Por Pedro Juan González Carvajal*
Hace un año largo, cuando terminó la corta
etapa de Juan Manuel Lillo al frente de la dirección técnica del Atlético
Nacional, advertíamos que era inevitable el bajón futbolístico del equipo luego
de ganar su segunda Copa Libertadores, de clasificar a la malograda final de la
Copa Sudamericana y de alcanzar el puesto de honor como el mejor equipo del
mundo según la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol. Era
claro que, en el medio latinoamericano, no era posible conservar dicho nivel
pues, tras éxitos como estos, se presentaba una masiva venta de jugadores al
exterior que obligaban a recomponer la nómina.
Hasta allí, todo era normal. Pero una cosa es
un explicable bajón futbolístico y otra es que la institución ha caminado de
tumbo en tumbo durante los últimos años. Con el ánimo de aportar para que
Nacional retome su camino como el más ganador y el más grande de Colombia y
como gran referente del país en el concierto del fútbol internacional, señalaré
algunos de los grandes desaciertos de los últimos tiempos, que deberán
propiciar un aprendizaje para no reincidir en errores y corregir algunos de los
cometidos.
Por sugerencia del profesor Juan Carlos Osorio,
técnico de avanzada y de escuela europea y con el apoyo de Juan Pablo Ángel,
gran conocedor del fútbol internacional, se hizo una cuantiosa inversión en el
Centro de Alto Rendimiento, para estar a la altura de los grandes equipos del
mundo. Indudablemente fue una gran decisión con visión de futuro, pero en el
corto plazo, y ya en el mediano, parece que ha quedado grande el manejo de
dicho Centro pues, en primer lugar, se convirtió en el detonante para la salida
del profesor Reinaldo Rueda, y posteriormente, ha sido fuente de una enorme
paradoja: ahora que tenemos Centro de Alto Rendimiento, el rendimiento
deportivo ha bajado a su mínima expresión y al contrario de permitir el mejor
acondicionamiento físico de los jugadores, se ha entrado en una etapa caracterizada
por la seguidilla de lesiones. Parece que tenemos un Centro de Alto
Rendimiento, pero no hemos dado en el clavo de su correcta utilización.
Otro punto crítico ha sido el manejo de la
nómina. Ventas jugosas con reinversiones que no se entienden, cláusulas de
rescisión impuestas por los jugadores en detrimento económico del club –casos
Armani, Mateus Uribe y Jorman Campuzano, que pudieron venderse por sumas
significativamente superiores–, y contratación de jugadores que han demostrado
no estar al nivel de un equipo como Nacional. Si bien es cierto, cualquier
equipo se resiente con la salida de jugadores como Jonathan Copete, Víctor
Ibarbo, Davinson Sánchez, Farid Díaz, Alexánder Mejía, Sebastián Pérez,
Alejandro Guerra, Orlando Berrío, Miguel Ángel Borja, Marlos Moreno, Mateus
Uribe, Andrés Ibargüen, Franco Armani, Macnelly Torres y Jorman Campuzano,
entre otros, también es cierto que con el producto de tales negociaciones se
podrían contratar jugadores de mejor nivel de los que han llegado.
No hago el listado de las malas contrataciones
porque es tan extensa que, con sus fotos, podría llenarse el álbum Panini de
los petardos.
Los tumbos dados en la elección de director
técnico, que han hecho que se comporte como un equipo chico que cambia de técnico
cada seis meses, también merece comentario. Con la facilidad del retrovisor se
evidencia que el último técnico extranjero triunfador fue Óscar Quintabani,
luego, los ensayos con foráneos han sido lamentables, mientras que los grandes
logros como las dos Libertadores, las tres finales de la Sudamericana, la
Recopa y la gran mayoría de títulos locales han sido obtenidos por técnicos
colombianos. Esto, realmente, debe significar algo.
Por último, y me refiero a este tema desde la
limitada perspectiva del hincha, se perciben errores directivos que han
ocasionado graves consecuencias económicas que se han traducido en lo deportivo
y que hablan muy mal de la gestión administrativa del club. Las demandas por
parte de quienes alegan tener derechos de formación sobre jugadores que han
sido vendidos por el club, la demanda del Cortuluá por los perjuicios
ocasionados al haber dejado perder los derechos deportivos sobre Fernando Uribe,
que limitó enormemente la posibilidad de reforzar la nómina para la Copa Libertadores
y para La Liga que está terminando, son algunas muestras de que en lo directivo
las cosas tampoco han funcionado bien, corroborado además por la presencia de tres
presidentes en tres años.
Hay otros aspectos como la relación con las
barras, los supuestos casos de indisciplina interna, la injerencia en la toma
de decisiones por parte de personas externas, que también ameritan un análisis
que espero que sean realizados ampliamente por quienes tienen el manejo del
club desde 1996 y a quienes los hinchas debemos tantas alegrías que, con
seguridad, tomando decisiones acertadas, serán reeditadas en el futuro
inmediato.