miércoles, 6 de marzo de 2019

Ante una papeleta especialmente tóxica


Por José Alvear Sanín*

José Alvear Sanín
De los muchos organismos supraconstitucionales la JEP es el más perverso y aberrante. Frente a la remota posibilidad de que algunas reformas sugeridas por el fiscal general, nimias desde luego, sean aprobadas por el Congreso, o de que el presidente objete algunos de los incontables artículos inconvenientes de la Ley que organizó ese pseudotribunal, se montó una intensa ofensiva —nacional y extranjera— para defender la “independencia” de la JEP, que no es cosa diferente de su dependencia de las FARC.

Dentro de ese bien coordinado operativo se destapó un almuerzo en la rectoría del Externado, al que asistieron algunos de los principales autores del esperpento, magistrados, procurador y otras raposas jurídicas, con el propósito de actuar de manera eficaz para asegurar el blindaje de la JEP, de tal manera que se mantengan intangibles todos y cada uno de los artículos que le permiten actuar como enclave estalinista dentro de un desfalleciente estado de derecho.

En esa reunión se propuso, además, la presentación de una “papeleta” adicional para que en los comicios del próximo octubre los electores “expresen su apoyo a la paz”. Con esa trampa se conseguiría una ratificación popular de lo acordado a través de la supraconstitución habanera.

Si esa tóxica papeleta es aceptada por las autoridades electorales, seguramente obtendrá una votación masiva, porque nadie está contra la “paz”; y nunca más podríamos recordarle al país el voto negativo del plebiscito y la refrendación delictual del AF por parte de un Congreso incompetente para desconocer la determinación del pueblo y el sucesivo prevaricato, en el mismo sentido, de las “altas cortes”.

Si llegara a tener éxito esa astuta manipulación del electorado —detrás de la cual estará toda la propaganda necesaria—, se lograría blindar eficazmente el AF, hasta que Colombia quede doblegada por el “socialismo del siglo XXI”.

Esta maniobra está inspirada en el éxito de la Séptima Papeleta con que fue enterrada la Constitución y convocada la Constituyente de 1991, que desquició y desinstitucionalizó realmente al país, aunque dicha papeleta finalmente ni siquiera se contabilizó. Pero sobre ese subterfugio se expidió la nueva Carta.

Ahora bien, la amenaza de esa papeleta es real, porque constituye una especie de plebiscito subrepticio, clandestino, falaz y malicioso. El gobierno no puede dejarse llevar con ese señuelo de la “paz” a aprobar la votación de esa papeleta, que en cambio, se podría convertir, más bien, en otra por la verdadera paz, es decir, por una votación que le dé plenos poderes al presidente para eliminar todo lo que sea anticonstitucional en el AF y reformar, modificar y derogar todo lo que sea inconveniente, ilegal y pérfido, en la copiosa legislación que se ha implementado para maniatarlo y propiciar la caída de la democracia.

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Si no es lícito intervenir militarmente para salvar a Venezuela, se acepta tácitamente que Maduro y sus esbirros sí pueden matar, torturar y someter a la población.

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¡El locuaz papa Bergoglio mantiene su culpable silencio ante la tragedia de Venezuela!