Por Andrés de Bedout Jaramillo*
Yo
personalmente pensé que las marchas civilizadas, evitarían el desbordamiento de
los violentos encapuchados, desadaptados y que la fuerza pública podría
ponerlos a buen recaudo, deteniéndolos. Advertí en mi anterior escrito que los
que marcharan tuvieran muy claro el motivo, porque al hacerlo se pondrían en
riesgo ellos, a sus familias y a la sociedad, permitiendo golpear la frágil
economía de nuestro país, agravando aún más la situación.
Desafortunadamente
la prudencia, el poder de contención de nuestros gobernantes y de nuestra
fuerza pública, sumado al factor sorpresa, a la violencia suicida de los
encapuchados, camuflados en las marchas y los cacerolazos, nos están sumiendo
en una especie de paro nacional, donde ya los ciudadanos tenemos que defendernos
de las turbas que intentan violentarnos, poniéndose las cosas de otro color.
Es
absolutamente necesario el uso de la fuerza del Estado para contener a los
bandidos encapuchados que están destruyendo y violentando las propiedades
públicas y privadas; es necesario que los que protestan pacíficamente,
suspendan su accionar para no terminar como los protectores de los bandidos,
entorpeciendo el trabajo de las autoridades en la contención de los violentos
destructores, saqueadores, que están dejando heridos y muy pronto muertos, en
su loco accionar.
Tenemos
que rodear a nuestros gobernantes, a nuestra fuerza pública, en su actuar, para
que el gobierno rápidamente se pueda concentrar en los diálogos propuestos por
el presidente.
El
congreso podría dar un buen ejemplo sacando rápidamente todos los puntos de la
consulta anticorrupción votada ya no tan recientemente y que quedó como si nada
hubiese pasado.
Rapidito
tienen que legislar sobre el abuso de mujeres y menores, contra el
reclutamiento forzado, en fin contra tantas situaciones y materias que están
sobre diagnosticadas y que curiosamente en el congreso se paralizan.
La
Corte Suprema de Justicia, tiene que llenar las vacantes y elegir al fiscal,
pero rapidito.
En
fin, queremos ver resultados, que todos nos pongamos serios a trabajar, no
podemos perder más tiempo, hay que resolver los problemas que tienen al país al
borde de la hecatombe.
De
no ser así, sufriremos mucho, no quiero ni pensar, que le toque renunciar al
presidente, a la vicepresidente y que ninguno de los ministros del Centro
Democrático dé la talla para reemplazarlos y que tenga que ser el Congreso el
que decida quién nos gobierne, todo bajo la presión de un paro cívico
permanente con los encapuchados, violentos y suicidas, aprovechándose de las
circunstancias.
Tenemos
que tomar todas las medidas que permitan que el salario que reciben la mayoría
de los colombianos alcance en la satisfacción de las necesidades de sus
familias.
Yo
pensé que lo que sucedería el 21 sería una protesta pacífica de una sociedad
madura, nos colocaría en lugar preferencial en Latinoamérica, que la inversión
extranjera se volcaría a Colombia, orientada al desarrollo del sector
agropecuario, cuando el mundo está ávido de alimentos, que podríamos orientar
nuestros esfuerzos a producir en institutos y universidades, campesinos
profesionales que amen y se amañen en el campo.
Que
había llegado la hora de que ese 50% de economía informal, importantísima para
la economía del país y para las mediciones de empleo, pueda aportar a los
sistemas de salud, riesgos y pensiones, bajo alguna fórmula que se inventen
nuestros gobernantes.
Este
gobierno ha demostrado su disposición al diálogo, pero también a enfrentar la
delincuencia en todas sus manifestaciones, inclusive a los pillos que en la
jornada del 21 se dedicaron a dañar lo público y lo privado, estoy seguro de que
les pesará lo que hicieron, les caerá todo el peso de la ley, las pruebas que
la tecnología permite, los llevará a la cárcel.
Me
atrevo a pensar que, si dejamos el egoísmo, ponemos el interés general por
delante, le perdemos el miedo a los corruptos delincuentes denunciándolos, vamos
a cambiar el rumbo del país.
Colombia
está cerca de convertirse en la primera potencia de América del Sur; tenemos
que ser capaces de salir de esta situación. Con mucho trabajo, mucho optimismo,
mucho positivismo y dedicación, lo vamos a lograr, todos como colombianos
enamorados de nuestro país, podemos
llegar muy lejos, trabajando muy duro en lo social, no vamos a permitir
pobreza, todos tenemos que generar empleo, permitir educación gratuita y por
qué no obligatoria, vamos a ser inclusivos y tolerantes en la diferencia, mejor
dicho a seguir el ejemplo de nuestro señor Jesucristo, comportándonos todos lo
mejor posible para evitarnos y evitarle problemas a los demás.
Vamos
para adelante, para atrás ni para coger impulso.