José
Leonardo Rincón, S. J.*
Dejo claro de entrada que comparto al ciento por ciento el llamado que
el Papa Francisco nos hace en Laudato Si respecto de la protección del medio
ambiente como una prioridad y que cuidar esa casa común es nuestra
responsabilidad para con nosotros mismos y las futuras generaciones.
Pero quiero también expresar mi descontento como ciudadano por las
decepcionantes medidas que en esta ciudad se han tomado, aparentemente tan
oportunas (en realidad, tardías), tan acertadas (en realidad, desenfocadas),
tan justas (en realidad, inequitativas), tan efectivas (en realidad, tan
dañinas). Me explico.
El problema no es nuevo, por supuesto. Lo grave es que los remedios que
se han aplicado han resultado peores que la enfermedad. Cuando apareció la
restricción vehicular, no se hizo invocando la protección del medio ambiente,
sino porque la ciudad se había vuelto intransitable. Y lo que a estos “genios”
de la administración distrital se les olvida es que si ha habido un desaforado
aumento del parque automotor es porque al no existir un buen servicio masivo de
transporte público, la gente anhela comprarse un carro con tal de evitarse el
caótico e inseguro medio existente. No sé si ustedes saben que un solo
concesionario de vehículos en Bogotá vende al día 60 carros y que se está
vendiendo hoy día una moto cada minuto. Datos preocupantes por no decir
escandalosos.
Además, olvidan adrede, por no decir que se hacen los de la vista gorda,
el proveer un sistema masivo, eficiente y organizado, como el que tienen las
grandes ciudades, pero que no pareciera merecer un pueblo como estos con más de
8 millones de habitantes. Hacer el metro les ha quedado grande a nuestros
burgomaestres, incapaces de sacarlo adelante, indolentes y negligentes por ya
más de 60 años, soberbios personajes sin políticas de Estado que despilfarran
miles de millones en estudios que serán desechados luego por el siguiente
alcalde de turno.
Recién se inventó la restricción vehicular denominada “pico y placa” la
gente entendió que era necesaria y aunque no les permitía usar su carro un día
a la semana, comprendieron que había que aceptarla por el bien ciudadano. A
nuestros “genios” se les ocurrió entonces la brillante idea de hacer más fuerte
la medida extendiéndola un día más. Ahí la gente no aguantó y el remedio fue
peor que la enfermedad, porque se optó entonces por tener otro carro cuya placa
terminara en el número diferente al que ya se tenía. En tanto, nunca se
plantearon medidas radicales y de fondo. El metro siguió en veremos y los
concesionarios hicieron su agosto. El sistema de Transmilenio colapsó y el SITP
aunque arrancó, nunca fue eficiente.
Este Alcalde reelegido, quien ya se había lucido con el fiasco de las
troncales desbaratadas en sus lozas, rechazó lo que hizo su antecesor respecto
del metro subterráneo y se le está acabando ya su mandato sin haber logrado
nada tampoco con su propuesta del metro elevado. Peor aún, ha fortalecido el
sistema que se inventó, no sé con qué intereses, volviendo a comprar
desastrosos articulados diesel, descartando los eléctricos que en Santiago de
Chile curiosamente sí funcionaron, y pretende dañar la carrera séptima,
introduciendo estas moles contaminantes, alterando el paisaje de la vía
bogotana más tradicional, sencillamente porque no se le ha ocurrido que, ante un
nuevo fracaso del metro, un tranvía eléctrico y ligero, causaría menos impacto
y daño ambiental.
Lo que ahora me llama la atención es que la venta de vehículos para
diciembre pasado había bajado un 5% y de pronto este año “descubrimos” que el
aire de la capital está contaminado y se ve necesario tomar fuertes medidas de
restricciones vehiculares de día entero. Se han hecho dos ensayos para testear
el pueblo. Los comerciantes protestan, menos los concesionarios que han visto
cómo vuelven a incrementarse sus ventas… ¡qué curioso!, ¿verdad? De nuevo, el
remedio peor que la enfermedad. Lo curioso es que anuncian drásticas medidas,
milagrosamente el aire se mejora y los benévolos funcionarios reducen un día la
sanción porque ya se mejoró el aire… pero no sacan de rodaje sus contaminantes
buses del sistema…
Y los “genios” de la movilidad siguen luciéndose. Las motos son un
enjambre inmanejable. Para ellos prácticamente no hay restricciones, no pagan
peajes, invadieron los corredores viales, se atraviesan por doquier, no hay
quien los controle. Por supuesto que ellos están felices porque les sale más
barato hacer cabriolas en las calles que pagar Transmilenio donde se tenían que
aguantar las colas infinitas, el chalequeo y el manoseo. Hay cada vez más motos
porque la gente está harta del pésimo transporte público urbano.
Y los “genios” de la movilidad siguen luciéndose. Como además son
ecologistas y amantes del ejercicio saludable en una ciudad contaminada, se
inventaron que Bogotá es la capital mundial de la bicicleta y han decidido
estrechar aún más las ya congestionadas e infartadas vías, reduciéndolas de
tamaño para que pasen unos cuantos ciclistas. No se les ocurrió trazar su
invento por vías alternas que pocos carros transitan. No. Tuvieron que hacerlo
por vías arterias, para mortificar a los conductores de carros y exponer más a
los ciclistas. ¡Son realmente maravillosos!
Vamos a ver qué se siguen inventando nuestros geniales exponentes de la
movilidad criolla. Seguramente seguirán yéndose por las ramas en vez de ir a
las raíces del problema. Y quizás así continuemos otros 60 años.