Por José Alvear Sanín*
Con ese título apareció el libro de María
Elvira Roca Barea (Madrid: Siruela; oct. 2016), que alcanzó su 20a
edición, dos años después. Explicable éxito por la calidad y originalidad de
esa amplia indagación histórica, de 483 páginas.
Comenzando la obra, la autora afirma su
agnosticismo, conveniente declaración, porque tanto España como la Iglesia
Católica han sufrido sendas e interconectadas leyendas negras que María Elvira
Roca desmonta, llegando a conclusiones muy similares a las de los historiadores
católicos y a las de muchos hispanistas contemporáneos, especialmente gringos,
que han reivindicado la trayectoria histórica de España, como Charles Gibson,
Lewis Hanke y Philip Powell.
El tema de la leyenda negra hispanofóbica es
vastísimo, pero, a mi juicio, el libro no se ocupa directamente del hecho de
que todo imperio genera una leyenda dorada y que sus detractores fabrican otra,
negra, contraria y virulenta, que se convierte en el arma más eficaz para
demoler un odiado poder. La suma de las propagandas antiespañolas de signo
protestante, de Holanda e Inglaterra, y la de Francia, dan lugar a una leyenda
negra aterradora contra el Imperio español, sobre cuyas ruinas se asentará el
predominio comercial y financiero de Londres y el intelectual de Francia, desde
México hasta la Patagonia.
En esa metódica labor de zapa, el papel de las
logias de ambas obediencias ha sido insuficientemente estudiado, y la señora
Roca Barea nada nos dice al respecto, aunque su libro siempre es políticamente
incorrecto. No deja rey ni roque. A su turno caen Lutero, el protestantismo,
Las Casas, Guillermo de Orange, la Ilustración francesa con Reynel, Voltaire y
Diderot; Humboldt y demás enemigos de España. No olvida tratar el genocidio de
los indios norteamericanos, la prensa amarilla hispanofóbica de Hearst y
Pulitzer, la BBC, y muchas otras y distintas manifestaciones de racismo y
supremacismo, como el de Alemania dentro de la Unión Europea.
Es grande la cantidad de temas apasionantes,
pero no conviene alargarse. Me basta con recomendar vivamente ese gran libro,
porque nada hay más conveniente que desmitificar la historia, si esta labor se
realiza con ánimo honesto y sólida sustentación, alejándose de prejuicios
políticos y de nacionalismo ríspido. Por eso, quiero recordar aquí obras fundamentales
como “Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia”,
de Indalecio Liévano Aguirre, o el “Bolívar”, de Salvador de Madariaga,
indispensables para comprender nuestra historia, Con esas obras y con esta que
comento caen muchas de las vendas intelectuales que han aprisionado el
pensamiento colombiano, aun antes de la invasión marxista-leninista, que ha
empeorado todo, como genitora de un nuevo colonialismo ideológico, ahora con el
brazo compulsivo de la fementida "Comisión de la verdad".
Aunque escrito para España, este libro también
sirve en nuestra Hispanoamérica para sacudirnos el complejo de inferioridad
frente a la afluencia económica, mediática y tecnológica del norte europeo y de
los EE UU.
Tanto en la Península como en nuestros países
perduran inconvenientes clichés mentales, que debemos descartar porque muchas
veces solo son imposiciones ideológicas y lugares comunes.
Las 717 minuciosas citas indican los centenares
de escritores, libros y estudios que sustentan este polémico volumen, que
desafortunadamente carece de índices analítico y onomástico, que le hacen falta
para la fácil consulta.
****
Y como estamos hablando de libros, “El
Imperio británico: cómo Gran Bretaña forjó el orden mundial”, de Niall
Ferguson, cuya 5a edición española (Barcelona; Debate - Pinguin
Random House; 2016) he leído por estos mismos días, es monótono y mediocre.
****
Sobre el origen de leyendas negras, nada más
diciente que la que se teje día a día en los medios contra Álvaro Uribe, donde no
faltan fotos trucadas de abrazos con Pablo Escobar, y señalamientos como el de
ser uno de los grandes genocidas de la historia, ¡con 15 millones de víctimas
nada menos!