Por Pedro Juan González Carvajal*
El rimbombante título de esta columna, quiere decir, en términos
parroquiales, que a ratos se toman medidas legales con el único fin de dejar constancia,
pues aun cuando dicen los letrados, el espíritu de la ley es buena, su
implementación no es posible o no se dan los suficientes dientes a los aparatos
encargados de hacerla cumplir, reforzando aquel viejo dicho que sostiene que “en
Colombia se respeta la ley, pero no se cumple”.
Recientemente ha sucedido, a partir de la buena intención de las
altas instancias judiciales, que se ha declarado al Río Cauca como sujeto de
derechos, asunto de la máxima importancia, como lo fue en su momento el
declarar al Río Atrato también como sujeto de derechos, pero ¿Quién le pone el
cascabel al gato? ¿Eso cómo se come? ¿Quién defiende a los ríos?
Recientemente la Corte Suprema de Justicia ordenó “contener la
deforestación en la Amazonía”, como si el asunto fuera solamente de
pronunciamientos. ¿Si tiene el Estado la capacidad de cumplir y hacer cumplir
semejante orden? Pareciera que este tipo de decisiones situaran a los tribunales
en un mundo ubicado en la estratosfera, mientras en lo local, ¿quién ronda a
los infractores?
Bien desprestigiado que anda el poder judicial para que ahora sea
objeto de burla por la trascendencia, pero la gran ingenuidad de algunas de sus
decisiones, como en los ejemplos anteriormente enunciados.
Pasando a otro tema, advierte la Organización Mundial de la Salud
acerca del resurgimiento del Ébola y anuncia medidas preventivas y restrictivas
para tratar de evitar que se convierta en epidemia y genere una gran
catástrofe.
La variedad y tipología de los riesgos que amenazan hoy en día al
planeta y a la humanidad, hacen que cada vez se imponga más la sentencia de que
“no hay nada más riesgoso que estar vivo”.
Impacto de meteoros, erupciones volcánicas, tsunamis, accidentes o
detonaciones nucleares conscientes, aire enrarecido, agua contaminada,
alimentos saturados de químicos, inestabilidades sociales, políticas y
económicas, guerras, pandemias, entre algunos, son apenas un muestreo del
peligro latente que nos acecha.
Mientras tanto, la humanidad continúa en su carnaval. Nada pasa
mientras todo se está deteriorando. Cuesta encontrar una noticia o una acción
humana positiva. La idea de no volver a ver noticieros no cambia en nada el
panorama. Nuestro entorno local y planetario se enrarece, nos toca y nos afecta,
aun cuando tratemos de semejar a los avestruces y enterremos la cabeza para no
ver la realidad y poder entonces imaginarnos que el orden de cosas es
manejable.
Crímenes siniestros, feminicidios, abuso de niños, corrupción
rampante, falta de gobernabilidad y ausencia de verdaderos líderes por todos
lados, migraciones forzadas, desempleo creciendo de forma galopante, crisis de
institucionalidad, personalismos estúpidos y dañinos, son la realidad del día a
día.
Medios de comunicación insertados entre la espada y la pared, en medio
de conflictos éticos complicados. Cortoplacismo ciego, inmediatez temeraria,
agotamiento de recursos y de plazos temporales para corregir el rumbo… y no
pasa nada.
En Puerto Rico el gobernador Roselló cae porque a la gente se le
llenó la taza y sale a la calle y protesta, y hace presión política de manera
democrática. En Colombia, la indolencia nos mantiene adormecidos, a pesar de
las irregularidades en que caen algunos altos funcionarios, pero tranquilos,
que aquí no pasa nada.
Por ahora, y por lo que pueda suceder, mantengámonos confesados.