jueves, 7 de marzo de 2019

La implosión, desquite simbólico


Por Andrés de Bedout Jaramillo

Andrés de Bedout Jaramillo
La caída del edificio Mónaco, fue como un desquite simbólico al mal que nos han causado, nos están causando y nos seguirán causando los narcotraficantes, que hoy son guerrilla, paramilitares y bandas criminales y que también extorsionan, secuestran, reclutan menores, forzan deserciones escolares, prostituyen mujeres, obligan abortos, vuelan oleoductos y se apoderan de tierras obligando a sus dueños a abandonarlas, contrabandean, lavan dinero y en el desarrollo de estas y otras actividades más, permearon, permean y permearán, con su sucio dinero, a los sectores público y privado de la sociedad.

Tienen aliados ávidos de dinero, en la política de derecha, de izquierda y de centro; en la justicia, en el comercio, en la industria, en los servicios, en la policía, en el ejército, mejor dicho, podría asegurar que todos los colombianos hemos tenido relación con el narcotráfico, directa o indirectamente, voluntaria o involuntariamente, y el daño que han causado, causan y seguirán causando, es de unas proporciones tales, que acabarlos es prácticamente imposible.

Hoy tenemos más de 300.000 hectáreas de coca, de la que dependen miles de familias campesinas y gran parte del sector de la informalidad, que representa el 50% del sector laboral colombiano. Es tal el poder y la dinámica del sector, que cuando es dado de baja o capturado un cabecilla, inmediatamente es remplazado por otro cabecilla. Ya no alcanzan ni las cárceles, ni las estaciones de policía, ni las brigadas militares, ni los despachos judiciales, para guardar a los delincuentes y eso que faltan cientos de miles por ser judicializados, capturados y encarcelados.

Me tocó tener muy cerca a Pablo Escobar, símbolo del mal en todas sus manifestaciones, y a otros narcotraficantes. Eran mis vecinos en Torrelavega, el primer edificio de oficinas que se construyó sobre la avenida de El Poblado, cerca de lo que hoy es el Centro Comercial Oviedo. Inicialmente el edificio estaba habitado por industriales y profesionales muy prestantes. En los años 70 se presentó una fuerte crisis económica que afectó fuertemente a la industria y al comercio, pero llegó la bonanza de las mafias de la coca, que compraron todo lo que estaba para la venta, a precios que solo ellos podían hacerlo, para blanquear sus dineros, mejor dicho, eran la tabla de salvación para sacarle el mayor rendimiento posible a los inmuebles (oficinas, casas, lotes, apartamentos, fincas, empresas grandes, medianas y pequeñas).

Definitivamente el pasaporte de ingreso a la sociedad, fueron, son y seguirán siendo los dineros de la mafia, el poderío económico que tanto nos gusta a los humanos. De un momento a otro el Edificio Torrelavega fue ocupado por estos personajes de la naciente y poderosa mafia criolla, que todo lo permeaba. Para esa época los narcos no tenían guardaespaldas, se movían por todas partes con la mayor tranquilidad posible. Además de ser admirados y perseguidos, hacer negocios con ellos era lo mejor y las mujeres más bonitas caían a sus pies.

Todos muy amables y saludadores, cuando nos encontrábamos en el ascensor, en los pasillos, en el garaje… en el Torrelavega guardaban los famosos Renault 4 que utilizaban en las carreras y desde allí, hasta salían a trotar para preparase físicamente.

Crecieron sus fortunas de tal manera que se consideraban dueños hasta de la vida de las personas. Se convirtieron en la plaga más horrible, que hoy, 50 años después, todavía nos toca padecer, con paramilitares, cientos de bandas de malandrines, guerrilleros, políticos corruptos y lavadores de dinero infiltrados en todas las actividades. Todo ha sido y es permeado por las mafias del narcotráfico y lo peor, su cultura se arraigó en nuestra sociedad.

Yo personalmente, cuando cayó el Mónaco sentí un fresquito. Allí funcionó la fiscalía durante varios años y me tocó ir a ese edificio. Qué paradoja, porque desmontamos un negocio de separación de basuras, de los paracos mafiosos, protegidos y alcahueteados por políticos y funcionarios, separación que causaba situaciones ambientales terribles, además, a unos costos que estaban llevando a la quiebra a las EVM. La retaliación no se dejó esperar, me denunciaron penalmente por delitos contra el medio ambiente, por derrame de lixiviados cuando yo no había llegado siquiera a la dirección de esa empresa. Al Mónaco fui a rendir indagatoria y a pedir permiso cuando debía salir del país. Fueron cuatro años frenteando el proceso.

En el acto que organizó la alcaldía en el Club Campestre, para la implosión, todos los ciudadanos que en una u otra forma nos hemos visto afectados por el narcotráfico, sentimos un alivio cuando cayó el Mónaco. Fue como la venganza simbólica contra los mafiosos, los guerrilleros, los paramilitares, las bandas criminales, que, con su sucio dinero, disponen de la vida, la honra y los bienes de los colombianos. Qué contrasentido, cuando son las autoridades de los 3 poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, con sus autoridades militares y de policía, las establecidas para defender la vida, la honra y los bienes de los colombianos.

Solo en Antioquia hay más de 80 organizaciones de víctimas, reclamando verdad, reparación y no repetición, mientras los narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares y demás bandas criminales, siguen aumentando el listado de víctimas, aumentando la informalidad y las lavanderías de dineros del narcotráfico están funcionando a mil por hora, generando condiciones desiguales de competencia, en todas las actividades de la economía formal. El enemigo número uno de la formalidad es la informalidad.

Si a través de la historia ha servido la legalización del tabaco, del alcohol, de la marihuana, ¿por qué no va a servir la legalización de la coca? Esos torrentes de dinero en la economía formal, serían muy útiles en la lucha contra la inequidad: más salud, más vivienda, más educación, menos hambre, más empleo, inclusive para los adictos, para los indigentes, para los presos.

Dios mío, ilumina a los dirigentes del mundo para definir si en aras del interés general sobre el interés particular, se debe legalizar la cocaína, manejando sus efectos nocivos como se manejan los del alcohol, el tabaco, y aprovechando los efectos medicinales como se aprovechan los del alcohol y la marihuana.