Por Andrés de Bedout Jaramillo*
Cuando las
generaciones más jóvenes advierten y reclaman sus derechos, debemos escucharlos
y responderles con hechos.
El cambio climático
o calentamiento global no llegaron solos, fuimos, somos y seguiríamos siendo
los hombres y mujeres sus causantes, independientemente de su edad, raza,
religión, condición política o económica y actividad o inactividad que
desarrolle.
Traduciendo a
Greta, mientras que los líderes mundiales y grandes empresarios, presos de la
codicia, mientras lo más importante siga siendo el dinero en las actividades y
proyectos que estamos y pretendemos desarrollar, mientras los cierres
financieros, económicos, sean más importantes que los cierres ecológicos,
estaremos comprometiendo riesgosamente el futuro del mundo.
Las medidas de
protección al ecosistema, como implican altos costos económicos, hacen que los
proyectos se lleven adelante sin tener que incurrir en esos costos, que miopía
la nuestra.
Los daños que le
causamos a la naturaleza, generan desórdenes, que acaban con vidas humanas,
animales y plantas, y destruyen riqueza construida con miles de años de
esfuerzo y recursos, muchos de ellos no renovables. No olvidemos los efectos de
prolongados y violentos inviernos, acompañados de crecientes y de derrumbes
destructores. No olvidemos los efectos de prolongados y violentos veranos,
acompañados de incendios y sequías donde el líquido más preciado, el agua,
escasea atentado contra todo tipo de vida, la humana, animal y vegetal.
Es muy factible que
un proyecto no resista dentro de sus costos, la mitigación ambiental, porque en
otras latitudes no se incurrirá en esos costos ambientales y los hará más competitivos
en el mercado, mejor dicho, con uno solo que no cumpla con las mitigaciones a
las afectaciones ambientales, el resultado será el de la competencia desigual
en el mercado y sus precios de venta serán más bajos por no tener que incluir
estos costos.
Los ejemplos son
muchísimos: disposición de basuras, de aguas domésticas e industriales
servidas, de residuos peligrosos (la lista es interminable), filtros en
chimeneas, utilización de químicos e insecticidas, mejor dicho, no hay
actividad humana que no contamine y afecte al medio ambiente y la disminución
de sus efectos, cuesta dinero.
Se considera un
buen gerente al que puede manejar buenos costos, para hacer un muy buen volumen
de ventas, que produzca buenos márgenes de utilidad y muy buen flujo de caja,
todos los presupuestos están orientados a la rentabilidad económica y muy poco
se deja para las rentabilidades social y ambiental; esto ya debe empezar a
cambiar en serio, de no hacerlo, seguiremos atentando contra la sostenibilidad
y la supervivencia de la humanidad.
El grito de Greta a
los líderes del mundo debe tenerse como la advertencia más importante de la
época, a la que se le deben parar todas las bolas del caso, no podemos seguir
postergando y autodestruyéndonos irresponsablemente, sin pensar en lo que nos
espera o mejor, en lo que le espera a nuestros hijos y nietos.
Los grandes
proyectos minero energéticos y de toda índole, se pueden desarrollar, generan
empleos masivos, formales, dignos y muy buenos márgenes, que perfectamente
permiten ser muy generosos y agradecidos con la madre naturaleza, que en última
instancia ha permitido el desarrollo del emprendimiento empresarial, como para
adelantar con toda la generosidad del caso todas las medidas de protección a
los recursos naturales para evitar o por lo menos disminuir al máximo su
afectación, reconociéndole a las comunidades locales con beneficios económicos
y sociales, las molestias y afectaciones que el desarrollo de esas actividades
les pueda estar o les esté causando, incluidas las afectaciones por las medidas
de clausura y pos clausura, una vez agotadas las explotaciones
correspondientes.
Quien creyera, es
algo similar a lo que sucede con los rellenos sanitarios, sitios a los que van
a parar los miles de toneladas de basuras que todos los días generamos, pagando
por supuesto la tarifa de disposición final correspondiente, que tiene que
garantizar la menor afectación posible al medio ambiente y a las comunidades
aledañas, que permitan la restitución de los terrenos a las actividades
productivas posibles, igual que con las minas, los pozos petroleros y de gas,
las hidroeléctricas, los cultivos intensivos de plantas y ganados, etcétera.