Por José Alvear Sanín*
Desde enero, Colombia reclama a Cuba la entrega
de varios de los peores asesinos y criminales del mundo. Por estos días,
nuestro ministro de Relaciones Exteriores se ha reunido con su homólogo cubano…
y nada, porque La Habana nunca entregará a los guerrilleros y terroristas que
están a su servicio. Una y otra vez esgrimirá argucias rabulescas, y una y otra
vez Colombia pasará de agache, para conservar las tóxicas relaciones
diplomáticas con el régimen estalinista de los Castro.
Todo el mundo sabe que esos hermanos
convirtieron un país próspero en uno de los más pobres y miserables del mundo;
que su economía es improductiva; que vivieron del envío de soldados cubanos
para hacer las guerras africanas de la URSS; que es un Estado mendicante y
explotador de sus satélites; que la miseria es tan absoluta como la represión… y
sin embargo, todos los países mantienen relaciones con su gobierno, criminal y
hasta narcotraficante, haciéndose los que creen en su “normalidad”.
Para entender esto hay que retroceder hasta
Lenin. Asediado por las grandes potencias de su época, el fundador de la URSS
les hizo creer que había una diferencia entre el gobierno y el partido: el
primero regía un país “normal”, que acataba el derecho internacional, mientras
el partido era una organización política aparte. Sobre esa falacia se
regularizaron las relaciones con el extranjero, mientras el partido se
convertía en una monolítica organización subversiva transnacional.
Después de la caída de la URSS, Cuba logró
hacerse con Venezuela y Nicaragua, y conquistó su decisiva influencia, en mayor
o menor grado, sobre Bolivia, El Salvador, Brasil, Argentina y Chile, para
convertirse en un imperio económico vergonzante, pero políticamente poderoso. Aunque
ha perdido a Chile y Brasil, está a punto de recuperar a Argentina, y México se
le acerca.
La Isla, siguiendo la dicotomía leninista,
tiene un gobierno relacionado con los demás países. Y una organización
subversiva, el Foro de Sao Paulo, para hacer la revolución en el extranjero, al
estilo del Komintern. Al mismo tiempo goza de la simpatía del mamertismo y del
antiamericanismo, presentes en todas partes. Está asociada con las potencias
rivales de los USA (Rusia, China e Irán), y la Comunidad Europea siempre le
coquetea.
En América Latina, los gobiernos democráticos,
infiltrados por compañeros de ruta y otros idiotas útiles, mantienen cordiales
relaciones con esa dictadura perpetua, hereditaria, de partido único y
violadora de todos los derechos.
Colombia nada vende en Cuba y nada le compra,
pero mantenemos allí una costosa embajada con varios parásitos, mientras en
Bogotá, la bien nutrida Embajada Cubana dispone de centenares de agentes del
G-2 y no es extraña al “Estado mayor de la subversión”. Además, tenemos dos
guerrillas de obediencia cubana. Algo se combate a una de ellas, pero la otra
—bifurcada en aparente “partido político” y presuntas “disidencias”— determina
la acción del gobierno con una supraconstitución y una suprajurisdicción.
Mientras el comunismo cubano está en guerra y
su próximo objetivo es Colombia, nosotros estamos “en paz” con La Habana. Por
culpa de ese trágico acomodo es inocuo seguir respondiendo verbalmente a las
agresiones de Maduro, mientras cumplimos con el NAF, dialogamos con las FARC,
las financiamos y les damos emisoras, acatamos la JEP y preparamos la Reforma
Agraria Integral.
Quien no comprenda que estamos en la mira de
una ofensiva calculada hasta en sus menores detalles, puede seguir engañándose
con la tranquilizante idea de que “aquí no pasa nada”. Ante la reiterada
negativa cubana para entregar a Gabino, Pablito y amigos, Colombia ahora dizque
considera “llamar al embajador a consultas”, respuesta inútil e
inofensiva, pero la única que era de esperarse de un gobierno incapaz —como los
anteriores— de eliminar esa perjudicial relación asimétrica, de la cual solo
podemos esperar lo peor.
***
¡Yo estoy
convencido de que Cuba, al mirar lo que realmente está sucediendo en Venezuela,
debería salirse, en términos de dejar de darle su apoyo a Maduro!
—Iván Duque Márquez, septiembre 27 /2019