entre los diez países
más desiguales del mundo (de acuerdo con el índice GINI), superada solo por
Sudáfrica, Haití y Honduras.
En otro informe del mismo Banco Mundial al estudiar el
porcentaje de los ingresos totales que obtiene el 20% más rico de la población
de un país, concluye que en América Latina Colombia ocupa el segundo lugar en
desigualdad después de Brasil.
Para rematar el diagnóstico, la OCDE, organización
compuesta por las potencias democráticas del planeta, acaba de publicar un
estudio comparativo sobre la movilidad social entre sus países miembros, el
cual incluye a Colombia por estar a punto de integrarse a ese organismo. La
metodología consiste en calcular cuántas generaciones se requieren para que una
persona que nace pobre llegue a la clase media. Colombia ocupó el último lugar
pues se necesitan 11 generaciones. Le siguen Sudáfrica y Brasil que necesitan 9
generaciones. China, India y Hungría requieren 7 generaciones. Francia,
Alemania, Chile y Argentina requieren 6 generaciones. Y Estados Unidos y Reino
Unido requieren 5 generaciones. Dinamarca ocupa el primer lugar pues requiere
solo 2 generaciones para dar ese salto.
En lo local, y en números gruesos, las cifras oficiales
hablan de 50 millones de habitantes, con 21 millones en la pobreza, 8 millones
por debajo de la línea de pobreza y cerca de 6 millones de desplazados.
Como dice el refrán “Cada quién opina del baile de
acuerdo a como le fue en él”. Usualmente solo a quienes les va bien en las
encuestas, hablan bien de ellas y las defienden mientras que a quienes les va
mal, pues reaccionan descalificándolas y tratándolas de asociar a los intereses
de sus contradictores. ¡Cada quién!
Razón tiene entonces un estudio de hace algunos decenios
que concluía que en Colombia la movilidad social solo se logra a través de 3
caminos: El primero, la política. El segundo la farándula en cualquiera de sus
expresiones y el tercero, la ilegalidad. De ser así, pues estamos fritos.
Lo que sí es cierto es que en 200 años de vida republicana
no hemos podido construir un verdadero proyecto de Nación, no hemos podido
fundar e implementar un Estado sólido y no hemos podido potenciar gobiernos de
peso ante el opacamiento creciente o la desaparición de verdaderos partidos
políticos, sin cuya existencia la democracia se queda sin soporte.
Sin un proyecto de nación que sea respaldado por un
adecuado sistema de educación integral, pues estaremos supeditados al caudillismo
periódico como lo hemos observado de Bolívar hasta el presente, donde, de
cuando en vez, aparecen unos mal llamados o autoproclamados líderes que tratan
de manera mesiánica de sacarnos del atolladero, sin qué hasta la fecha, como es
apenas obvio, esto haya sido posible.
La tarea es ardua y requerimos de cabeza fría, compromiso
e inteligencia para poder pensar en construir un país, sino soñado, al menos
vivible en medio de la existencia de equidad y de justicia social.
NOTA: De ñapa nos queda que recientemente hemos sido declarados
el país más corrupto del mundo.
Pero, además, y de acuerdo con las mediciones, Estados
Unidos ya no nos considera como un país en vías de desarrollo, lo que nos
obliga a actuar en consecuencia, pues se terminaron las ayudas, los
tratamientos preferenciales y por qué no los subsidios.
NOTA: Si así está de fuerte el verano, ¿se imaginan el
invierno que nos espera?