jueves, 26 de diciembre de 2019

Definitiva resignación o enérgica recuperación


Por José Alvear Sanín*

“Cuando un peligro se aproxima, dos voces hablan en el alma del hombre con la misma fuerza: una, pide que reflexione sobre la calidad misma del peligro y la manera de evitarlo. La otra dice que es demasiado penoso, demasiado duro, pensar en los peligros cuando no es posible prevenirlos ni evitarlos, de manera que es mucho mejor volver la espalda a las cosas penosas y pensar en las agradables”.

—Lev Nikolaievich Tolstoi. Guerra y Paz. II parte. Cap. 17

José Alvear Sanín
La mayor parte de la población, en cualquier país, ignora los complejos detalles de la economía y la política. Las gentes viven, entonces, el día a día, distraídas por el fútbol y la farándula. Esa situación normal es saludable, porque no puede pedirse a la masa el análisis reservado a las élites. Mientras la economía asegure alguna prosperidad y sea esperable un crecimiento futuro, los países siguen su vida habitual.

En Colombia, por obra de la narcoindustria, conservamos un cierto equilibrio precario, que permite el funcionamiento del país. Sin embargo, ha llegado el momento de percatarnos de que esta aparente normalidad enmascara una profunda inquietud. Nos hemos resignado a vivir a la espera del batacazo, porque todo el mundo, de manera fatalista, mira hacia el horizonte 2020-22 sin optimismo.

La iniciativa política se ha convertido en monopolio de una extrema izquierda que no encuentra reacción en una sociedad desanimada y en un gobierno abúlico, por decir lo menos. En ese clima opera en condiciones ideales una fuerza revolucionaria incansable, que sigue un plan estratégico bien estructurado y mejor financiado.

Domina en las Cortes, el Congreso, los medios, la educación, y hasta en la Iglesia. Las gentes captan esta situación y por eso se resignan, esperando la inevitable caída del régimen dentro de dos años y siete meses.

Sin duda alguna, el de Petro habría sido el agresivo gobierno “de transición”, pero el de Duque ha resultado ser el de la indecisión y el acomodo, y hasta se puede pensar que, a pesar de la elocuencia oficial, el presidente adelanta un gobierno de transición suave y silencioso…

El único apoyo que le queda al gobierno es el de quienes aspiran a vivir hasta esa fecha aterradora como si nada estuviera pasando. Pero nada hay más perjudicial que negarnos a reconocer que el país va por el camino hacia la aniquilación económica y social.

Por eso es necesario detener esa carrera, con el gobierno, sin el gobierno o contra el gobierno.

Como la situación no da espera, el propósito de año nuevo es el de sacudirnos, porque a partir del 1° de enero hay que reunir las fuerzas familiares, patrióticas, productivas y morales del país, en un creciente movimiento de recuperación nacional. El país no puede esperar por más tiempo la aparición de un líder para esa inaplazable tarea colectiva.

¡Los tiempos de los diagnósticos han pasado y ha llegado el de la acción!