martes, 4 de junio de 2019

De cara al porvenir: tumbos verdes


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Hace un año largo, cuando terminó la corta etapa de Juan Manuel Lillo al frente de la dirección técnica del Atlético Nacional, advertíamos que era inevitable el bajón futbolístico del equipo luego de ganar su segunda Copa Libertadores, de clasificar a la malograda final de la Copa Sudamericana y de alcanzar el puesto de honor como el mejor equipo del mundo según la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol. Era claro que, en el medio latinoamericano, no era posible conservar dicho nivel pues, tras éxitos como estos, se presentaba una masiva venta de jugadores al exterior que obligaban a recomponer la nómina.

Hasta allí, todo era normal. Pero una cosa es un explicable bajón futbolístico y otra es que la institución ha caminado de tumbo en tumbo durante los últimos años. Con el ánimo de aportar para que Nacional retome su camino como el más ganador y el más grande de Colombia y como gran referente del país en el concierto del fútbol internacional, señalaré algunos de los grandes desaciertos de los últimos tiempos, que deberán propiciar un aprendizaje para no reincidir en errores y corregir algunos de los cometidos.

Por sugerencia del profesor Juan Carlos Osorio, técnico de avanzada y de escuela europea y con el apoyo de Juan Pablo Ángel, gran conocedor del fútbol internacional, se hizo una cuantiosa inversión en el Centro de Alto Rendimiento, para estar a la altura de los grandes equipos del mundo. Indudablemente fue una gran decisión con visión de futuro, pero en el corto plazo, y ya en el mediano, parece que ha quedado grande el manejo de dicho Centro pues, en primer lugar, se convirtió en el detonante para la salida del profesor Reinaldo Rueda, y posteriormente, ha sido fuente de una enorme paradoja: ahora que tenemos Centro de Alto Rendimiento, el rendimiento deportivo ha bajado a su mínima expresión y al contrario de permitir el mejor acondicionamiento físico de los jugadores, se ha entrado en una etapa caracterizada por la seguidilla de lesiones. Parece que tenemos un Centro de Alto Rendimiento, pero no hemos dado en el clavo de su correcta utilización.

Otro punto crítico ha sido el manejo de la nómina. Ventas jugosas con reinversiones que no se entienden, cláusulas de rescisión impuestas por los jugadores en detrimento económico del club –casos Armani, Mateus Uribe y Jorman Campuzano, que pudieron venderse por sumas significativamente superiores–, y contratación de jugadores que han demostrado no estar al nivel de un equipo como Nacional. Si bien es cierto, cualquier equipo se resiente con la salida de jugadores como Jonathan Copete, Víctor Ibarbo, Davinson Sánchez, Farid Díaz, Alexánder Mejía, Sebastián Pérez, Alejandro Guerra, Orlando Berrío, Miguel Ángel Borja, Marlos Moreno, Mateus Uribe, Andrés Ibargüen, Franco Armani, Macnelly Torres y Jorman Campuzano, entre otros, también es cierto que con el producto de tales negociaciones se podrían contratar jugadores de mejor nivel de los que han llegado.
No hago el listado de las malas contrataciones porque es tan extensa que, con sus fotos, podría llenarse el álbum Panini de los petardos.

Los tumbos dados en la elección de director técnico, que han hecho que se comporte como un equipo chico que cambia de técnico cada seis meses, también merece comentario. Con la facilidad del retrovisor se evidencia que el último técnico extranjero triunfador fue Óscar Quintabani, luego, los ensayos con foráneos han sido lamentables, mientras que los grandes logros como las dos Libertadores, las tres finales de la Sudamericana, la Recopa y la gran mayoría de títulos locales han sido obtenidos por técnicos colombianos. Esto, realmente, debe significar algo.

Por último, y me refiero a este tema desde la limitada perspectiva del hincha, se perciben errores directivos que han ocasionado graves consecuencias económicas que se han traducido en lo deportivo y que hablan muy mal de la gestión administrativa del club. Las demandas por parte de quienes alegan tener derechos de formación sobre jugadores que han sido vendidos por el club, la demanda del Cortuluá por los perjuicios ocasionados al haber dejado perder los derechos deportivos sobre Fernando Uribe, que limitó enormemente la posibilidad de reforzar la nómina para la Copa Libertadores y para La Liga que está terminando, son algunas muestras de que en lo directivo las cosas tampoco han funcionado bien, corroborado además por la presencia de tres presidentes en tres años.

Hay otros aspectos como la relación con las barras, los supuestos casos de indisciplina interna, la injerencia en la toma de decisiones por parte de personas externas, que también ameritan un análisis que espero que sean realizados ampliamente por quienes tienen el manejo del club desde 1996 y a quienes los hinchas debemos tantas alegrías que, con seguridad, tomando decisiones acertadas, serán reeditadas en el futuro inmediato.