Por Pedro
Juan González Carvajal*
Para salirnos un
momento del ridículo círculo de circunstancias que rodean a Colombia, veamos
algunos movimientos planetarios que de alguna manera nos han de impactar más
temprano que tarde.
Sea lo primero,
la ejemplarizante actuación del Gobierno Austríaco, que ante un acto de
corrupción de funcionarios del más alto nivel, reacciona de manera enérgica e inmediata,
y convoca a elecciones anticipadas para conformar un nuevo Gobierno. Se parece
a la pusilánime actuación del gobierno actual en cabeza de su presidente y de
su embolatada, aunque cacareada lucha contra la corrupción.
Lo segundo, el
inicio de una previsible guerra mundial originada en la lucha comercial de los
gigantes de la computación y las telecomunicaciones, como lo son Google y Huawei,
a la cual podrían sumarse Apple y Microsoft contra Samsung, Facebook contra
Vkontakte, y Amazon contra Alí Babá, estos últimos, en términos de mercados
minoristas globales.
No olvidemos
tampoco los conflictos actuales entre Google y China y entre Exxon y Rusia, que
finalmente podrían llegar a ser más explosivos que la tan anunciada guerra
entre el Oriente Islámico y el Occidente Cristiano.
Lo tercero, la
explosión de las siguientes cuatro fuerzas que servirán de palanca para mover
al mundo en un futuro cercano: la nanotecnología, la biotecnología, la
infotecnología y la cognotecnología.
Sofía es el
primer robot con nacionalidad en el mundo. En 2017 Arabia Saudí le otorgó la
nacionalidad Saudí, hecho que en este momento pone sobre la mesa la necesidad
de replantear conceptos que más o menos teníamos claros, como: alma, mente,
pensamiento, conocimiento, sensación, identidad, sentimiento, carácter,
voluntad, cerebro, inteligencia y personalidad, entre otros varios.
¿Cómo
relacionamos a Sofía con cada uno de estos conceptos? Lo cierto es que las
nuevas realidades necesitarán de mentes abiertas y de librepensadores para
poder adaptar las nuevas condiciones que nos ofrecen las cuatro fuerzas para
que todos podamos caber en el planeta.
Costumbres,
tradiciones, dogmas, leyes, paradigmas, teoremas, corolarios, doctrinas, entre
otras varias posturas, parece que entrarán en competencia abierta con las
nuevas circunstancias, lo cual podrá llevarnos a conflictos desconocidos hasta
el presente entre los defensores de una u otra postura, y de una u otra
posibilidad.
Dice Mafalda que
antes el futuro era más fácil de predecir…, Julio Verne, George Orwell, Isaac Asimov,
Alvin Toffler y Yuval Noah Harari, así como otros tantos visionarios, nos han
estado mostrando el camino que paulatinamente hemos venido recorriendo en los
últimos decenios, y pensadores como Edgar Morin nos desnudan la real
complejidad del mundo.
Dice el
Eclesiastés que “no hay nada nuevo bajo el sol” y Shakespeare que “hay
más cosas ocultas entre cielo y tierra de lo que uno se podría imaginar”.
Mantengamos la
mente abierta, potenciemos el libre pensamiento y la tolerancia para que las
nuevas realidades no nos atropellen y no terminen por pulverizar el pequeño
mundo, el insignificante microcosmos que cada uno de nosotros ha construido con
esmero, en medio de las creencias y las verdades con las cuales nos educaron y
que nos propiciaron un cierto grado de conocimiento, y que se parece, muy
ciertamente, a un grano de arena en medio de un vasto desierto, o en medio del
océano, para concluir finalmente que no somos nada.
¿Se imagina
usted amable lector el desplome de todas las ideologías existentes en todos los
campos ante la posibilidad, cada vez más próxima, de encontrar vida fuera de la
tierra? ¡Amanecerá y veremos!
Recordemos al
Eclesiastés cuando sentencia: “Vanidad de vanidades, y tan solo vanidad”.