miércoles, 31 de julio de 2019

Prudencia o impotencia


Por John Marulanda*

Coronel John Marulanda
Si los soldados y policías son humillados durante el cumplimiento de su misión, vilipendiados por agentes extranjeros y juzgados y condenados por el enemigo que derrotaron, cuando llegue el momento de salvaguardar a sus conciudadanos, vacilarán y cada quien tendrá que defenderse como pueda. Y ahí reiniciará el caos.

Lo sucedido en La Lizama, es un adelanto de lo que puede suceder en grande si no se adoptan medidas serias, aunque incómodas, destinadas a evitar que el país caiga en una nueva oleada de barbarie. Lo que viene sucediendo cada vez con mayor frecuencia y de manera sistemática en Cauca, Nariño, Putumayo, Catatumbo, Arauca y en el propio Bogotá, es una muestra de las vulnerabilidades y debilidades de las fuerzas legales y legítimas del Estado. Ni en Noruega, ni en Francia, ni en Estados Unidos, puede una persona amenazar a un soldado con un machete en el cuello mientras intenta quitarle su fusil de dotación, ni apedrear a un militar por la espalda, sin que haya una reacción fuerte. Aquí, burócratas, periodistas y jueces mamertoides descalifican la letalidad de las fuerzas militares como algo perverso, cuando en realidad es el mejor disuasivo para males peores, como el del camino que estamos transitando a la vista de todos. La prudencia es una cosa, el amilanamiento otra. Para no hablar de la cobardía.

Narcomilicianos farianos y elenos, al comprobar que los soldados no van a disparar, avanzarán intentando meterse a bases o cuarteles para asesinar uniformados, obtener armamento o realizar actos simbólicos como izar su bandera y pintar grafitis, éxitos asegurados de táctica propagandística.

Mientras tanto, algunos comandantes militares y policiales, amedrentados por jueces amañados y por gacetilleros, parecen esperar la orden del señor Vivanco desde Washington, para hacer uso de sus armas de dotación, a pesar de estar cumpliendo a cabalidad con todos los protocolos establecidos, como lo aclaró la Comisión de Excelencia Militar.

Indígenas cocaleros, campesinos entrenados por cubanos y jóvenes milicianos manipulados por hábiles comunistas, impiden que nuestros policías cumplan órdenes de captura, dinamitan a quienes erradican cultivos ilícitos, montan acusaciones falsas, mientras sus cabecillas, desde Caracas, vociferan libertad, justicia, antimperialismo y cacarean el tozudo proyecto castro chavista: construir a punta de babas, ladronismo y plomo una sola patria narco bolivariana, ahora con dos corredores estratégicos binacionales en pleno desarrollo, al norte y al sur de ambos países. Cortesía santoshabanera de la “combinación de todas las formas de lucha”.