Por Andrés de Bedout Jaramillo*
Cuando nos vamos
poniendo viejos, sentimos como el tiempo corre más rápido, y es para nosotros
motivo de agradecimiento cada día de vida que nos da el creador, para
disfrutarlo con las cosas simples que son las más valiosas, bajo el
convencimiento de que cada momento trae su afán.
El año 2019, en pleno
siglo XXI, en un mundo convulsionado, nos obliga, en mi parecer, a hacer un
alto en el camino de nuestras vidas, para revisarnos internamente como
personas, como familias, como sociedad; para enrutar nuevamente nuestro
accionar en la búsqueda del bien común y del mejoramiento de la calidad de
vida, bajo la premisa de ser un compromiso de todos.
Empecemos por revisar
si como personas estamos cuidando nuestro cuerpo y nuestra alma, los activos
más preciados de nuestra existencia. El día que podamos decir que ya somos
capaces de cuidarnos nosotros mismos, ese día seremos capaces de cuidar como
debe ser, a nuestras familias, a nuestra sociedad, a nuestro país, a nuestras
cosas.
Nuestro papel frente
al paro del 21 de noviembre debe ser de respeto a los que marcharán
pacíficamente y de absoluto repudio a los que lo harán con violencia,
destruyendo lo que con mucha dificultad hemos construido para el servicio de
todos. Perderemos tiempo precioso y golpearemos la economía del país.
Yo confío y respaldo
las medidas que a nivel nacional está tomando el presidente y sus colaboradores,
yo confío en el profesionalismo y el accionar de nuestra fuerza pública, de
nuestros jueces, para contener y castigar a los violentos, a quienes recomiendo
manejarse bien. Entre más groseros y dañinos se pongan, más duro serán
castigados, la obligación de los que marchen pacíficamente es la de contener,
detener y entregar a la fuerza pública a los violentos y dañinos, so pena de
convertirse en encubridores, copartícipes y cómplices.
Yo confío en la
sensatez de los colombianos inconformes que marcharán el 21, en forma
organizada y pacífica, pidiéndoles que tengan muy claro el motivo por el cual
han decidido ponerse en riesgo como personas, poner en riesgo a su familia, a
la sociedad y a la economía del país.
En Colombia tenemos un
sistema democrático de elección popular que ha funcionado bien, dentro de las
dificultades e imperfecciones que tienen todas las obras humanas. Tenemos un
presidente, unos gobernadores, unos alcaldes y unos cuerpos colegiados elegidos
popularmente bajo un sistema que ha ido venciendo lenta pero eficientemente la
apatía de los ciudadanos. Prueba de ello son los niveles de abstención actuales,
menores al 50%. Hoy, un poco más de la mitad de la población de más de 18 años
está definiendo sus gobernantes; esto nos obliga a respetar las urnas y darles
la oportunidad y el tiempo, ganaron en franca lid.
Tenemos que mirar para
abajo y darnos por bien servidos, estamos mucho mejor que muchos países del
mundo, tenemos un mar de oportunidades que no vamos a desperdiciar, tenemos un
hermoso país que tenemos que cuidar, donde la gran mayoría de quienes lo
habitamos somos gente buena, con los defectos e imperfecciones de los seres
humanos, contra los que estamos dispuestos a luchar todos los días, para
mejorar individualmente, conscientes de que los ríos de leche y miel no existen
y si existieran nos empalagarían.
Yo no creo que parando
al país podamos acelerar su progreso y mejorar la calidad de vida de sus
habitantes; tampoco creo en los milagros que un paro pueda hacer, todo en la
vida es un proceso, tenemos muchísimos retos como para perder tiempo y ponernos
a golpear nuestra economía.
Debemos trabajar más
en resaltar y mostrar las cosas buenas, ser más positivos, más optimistas, más
agradecidos, más sensibles, más solidarios, más inclusivos, más equitativos,
más trabajadores, más familiares, más tranquilos, más felices.
El 21 no vamos a dejar
que pase nada diferente a tomar atenta nota de las inconformidades, para
buscarles solución en la medida de las posibilidades, entre todos y para todos,
bajo el mando de las personas que elegimos, vigilantes de su accionar, dentro
de la ley, dentro de las posibilidades económicas, con la transparencia, el
trabajo y el esfuerzo permanente que apunte a la satisfacción del interés
general, con énfasis en las clases más desfavorecidas.
Recordemos, lo único
que no puede fabricar el hombre, es, tiempo.