Por José Alvear Sanín*
De
los muchos organismos supraconstitucionales la JEP es el más perverso y
aberrante. Frente a la remota posibilidad de que algunas reformas sugeridas por
el fiscal general, nimias desde luego, sean aprobadas por el Congreso, o de que
el presidente objete algunos de los incontables artículos inconvenientes de la
Ley que organizó ese pseudotribunal, se montó una intensa ofensiva —nacional y
extranjera— para defender la “independencia” de la JEP, que no es cosa
diferente de su dependencia de las FARC.
Dentro
de ese bien coordinado operativo se destapó un almuerzo en la rectoría del
Externado, al que asistieron algunos de los principales autores del esperpento,
magistrados, procurador y otras raposas jurídicas, con el propósito de actuar
de manera eficaz para asegurar el blindaje de la JEP, de tal manera que se
mantengan intangibles todos y cada uno de los artículos que le permiten actuar
como enclave estalinista dentro de un desfalleciente estado de derecho.
En
esa reunión se propuso, además, la presentación de una “papeleta” adicional
para que en los comicios del próximo octubre los electores “expresen su apoyo a
la paz”. Con esa trampa se conseguiría una ratificación popular de lo acordado
a través de la supraconstitución habanera.
Si
esa tóxica papeleta es aceptada por las autoridades electorales, seguramente
obtendrá una votación masiva, porque nadie está contra la “paz”; y nunca más
podríamos recordarle al país el voto negativo del plebiscito y la refrendación
delictual del AF por parte de un Congreso incompetente para desconocer la
determinación del pueblo y el sucesivo prevaricato, en el mismo sentido, de las
“altas cortes”.
Si
llegara a tener éxito esa astuta manipulación del electorado —detrás de la cual
estará toda la propaganda necesaria—, se lograría blindar eficazmente el AF,
hasta que Colombia quede doblegada por el “socialismo del siglo XXI”.
Esta
maniobra está inspirada en el éxito de la Séptima Papeleta con que fue
enterrada la Constitución y convocada la Constituyente de 1991, que desquició y
desinstitucionalizó realmente al país, aunque dicha papeleta finalmente ni
siquiera se contabilizó. Pero sobre ese subterfugio se expidió la nueva Carta.
Ahora
bien, la amenaza de esa papeleta es real, porque constituye una especie de
plebiscito subrepticio, clandestino, falaz y malicioso. El gobierno no puede
dejarse llevar con ese señuelo de la “paz” a aprobar la votación de esa
papeleta, que en cambio, se podría convertir, más bien, en otra por la
verdadera paz, es decir, por una votación que le dé plenos poderes al
presidente para eliminar todo lo que sea anticonstitucional en el AF y
reformar, modificar y derogar todo lo que sea inconveniente, ilegal y pérfido,
en la copiosa legislación que se ha implementado para maniatarlo y propiciar la
caída de la democracia.
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Si
no es lícito intervenir militarmente para salvar a Venezuela, se acepta
tácitamente que Maduro y sus esbirros sí pueden matar, torturar y someter a la
población.
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¡El
locuaz papa Bergoglio mantiene su culpable silencio ante la tragedia de
Venezuela!