lunes, 16 de septiembre de 2019

Yo confieso


Yo confieso

Por Antonio Montoya H.*

Antonio Montoya H.
Que voté a favor del acuerdo de paz, en el año 2016, por ser un convencido de que las diferencias que se presenten habitualmente en cualquier ámbito, sea social, empresarial, familiar o institucional, debe ser solucionado a través de la concertación, por ser tal vez el único medio en el que las heridas originadas en los desacuerdos pasen desapercibidas y se puedan reanudar las relaciones entre las partes, bajo nuevas reglas de convivencia.

Pero, lamentablemente la subversión, las FARC, realmente entendieron poco el mensaje de convivencia, tomaron todo y no dieron nada a cambio, con excepción de algunos líderes del grupo y muchos guerrilleros de base que se han comportado a la altura del acuerdo firmado. Es una lástima tener que aceptar que me equivoqué, porque el fin era noble, se buscaba un país que después de más de cincuenta años de conflicto diera un salto y cesaran los ataques, los muertos y la violencia que imperó en el territorio colombiano.

La realidad fue otra, algunos de los negociadores del acuerdo y firmantes de este, desestabilizaron su propio grupo, lo dividieron, no supieron vivir en paz y retornaron a la guerra, para producir terror, desazón en las personas y daño a la infraestructura, qué mal ejemplo el que dan, la palabra empeñada no sirvió para nada.

También, como consecuencia de ello, en el Congreso de la República vemos como las voces de apoyo de la izquierda, los ataques a la institucionalidad generan cada vez más división, fomentan el odio, utilizan todos los medios para desestabilizarla. Para ellos todo es malo, todo se ataca, nada es honesto, y nada sale bien.

Entiendo que estamos bajo un sistema democrático, representativo, en el que el respeto y la tolerancia deben imperar para lograr mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Por ello, si nos atacamos, nos demolemos entre nosotros mismos, ganan las fuerzas que por las armas no lograron la toma del poder y ahora que están gozando de las mieles del acuerdo, aprovechan para conquistar el objetivo final, el poder.

Confieso que he venido pensando seriamente en el futuro que le dejaremos a las nuevas generaciones al paso que llevamos. No ha sido tarea fácil, pero busco que, conociendo la historia y los acontecimientos de los últimos años, este devenir no sea tan nefasto como a primera vista da la impresión. No imagino peor futuro que quedar en manos de quienes se llaman socialistas, sin entender lo que ello implica, que es mejorar las condiciones de todos, garantizando trabajo, propiedad, justicia y equidad, por cuanto lo que ellos consideran es simplemente obtener el poder y arrasar con la economía, la estabilidad y el futuro.

Por todo ello, creo necesario tomar una decisión personal, y es la de afiliarme al Centro Democrático como un soldado más, sin buscar beneficio alguno, pero sí manteniendo unos postulados firmes que permitan que, a través del trabajo, unidad de mando y respeto por los demás, podamos contrarrestar los avances de la izquierda y darles opciones mejores a los ciudadanos ávidos de esperanza, bienestar y seguridad.

Confieso que he estado en desacuerdo con el señor expresidente Álvaro Uribe, en temas como el de la reelección, el de las decisiones que dejan a los candidatos en el aire como sucedió en Medellín hace cuatro años, o con el reciente de Bogotá. Pero al final son más las coincidencias, por ello, en estos momentos de ataque a su nombre y al legado, me inscribiré en el partido como nunca en mi vida lo había hecho y aunque considere una buena opción al doctor Germán Vargas Lleras, partido al que nunca me asocié.

Afiliarme ahora, es un acto de fe, en un partido organizado y en el que la disciplina, el orden y el trabajo en equipo dan resultados beneficiosos para el país.