Por José Alvear Sanín*
“En definitiva, todos
los rivales de Lenin habrán tenido la debilidad de no haber estado lo
suficientemente atentos a sus propósitos y sus escritos. De haberlos leído,
hubieran podido percibir mejor, o prever, lo que sería un hecho importante de
la Revolución de Octubre: el papel de los “profesionales” en la manipulación de
las instituciones, a la que se dedicarán briosamente, siguiendo a su maestro”.
-Helène Carrere d´Encausse. Lénine. París: Fayard; 1998. p.
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Lo
anterior parece escrito para la Alemania de los años veinte o para la actual
Colombia. Así como Mein Kampf pasó desapercibida y Hitler pudo llegar al poder,
de la misma manera está sucediendo en Colombia, donde nadie —especialmente en
el gobierno y en los partidos políticos— quiere leer los pronunciamientos de
las Farc, del partido comunista aparente, de Anncol ni de Petro, que claramente
indican hacia dónde van, dirigidos “profesionalmente” mediante la manipulación
e infiltración de las instituciones.
¡Realmente,
no queremos saber lo que piensa el enemigo, o preferimos pensar que se ha
vuelto amigo!
Contrariamente
a los relatos románticos de revoluciones y movimientos populares espontáneos,
detrás de todos ellos se encuentran quienes los preparan: en el caso de la
Revolución Francesa, la masonería, también presente en la emancipación de la
América española; en cuanto a la Revolución Rusa, que venía preparándose
desarticuladamente desde 40 años antes, por lo menos, solo se materializa
cuando entra en escena el partido profesional revolucionario, creado por Lenin.
Este partido, después de 1917, no siempre unido, a veces dividido, dirigirá el
avance revolucionario, ya en México, ya en España, en China, Cuba, y ahora,
bien experimentado, en Colombia.
En
nuestro país, un incansable partido comunista de obediencia cubana, tanto en su
ala legal y aparente como en la clandestina, viene preparando la toma de un
poder que siempre le fue lejano, hasta cuando uno de sus agentes encubiertos
alcanzó la presidencia y dejó amarrado a su sucesor con el tal “acuerdo final”,
para obligarlo a ejecutar apenas un gobierno de transición…
Quien
no comprenda esto, no podrá entender ni lo que ha pasado, ni lo que está
sucediendo, ni lo que viene.
Más
de una vez he recordado a mis lectores la respuesta de Ernst Kaltelbrunner al
tribunal de Nuremberg. Cuando se le preguntó cómo había sido posible que un
gran país como Alemania hubiese caído en manos de una reducida banda de
criminales, respondió que mientras el gobierno del Reich tenía que atender
tantos problemas difíciles, como el desempleo masivo, las reparaciones de
guerra, la inflación galopante, el desorden público por el enfrentamiento
violento de nazis y comunistas, la salud pública, etc., ellos solo se ocupaban
de alcanzar el poder.
Similar
situación se vive en Colombia. Frente a un gobierno agobiado por desmesurada
problemática, maniatado por el AF y la parafernalia casuística, y enfrentado a
un poder judicial usurpador, el partido comunista clandestino avanza sin
resistencia adecuada.
Su
eficaz instrumento consiste en un estado mayor secreto, que coordina todas las
actividades necesarias para el logro de su único propósito. Se trata de un
grupo minúsculo y profesional, de tiempo completo y dedicación exclusiva, frío,
experimentado e inteligente, que sigue meticulosamente un plan detallado y bien
articulado, con horizonte lejano, concatenada programación cronológica y
continua evaluación de resultados frente a metas.
Este
grupo coordina todas las actividades subversivas, desde la redacción de leyes
perjudiciales y el tenor de sentencias, hasta paros, movimientos estudiantiles
y mingas, de tal manera que un gobierno siempre agobiado vaya perdiendo el
control del país.
A
él obedecen tanto el Partido Comunista Colombiano (legal), el pseudopartido FARC
y dirigentes determinantes —es decir, compañeros de ruta e idiotas útiles— en
los demás partidos, en la Iglesia y los sindicatos. Domina las universidades y
las altas cortes. Controla los medios masivos, reescribe la historia, dirige
tanto las falsamente desmovilizadas FARC como las pseudodisidencias,
coordinando su accionar con el ELN, lo que le permite participar activamente en
la narcoindustria, y goza de los favores de la caja mundial de resonancia, etc.
Mientras
su actividad se expande, las fuerzas del orden se reducen en igual proporción,
porque han perdido su capacidad de reacción y la correspondiente voluntad
política.
Si
la democracia colombiana no recupera la iniciativa, afrontando la batalla
diaria que exige la preservación del orden público y el mantenimiento de un
orden jurídico civilizado, su futuro no puede ser más sombrío, porque los
juegos desarticulados de la política clientelista y manzanilla son la receta menos
adecuada para defender la libertad ciudadana y asegurar el progreso económico y
social.
***
Si
el nuncio apostólico es el representante diplomático de un Estado extranjero,
el gobierno colombiano no debe tolerar su intromisión en la política interna;
pero si es el representante de un poder espiritual, la Iglesia no debe admitir
su parcialidad en favor de movimientos subversivos, marxista-leninistas,
absolutamente contrarios a la auténtica doctrina católica.
***
La
señora Mogherini, comisaria de exteriores de la UE, cuando entrega en el
palacio de Nariño una limosnita de 5 millones de euros para la Comisión del
Embuste, ofende la dignidad de Colombia, tomando partido en un país que no
conoce y patrocinando la tergiversación política de nuestra historia.
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Timochenko
se hace el bobo cuando censura la “deserción” de Márquez y Santrich, porque no
cree que Maduro, comprometido —según él—con la paz de Colombia, pueda estar
apoyando a sus dos cercanos “excamaradas”.