Por
José Leonardo Rincón, S. J.*
No se imaginen, por favor, que voy a hablarles de este trayecto entre tan
emblemáticas capitales europeas pues, por cierto, no las conozco. Tampoco me
referiré al Brexit que tiene bastante alborotadas las partes; ni a Macron y su
recién elegido colega, el clon de Trump, Mr. Boris Jhonson. No. Hoy quiero aludir
a nuestros compatriotas que se han dado el lujo de conquistar, en cuestión de
ocho días, dos campeonatos absolutamente importantes: el torneo de tenis de
Wimbledon en Londres y el Tour de Francia en París.
Aquí nosotros celebramos orgullosos sus triunfos y se nos alborotó a
tope la colombianidad. Eso suele suceder de tanto en tanto y ejerce un
milagroso efecto de unidad en todos, pues parecemos olvidarnos de nuestras
ordinarias diferencias. El deporte convoca la nación entera bajo una sola
bandera. Pasa con el fútbol donde nos sentimos siempre campeones de muchas
copas después de partidos maravillosos, invictos prolongados, triunfos sufridos
para, finalmente, resignarnos a la próxima oportunidad. No hemos sido capaces
de llegar más lejos porque muy tempranamente nos sentimos invencibles, nos
relajamos y no sudamos suficientemente la camiseta.
A estos compatriotas nuestros que ganaron lo que ganaron, hay que
admirarlos por su tenacidad, constancia y esfuerzo permanente. Para llegar
donde llegaron pasaron muchos años, muchos días, muchas horas diarias. No fue
la suerte la que estuvo de su lado, ni los astros que se alinearon confabulando
a su favor, ni los jueces compasivos que los ayudaron, ni hubo sobornos de por
medio, ni farándulas que les hicieran crecer desmedidamente sus egos, nunca se
creyeron ganadores antes de jugarse sus partidos o sus carreras.
Para llegar a donde llegaron Cabal y Farah, muchos soles los tostaron,
muchas jornadas extenuantes de entrenamientos soportaron, muchos reveses y
pérdidas sufrieron, mejor dicho, no se ganaron Wimbledon de la noche a la
mañana. Recuerden ese último partido que duró casi cinco horas, ¡por Dios! En
más de un set sintieron perder todo ese esfuerzo, pero no claudicaron, lucharon
hasta el final, lucharon hasta vencer. Y lo lograron.
Para llegar a donde llegó Egan Bernal, tuvo que sobreponerse al inicial
poco apoyo de su padre, al no contar con el dinero suficiente para participar
en pruebas en otras latitudes, a sacrificar una promisoria carrera
universitaria, a entrenar ocho horas diarias, a ver frustrado su sueño de ir al
Giro italiano porque un accidente lo dejó fracturado por semanas, al ver en el
mismo Tour de Francia, donde actuaba como gregario, que un eventual triunfo era
cosa lejana, máxime cuando un francés llevaba 13 etapas con la amarilla y
parecía invencible, pero la constancia vence lo que la dicha no alcanza y todo
tiene su hora, el esfuerzo valió la pena y finalmente logró lo que ni él mismo
podía creer: se convirtió en el primer latinoamericano en ganar el Tour.
Para llegar donde llegaron, Cochise, Herrera, Parra, Niño, Nairo, entre
los ciclistas, pero también una Mariana Pajón en BMX y bicicross; una Caterine
Ibargüen en atletismo y sus colegas hombres Mora, Mejía y Tibaduiza; Pambelé,
Rocky Valdés y el Happy Lora en boxeo; docenas de futbolistas cuya listado aquí
sería interminable… todos ellos sudaron la camiseta, para ganar tuvieron que
perder muchísimas veces. Su esfuerzo no fue en vano. Alegraron un país entero,
pero sobre todo nos enseñaron con su ejemplo que es verdad que el que quiere
azul celeste, que le cueste. Casi todos ellos tuvieron que luchar hasta para
conseguir un patrocinador que creyera en ellos. Nunca defraudaron sus sueños.
Para conquistar Londres y París, pasaron muchos, muchos años. Lo mejor
fue la humildad en el triunfo. Ellos, que tendrían razones evidentes y de sobra
para creerse los héroes, no se la creen. Podrían reclamar desfiles y
reconocimientos y piden sencillez y austeridad. ¡Es el premio merecido! Así
ganan los grandes, con sobriedad y simplicidad.
En Londres se ganó en un deporte blanco, de élite y los ganadores representaban
muy bien su clase. En la catedral del tenis, el mundo entero se dio cuenta de que
también en Colombia cientos de jóvenes creen que es posible realizarse en este
deporte. En París se ganó en un deporte eminentemente popular y fue ganado por
un hombre de extracción modesta. En los Campos Elíseos, el mundo entero se dio
cuenta de que también en Colombia miles de jóvenes creen que es posible pasar a
la historia con este deporte. De Londres a París, en cuestión de una semana, se
escribió una inolvidable página de la historia del deporte colombiano. Gracias
Cabal, gracias Farah, gracias Egan, gracias por enseñarnos que es trabajando
duro como se logran los grandes objetivos de la vida.