Por José Alvear Sanín*
Autora de 16 libros sobre Rusia a partir de la
Revolución, Hèlene Carrère d´Encausse, la gran sovietóloga francesa, née
Zourobatchili, adquiere su apellido, sonoro y hasta nobiliario, por matrimonio.
Hija de refugiados georgianos, a los 90 años sigue como secretaria perpetua de
la Academia Francesa.
Cuando un estudioso amigo puso en mis manos uno
de sus libros, “Lénine” (París:
Fayard, 1988), recordé los lúcidos análisis que de ella leía en mi juventud
sobre el funcionamiento de la URSS, que revelaban los complejos rodajes de esa
tiranía, que por entonces parecía destinada a perdurar, avanzando hacia el
control del mundo.
Con el dominio del ruso desde la infancia, para
ella no sería difícil emprender su interminable exploración de los enigmas y de
las realidades del régimen creado por Lenin, tema único e inagotable de esta
gran historiadora y politóloga.
Con estos antecedentes se explica el entusiasmo
con el que me sumergí en ese extenso texto de 623 páginas, con 17 de apretadas
notas, detallada cronología, abundante bibliografía en ruso, francés e inglés y
adecuado índice onomástico.
“Lénine” es una obra
de consulta, que con “Nicolas II” y “Staline”, completa una importante
trilogía. Sin embargo, esta biografía de Lenin no me compele a buscar los otros
dos libros, porque, aunque las circunstancias de las acciones narradas son
minuciosamente examinadas, el personaje permanece, a mi juicio, alejado del
lector, que aunque lo rechaza, no se siente aterrorizado.
La autora, desde luego, no desconoce los
horrores de la Revolución ni la crueldad de Vladimir Ilich, pero no se adentra
lo suficiente en su alma ni en sus escritos, para ofrecernos el retrato
espeluznante del más frio, sanguinario e implacable de los tiranos, porque su
ejemplo y su pensamiento han determinado las mayores tragedias, las ocasionadas
por sus discípulos —Stalin, Mao, Ho-Chi Minh, los Kim, los Jemeres Rojos, los
Castro y ahora Maduro.
La dictadura totalitaria del proletariado, la Checa
y el Gulag, resumen la herencia de Lenin, pero sin que el libro recuerde la
ideología del personaje: eliminación de todas las instituciones del pasado;
exaltación de la revolución, licitud de todos los medios para acelerar su
inexorable advenimiento; eliminación de la propiedad privada y de la libertad
personal y económica; abolición de la religión; colectivización de la
agricultura… y la organización de un partido único, encargado de interpretar la
historia y definir la verdad, ejecutor disciplinado de la voluntad irrecusable
de un líder infalible y omnipotente.
La lectura de este libro comprueba algunas de
mis conclusiones sobre aspectos de la Revolución de Octubre y sus actores, lo
que me motiva a referirme a ciertos puntos: En primer lugar, el odio de Lenin
por el campesinado es patológico, y por eso, su política agraria no puede ser
más contraproducente, de tal manera que la Revolución no tarda en ocasionar la
hambruna; y a medida que crece el hambre, Lenin insiste en mayor represión, y
por eso manda brigadas encargadas de decomisar los pocos alimentos que quedan
en los campos, para abastecer las ciudades, con plenas instrucciones de matar
sin contemplaciones, para imponer la colectivización de la producción.
Dentro de ese cuadro aterrador, Lenin, en
instrucciones secretas del 19 de marzo de 1922, a Molotov, encuentra una
solución:
“Para
nosotros, este es el momento, cuanto tenemos el 99% de posibilidades de lograr
la destrucción del enemigo [la Iglesia]… Es preciso ahora y solamente ahora,
cuando en las regiones hambreadas las gentes se nutren de carne humana, y
cuando centenas o millares de cadáveres se pudren en las rutas, cuando podemos
y debemos realizar la confiscación de los tesoros de la Iglesia con la energía
más salvaje y sin la menor piedad (…) procediendo a confiscaciones brutales e
implacables, sin detenerse ante nada, con la ejecución del mayor número posible
del clero y la burguesía reaccionaria (…)”.
Estas órdenes fueron respetadas. Solo en 1922,
cerca de 8.000 servidores de la Iglesia fueron liquidados (p. 566-567).
Recomiendo este relato a los jesuitas
tránsfugas de la teología de la liberación (De Roux, Giraldo, Sosa, y hasta
otros más encumbrados), aunque la autora se queda corta, porque no se ocupa de
los millares de templos destruidos, de la subsiguiente eliminación del resto
del clero, ni del ateísmo virulento en la educación, que llegarán al paroxismo
con Stalin y se repetirán en México y España, aun con mayor cantidad de
clérigos asesinados, donde la represión de la Iglesia, que no puede faltar en
los regímenes leninistas, fue igualmente sangrienta.
Con plenas razones, Mme. Carrère d´Encausse
rechaza las afirmaciones, muy repetidas, de que Lenin en sus últimos días
intentó corregir el rumbo girando hacia un régimen benévolo, para atribuir a
Stalin la brutalidad del comunismo. El libro demuestra la paternidad de Lenin
sobre los peores aspectos de la revolución, así como la identidad y continuidad
entre las políticas del primero y las de su sucesor. La tardía actitud de Lenin,
aislado, inválido y moribundo, en contra de su principal colaborador, no se
conoció fuera de su alcoba y se debió a una grosera discusión de Stalin con la
mujer del agonizante.
De igual manera, el alegato del autor de “El hombre que amaba a los perros”, Leonardo
Padura, en el sentido de que, si Trotsky hubiera sido el sucesor de Lenin,
posiblemente la revolución no hubiera superado el millón de muertos, contradice
la historia terrible de las atrocidades de ese personaje, reseñadas
detenidamente en el libro que comento, excelente para quienes no hayan leído
mucho sobre Rusia, la Revolución y sus actores. Entre las conclusiones destaco:
“Lenin fue
al mismo tiempo un táctico prodigioso y un genio político, inventor de los
medios para transformar una utopía en un Estado con pretensiones universales (…)
después de apenas cuatro años en el poder (…) ¿Qué otro dictador puede ufanarse
de tal éxito? (…) en la historia de un siglo marcado por el totalitarismo Lenin
es, sin la menor duda, el único que ha inventado un sistema y dado legitimidad
a una obra de violencia e ilegalidad que lo sobrevivió largamente”.