Por
John Marulanda*
Son casi adolescentes. Visten camiseta, jean, tenis.
Encapuchados y embozados, corren con su mochila bien pegada a la espalda.
Furibundos, son hábiles pintarrajeando con aerosol cuanta pared o carro se les
atraviese, lanzando papas bombas y cocteles molotov y chillan de alegría cuando
rompen vidrieras y vitrinas, y cuando apedrean a la policía. Demuelen vallas,
barreras, cabinas, cajeros, casetas. Voltean e incineran carros de transporte
público, preferencialmente. Vociferan contra lo mismo de siempre: el imperialismo
yanki, el capitalismo explotador, la burguesía vendepatria, la brutalidad
policial, enemigos ahora empapados de diversidad de género, minorías, clima y
verde amazónico. Vandalizan la ciudad de México, las playas de Río, el comercio
de Quito, las calles de Bogotá.
En esta nueva-vieja violencia callejera
latinoamericana sobresale el uso de redes sociales como sistemas de motivación
y convocatoria, y la actitud defensiva, pasiva de la Fuerza Pública que muchas
veces prefiere correr que enfrentar a los violentos. En Perú, Ecuador y
Colombia, algunos venezolanos han estado involucrados activamente en los
recientes motines.
En Ecuador, el presidente Moreno acusó a Maduro y a Correa
de promover la desestabilización de su país y ante la posibilidad de un desorden
mayor en Quito trasladó la sede del gobierno a Guayaquil, hacia donde se
dirigen los indígenas indignados. Para el analista ecuatoriano Mario Pazmiño “Después
de la reunión del Foro de Sao Paulo en Venezuela, en julio, los tradicionales
grupos terroristas han anunciado el reinicio de sus actividades: Sendero
Luminoso en Perú, AVC en Ecuador, FARC en Colombia”.
En Colombia, llama la atención la concurrencia de
renovados ataques al ejército en Catatumbo, Arauca, Cauca y Chocó, con
protestas en las principales ciudades del país, en donde actúan seis células
“revolucionarias” financiadas por narcotráfico y oro contrabandeado desde
Venezuela. Algo ladra en la región y lo único que nos faltaría, es que agentes
del madurismo, entrenados por cubanos e iraníes, se integren a esas células de
terroristas, haciéndole la segunda a los narcos FARC-ELN en su nueva estrategia
de guerra. ¿Es todo esto la “brisita bolivariana” que anunció Diosdado
Cabello hace pocas horas?
Las autoridades judiciales, policiales y militares, deberán
responder a este nuevo reto y prevenir una desestabilización mayor. Ya se sabe
que la turbamulta es una llama que empieza en un parque y termina en un ruinoso
incendio generalizado. Los comunistas son expertos en esta técnica y lo que
logren en Carondelet servirá para consolidar con Miraflores, la tenaza sobre
Colombia.