Por José Alvear Sanín*
Los medios electrónicos nos permiten ahora un contacto
muy cercano, tanto con amigos como con acontecimientos, comentarios estudios y
opiniones. En buena parte eliminan el tiempo y la distancia. El internet, del
que soy el menos capaz como usuario, sin embargo, ha hecho posible un
intercambio muy frecuente con un escritor sobresaliente, Eduardo Mackenzie,
hasta el punto de poder considerarlo un amigo próximo, a pesar de que él vive
desde hace muchas décadas en París.
Ese intercambio ha enriquecido mi pluma, porque
sus escritos siempre orientan, y porque en más de una ocasión, en comunicaciones
privadas, que siempre agradezco, me ha hecho reflexionar sobre puntos que he
descuidado, o me ha hecho detener oportunamente la expresión de ideas no lo
suficientemente maduradas, prematuras o imprudentes.
En efecto, lo más importante de los escritos de
Eduardo consiste en su capacidad de orientación, fruto de una dedicación
ejemplar a los asuntos de Colombia. A ellos consagra tres o cuatro escritos
magistrales cada mes, y, diariamente, durante décadas, recopila lo más
importante que se escribe en o sobre nuestro país, en un blog imprescindible, Colombian
News, que devela las grandes líneas de la larga, bien planificada y audazmente
concertada acción de las fuerzas revolucionarias que avanzan hacia el total
dominio del país.
Afortunadamente, la historia de Colombia no
podrá escribirse contra los testimonios recogidos por Eduardo, a pesar de todo
el esfuerzo de la “Comisión de la Verdad”, encargada de preparar la historia
leninista para nuestro país.
Ahora bien, lo más admirable de esa incansable
acción patriótica de Mackenzie es que se ejerce desde Francia, país que conoce
y admira, cuya lengua escribe con la mayor elegancia, e incluso a veces lo hace
mejor en ella que en español. Además, su esposa es una dama francesa, delicada,
culta y encantadora, madre de su hija. Pero en Eduardo, nada ha disminuido su
amor por Colombia. Todos conocemos a parientes y amigos que se asimilan
plenamente a sus nuevos países, hasta el punto de conservar apenas un leve
contacto emocional y esporádico con su patria inicial. Lo contrario ocurre con
Eduardo, cada día más apegado a su patria amenazada, donde muy pocos son
conscientes de los peligros que ponen en riesgo su existencia como comunidad
civilizada, productiva, libre y democrática.
Por esas razones no podía regresar a Colombia,
de un interesante periplo turco, sin ir a conocer personalmente al amigo y
maestro. Acabo de compartir con él maravillosas horas en Chartres (donde
empieza a resplandecer la catedral, a medida que se retira el grasoso hollín de
los siglos), y en su apartamento-biblioteca. La profusión de bellas ediciones
de los mejores libros en el más envidiable orden tiene mucho que decir sobre la
erudición y la organización mental del gran escritor político que es Eduardo
Mackenzie.
***
Turquía es un país sorprendente, uno de
aquellos pocos que superan la expectativa del visitante. Limpio, ordenado,
próspero, con envidiable nivel de vivienda y magníficas carreteras y
autopistas. Si los problemas de Colombia no se agravasen día a día, valdría la
pena comentar lo que admira el viajero.