Por José Alvear Sanín*
El anuncio de Miguel Ceballos, consejero
para la “paz”, en el sentido de que el gobierno tramitará el proyecto de acto
legislativo para la creación en el Congreso de 16 curules “para las víctimas”,
indica la voluntad de plegarse a las exigencias de las FARC, destruyendo de
paso el fundamento de la democracia representativa.
No es, pues, algo de poca monta. La
democracia es el gobierno de la mayoría, respetuoso de los derechos, la
dignidad y las circunstancias de las minorías, dentro del marco de la Constitución
y las leyes, en procura del bien común. La mayoría se define mediante
elecciones libres, y la democracia representativa es aquella donde los
diferentes partidos reflejan sus respectivos caudales electorales en el poder
legislativo. En este órgano, cuando un partido no dispone de la mitad más una
de las curules, el gobierno recurre a coaliciones o convenios con otras
formaciones para asegurar la aprobación de las leyes. El principio de igualdad
(“One person, one vote”) exige que todos los ciudadanos sean tratados
igualmente. De lo contrario habría que decir con Orwell, “All are equal, but
some are more equal”.
Dicho de fácil manera, si para ganar una
curul en el senado, por ejemplo, se requieren 50.000 votos, no es aceptable que
con 50.000 sufragios a un grupo se le den 10 congresistas, como viene
sucediendo en Colombia.
Como las votaciones en las cámaras se
deciden por un estrecho margen, no es admisible que un grupo “privilegiado” y
no representativo pueda inclinar a su favor las decisiones, porque así ejerce
un poder desproporcionado que lo convierte en amo de las cámaras.
Si algún problema ha afectado la
gobernabilidad del doctor Duque, es su carencia de mayoría parlamentaria, pero si
se da vía libre a aumentar la bancadita de las FARC, de 10 a 26 curules, ese
movimiento quedaría con el 8% del congreso.
En gracia de discusión aceptemos que con
las otras 16 curules logren aumentar proporcionalmente sus votos, de 50.000 a
130.000, pero este nuevo guarismo apenas sería equivalente, si mucho, al 0.48%
del electorado de los pasados comicios legislativos.
Desde luego, a las FARC (y a sus
mandatarios del internacionalismo castro-comunista) no les interesan los
principios de la democracia representativa de los cuales abominan, como
partidarios que son de la dictadura del proletariado, pero es inconcebible que
gobernantes popularmente elegidos dentro de un estado de derecho representativo
acepten reformas como esta, que elimina los fundamentos de la concepción
republicana y democrática de las instituciones.
Se dice que en esas 16 nuevas
circunscripciones no se podrá votar por partidos políticos, porque solo se
admitirán candidatos “independientes” o de movimientos étnicos, sociales o
comunitarios, lo que agrava el asunto. Esas etiquetas serán solo caretas para
que otros 16 subversivos lleguen al congreso, y así, 26 individuos lo
dominarán, determinando siempre contra la sociedad, y aparentemente contra el
gobierno, todo el proceso legislativo.
No estoy elucubrando en el aire.
Bastaría con asistir al primer semestre de Derecho Constitucional o de Ciencias
Políticas, para comprender cabalmente la insensatez e irresponsabilidad de ese
proyecto, que además de eliminar el sistema representativo, acabaría de
entregar el país al socialismo del siglo XXI.
***
La semana del gran destape:
1. El gobierno tramitará las 16 curules
adicionales para la subversión.
2. Negociará con el ELN
3. Presenta candidato santista para la
Fiscalía
4. No apoya el proyecto de ley
para impedir desmanes en las protestas “pacíficas”.