Por John Marulanda*

A lo anterior se agrega la irresponsabilidad y/o el manejo malicioso de las redes sociales y de algunos medios tradicionales, además de la participación de agentes cubanos, venezolanos y rusos detrás del telón. El narcotráfico, factor insoluble, impera en el fondo del escenario manteniendo al crimen organizado internacional como otro actor muy activo en esta fétida brisa dizque bolivariana, que amaina en Colombia. Hablando de narcotráfico, la tal Guardia Indígena, apéndice de las farc formalizado en los acuerdos de la Habana con puesto de mando atrasado en el Cauca, departamento con los mayores cultivos ilegales de coca, amenaza tomarse Bogotá con garrotes y escuadras indígenas del CRIC, mientras se impone taimadamente como la garante de la paz de los marchantes intentando suplantar a nuestra Policía Nacional. Es la fuerza blanda que avanza pasivamente mientras sus coequiperos secuestran, asesinan, extorsionan, asaltan vías, desplazan comunidades y atacan unidades de la FFPP. En el entretanto sus quintacolumnistas y simpatizantes desinforman y atizan la hoguera de la estupidez, del retroceso a la caverna: la piedra en reemplazo del argumento
Debilitado hoy el movimiento que se soñó multitudinario y contundente, émulo de convulsiones similares en Ecuador y Chile, sus angustiados cerebros tienen que realizar un acto que renueve la consternación, la confusión, para regresar al miedo y reavivar la ira que terminará por generar caos. Un atentado contra una figura representativa de cualquier sector, podría reiniciar la mecha a punto de apagarse.
El asunto está en el campo político y el pulso se medirá en las mesas de conversación con vocación negociadora, en donde se buscará ganar con sofismas y chantajes, lo que no se ha podido lograr con capuchas y molotovs.