Por Pedro
Juan González Carvajal*
En términos geopolíticos,
pero sobretodo en términos geoestratégicos, Antioquia es un territorio
privilegiado, no solo por su excepcional ubicación, sino, además, por los
factores naturales que posee.
No salió del
sombrero del mago, aquello de que Antioquia es “la mejor esquina de América”,
es que en realidad lo es.
En términos
geográficos, Antioquia es el paso terrestre obligado para transitar del
subcontinente suramericano hacia Mesoamérica y hacia América del Norte.
De igual modo,
su proximidad con el Océano Pacífico y su presencia sobre el Mar Caribe y el
Océano Atlántico, la convierte en un nodo logístico de primera importancia y de
relevancia mundial, teniendo en cuenta además que Antioquia posee la segunda
extensión de costa de Colombia sobre el Mar Caribe, y máxime, cuando su
territorio alberga el punto de cruce más importante para ser desarrollado en el
presente siglo, de acuerdo con los principios geoestratégicos, como lo es el
trazado final de la Carretera Panamericana y el Canal Interoceánico
Atrato-Truandó.
Los esfuerzos
recientes por desatrasar los grandes proyectos de infraestructura que tienen
decenios de espera, como lo son la tradicionalmente llamada Vía al Mar, los
túneles que mejorarán la relación distancia/tiempo, el inicio de la
construcción del tan anhelado puerto en el Urabá antioqueño, las mejoras en
telecomunicaciones, los grandes esfuerzos por mejorar las condiciones de vida
de sus habitantes, hablan a las claras del foco que tiene el departamento de
Antioquia para impulsar su desarrollo en el presente siglo.
Las grandes
riquezas naturales alrededor de la minería, los recursos hídricos y la
voluptuosidad y variedad de su biota, hacen de este pedazo de tierra un
territorio rico y diverso.
Todo lo anterior
genera un prudente optimismo con relación a los tiempos favorables por venir.
Sin embargo, tiene
que verse simultáneamente desde el otro lado de la moneda. Esta valiosísima
ubicación geográfica también alienta a los actores que están fuera de la ley
para desarrollar sus actividades ilícitas: el contrabando, la trata de
personas, la movilización ilegal de armas y de personas armadas, las rutas para
la exportación de coca o la importación de los elementos y de los precursores
químicos necesarios para esta actividad, o simplemente como escondite o
refugio, favorecido por la proximidad a la selva chocoana y al Tapón del
Darién.
No entraremos a
analizar por el momento, el riesgo que se tiene ante la apetencia que potencias
extranjeras puedan llegar a tener por apropiarse de este extraordinario
escenario, total o parcialmente.
En este orden de
ideas y por ser esta una condición fija, Antioquia deberá aprender a coexistir
y desarrollarse, en medio de estas dos realidades ambivalentes.
Solo una cultura
de la legalidad y una adecuada educación ciudadana permitirá que florezca la
civilización en estos territorios y de esta manera se pueda contener el ímpetu
de aquellos que quieran aprovecharse de manera ilegal de este gran patrimonio.
Nota: Por ser un servicio público que todos pagamos,
llamo la atención sobre el número creciente de luminarias que no están en
funcionamiento en diferentes partes de la ciudad, generando inseguridad y
peligro para peatones, vehículos y motos.