Por Pedro Juan González Carvajal*
Sigo insistiendo en que una de las labores más
complicadas y complejas a las cuales nos enfrentamos los individuos y las
instituciones es la de saber fijar adecuadamente los objetivos que queremos
lograr.
Obviamente esto se dificulta si no tenemos claro cuál es
nuestra situación real presente y con cuáles recursos contamos para enfrentar
los retos que nos proponemos alcanzar; aunado lo anterior a un alto nivel de
desconocimiento de las circunstancias que nos rodean, incluyendo a aquellos que
pueden tener afinidades o diferencias con respecto a nuestros propósitos.
Ayuda mucho tener un líder que oriente y ayude a definir
los objetivos y a precisar las estrategias para poder alcanzarlos.
Esta reflexión aplica tanto para esfuerzos individuales
como colectivos. Hemos visto cómo recientemente se han organizado marchas de
protesta iniciadas por la invitación a un paro nacional del cual aún tenemos
actividades en desarrollo, como los llamados cacerolazos.
Las preguntas concretas alrededor del tema serían:
1. ¿Cuál es el objetivo del paro? Una posible respuesta
obvia es protestar por el actual orden de cosas, y hasta ahí vaya y venga.
Cuando le preguntaban al azar a algunos de los marchantes por qué lo hacían,
las respuestas, aun cuando legítimas, evidenciaban que algunos no sabían
exactamente contra qué estaban protestando, o colocaban como objetivo de la
marcha el tema particular que les interesaba, lo cual es legal y legítimo, pero
poco contundente.
Habría que preguntarle a los organizadores y promotores
del paro nacional si sí han logrado lo que buscaban, si es que ellos lo han
tenido claro.
2. Si se protesta contra algo, otra pregunta sería ¿Qué
es lo que se propone? Porque una cosa es denunciar y otra cosa es tratar de
solucionar. Se intuye sin mucho esfuerzo, que no hay contrapropuestas al estado
de cosas. Proponer una mesa de conversación o un diálogo nacional es un
mecanismo para adormecer los ánimos y mostrar voluntad de querer arreglar las
cosas, pero sin tener propuestas concretas. A nivel planetario lo que vemos es
una crisis de identidad del humanismo, pues la humanidad en su conjunto y el
humano individual estamos sintiendo cierta desazón y cierta frustración por el
orden de cosas establecido. La deslegitimación generalizada de las
instituciones vigentes, que como el gran Leviatán se convirtieron en organismos
no representativos, lleva al desorden, al no contar con una educación política
que nos permita implementar un modelo anárquico, es decir, un modelo donde
podamos convivir sin necesidad de ningún tipo de referentes o de reglamentos.
La casi extinción de los partidos políticos ante el desvanecimiento de las
ideologías, lleva a una crisis del modelo democrático, ante lo cual los
llamados humanistas no tienen propuestas alternativas, ya que están en
conflicto con los pontificadores de la tecnología, obnubilados y subsumidos en
su micro mundo, el de la tecnología, que nos ha transportado a estadios de
desarrollo desconocidos e inimaginables, pero que no han servido para alcanzar
la igualdad, la equidad y el bienestar para la humanidad.
Ahora es que necesitamos que los sociólogos, los filósofos,
los politólogos, los antropólogos, los historiadores, los psicólogos, los
artistas, los intelectuales todos, asumamos la responsabilidad de echarnos el
planeta al hombro, mientras los científicos tratan de buscar remedios a los
impactos y huellas catastróficas que todos estamos dejando en nuestra casa
común.
Conciliar los desarrollos tecnológicos en todos los
campos con las debilidades de los sistemas sociales, políticos y económicos
vigentes se hace necesario si no queremos que un estallido social imprevisto,
nos devuelva, en un momento, a la edad de piedra.
Debemos precisar entonces los objetivos del Gobierno de
turno, los objetivos del Estado colombiano y los objetivos de la Nación colombiana,
una vez nos hayamos tomado la molestia de construirla.