viernes, 13 de diciembre de 2019

Hacia una ética mundial

Por José Leonardo Rincón,S.J.*

José Leonardo Rincón
Vengo reflexionando sobre el fenómeno global que estamos viviendo, en medio de este cambio epocal, cada vez más evidente, que nos sumerge en la posmodernidad. Más que estresarse ante los caos que se presentan históricamente en este tipo de coyunturas, habría que ver más bien las sensatas  estrategias para responder a sus retos.

Leyendo al teólogo Alemán Hans Küng en su obra “Ética mundial en América Latina” (Cfr. Editorial Trotta, Madrid, 2008) encuentro que se recogen los grandes elementos que hacen parte de lo que él llama la “Declaración de una ética mundial”. 

Parte Küng de la constatación de la crisis de alcance radical que experimenta el mundo, pues permea todas las situaciones de la vida del hombre haciéndola más compleja y difícil.  Se lamenta que en ese escenario las religiones inciten al fanatismo, los odios y también la violencia.  Por eso se postula un consenso básico en torno a valores vinculantes, criterios inalterables y actitudes morales fundamentales.

En este camino de adviento, como preparación para la navidad, sin dar el brazo a torcer en la conciencia crítica a la que no podemos renunciar, indignado por la actitud indolente e indiferente de muchos que no ven más allá de sus propias narices, pero también buscando ser propositivos y constructivos, identificado con la propuesta que nos hace Küng: 


  1. No es posible un nuevo orden mundial sin una ética mundial: y todos somos responsables de esa tarea, para ello contamos con un bagaje espiritual y religioso grande que puede hacer frente a las tensiones étnicas, nacionalistas, sociales, económicas y religiosas. Se necesita entonces una visión de la convivencia pacífica.
  2. La condición básica es que todo ser humano reciba un trato humano: se apela a los seres humanos de buena voluntad para encontrar lo que nos es común, partiendo de la conciencia de la dignidad inviolable que se posee y la necesidad de transformación del corazón con una renovación espiritual que invite a hacer el bien y evitar el mal. De ahí la regla de oro: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti.
  3. Se presentan cuatro orientaciones inalterables: el compromiso a favor de una cultura de la no violencia y el respeto a la vida; el compromiso a favor de una cultura de la solidaridad y de un orden económico justo; el compromiso a favor de una cultura de la tolerancia y un estilo de vida honrada y veraz; el compromiso a favor de una cultura de la igualdad y de respeto y cercanía entre hombre y mujer.
  4. Ese cambio esperado a nivel mundial no es posible en tanto no haya un cambio de mentalidad y una conversión de corazón tanto en la persona como en la colectividad.  Es verdad que no es fácil un consenso en cuestiones éticas concretas cuando muchas de ellas están en discusión (bioética, ética sexual, ética en los medios de comunicación, la ciencia, la economía y la política).  Pero es verdad que muchas profesiones han ido elaborando exitosamente sus propios códigos de ética y de ello nos felicitamos.  Finalmente, las diversas religiones pueden contar con una ética más específica.  La invitación es a todos los seres humanos, religiosos o no, a apoyar esta causa.
Los mínimos éticos hoy más que nunca se hacen necesarios y eso se construye desde el hogar, desde la escuela, desde la sociedad, los tres. El mejor fruto de esta crisis estructural de la sociedad y de su sistema económico sería un replanteamiento de fondo para enlistar y poner en práctica los valores básicos esenciales que nos deben movilizar. El acuerdo sobre lo fundamental nos puede ayudar a repensarnos y re-crearnos, buscando un mejor futuro.  Es utopía pero también es posible acercarnos a ella. Solo se necesita buena voluntad y es a esos seres humanos a los que se dirige el mensaje de navidad: gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.