Por Pedro Juan González Carvajal*
Con este sugestivo título, Brézet y Tremalet de
Villers nos adentran en un mundo de intrigas, pasiones, ideas e intereses, que
en nada se parecen por su dimensión, a los conflictos entre los gamonales de
nuestra parroquia que tanto nos entretienen y perjudican.
Con enfoque cronológico nos recuerdan a Alejandro
y Darío asociados a la gloria y a la infamia; Escipión y Aníbal, asociados a la
primera muerte de Cartago; Octavio, Antonio y Cleopatra, asociados a 14 años de
guerra; Gregorio VII y Enrique IV, enfrentados como Papa y Emperador; Balduino
IV y Saladino en medio de la agonía del Reino Latino en Jerusalén; Felipe
Augusto y Juan Sin Tierra, el conflicto por el territorio; Carlos V y Francisco
I, el sueño perdido de la unidad Cristiana; Enrique VIII y Tomás Moro, la
fidelidad hasta las últimas consecuencias; Felipe II de España e Isabel de
Inglaterra, el fin del Siglo de Oro Español; Luis XIV y Guillermo de Orange, una
guerra de 30 años; Federico II y María Teresa, el Conquistador y la Madre del
Pueblo; Alejandro I y Napoleón, la lucha política a muerte; Napoleón III y
Bismarck, un duelo único y desigual; Guillermo II de Alemania y Nicolás II de
Rusia, duelo de Emperadores; Stalin y Trotsky, el combate mortal de los
camaradas; Churchill y Hitler, el León contra el Águila; Tito y Stalin, el gran
cisma en el corazón del Bloque Socialista; Kennedy y Kruschev, la Guerra Fría;
Bush padre y Sadam Husein, las relaciones peligrosas; Gorvachov y Yeltsin, la
Unión Soviética contra Rusia.
Pero este recuento no termina aquí. Revisemos a
Hércules y Hades, Aquiles y Héctor, Teseo y Minos, David y Goliat, Moisés y
Ramsés II, Miguel Ángel y Leonardo, Montescos y Capuletos, Tiziano y
Tintoretto, Mozart y Salieri, Avellaneda y Cervantes, Lope de Vega y Luis de
Góngora, Gauguin y Van Gogh, Matisse y Picasso, Steve Jobs y Bill Gates, García
Márquez y Vargas Llosa, Luke Skywalker y Darth Vader, Harry Potter y Lord
Voldemort.
Ahora bien, para que cualquiera de estos
personajes haya brillado, se requería la existencia de su respectivo enemigo,
oponente o contradictor, lo cual lleva a una relación extraña de requerir de la
presencia del otro para yo poder existir en la dimensión histórica apropiada.
¿Jesús y Judas?, ¿Caín y Abel?, ¿Laureano y
López Pumarejo?, ¿Churchill y Hitler?, ¿Galahad y Sir Lancelote?, ¿Saladino y
los Templarios?, ¿Napoleón y Wellington?, ¿Bolívar y Barreiro?, ¿Robespierre y
Fouche?, ¿Herodes Antipas y Juan Bautista?, ¿Isabel I y Maria Estuardo?,
¿Sócrates y Ánito?
La lista se haría interminable. Hoy por hoy en
el mundo empresarial casi que se hace una verdadera apología de los
competidores, pues son los que motivan al esfuerzo, a la definición permanente
de estrategias, para poder seguir existiendo y ser mejores.