martes, 5 de marzo de 2019

De cara al porvenir: perturbaciones ambientales


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González
Epistemológicamente hablando, las acciones humanas pueden ser, entre otras, acertadas, erróneas o accidentales.

No me considero en situación de juzgar, porque no soy juez, ni de evaluar, porque no tengo los suficientes elementos de evaluación, con respecto a la situación que se vive en Hidroituango. Confío en la idoneidad, profesionalismo y compromiso de los técnicos vinculados al proyecto y en la responsabilidad y probidad de los gobernantes y funcionarios pasados y actuales, pero sobretodo, en la experiencia, seriedad y solvencia empresarial de Empresas Públicas de Medellín.

No me cabe en la cabeza pensar ni por un minuto que las decisiones que se han tomado no han sido sometidas a rigurosa evaluación técnica. Cabe la posibilidad de que, como en cualquier situación humana, puedan presentarse errores y mucho más, accidentes, pero no que la imprevisión, la soberbia o las presiones ajenas, hayan influenciado la toma de decisiones adecuada.

El desastre ambiental es inocultable, causado por el error o por los accidentes. Cuando los países que han empleado bombas nucleares lo han hecho, ha sido a plena conciencia y sin previa licencia ambiental, y sus impactos han generado invaluables costos ambientales, incluyendo la muerte de seres humanos en gran cantidad.

En este caso, los errores, si existen, deben reconocerse y corregirse a la mayor brevedad y los accidentes deben ser prevenidos y oportunamente alertada su posible ocurrencia, así como atendida integralmente la población que se encuentra potencialmente vulnerable.

Lo sucedido cuando se secó temporalmente el cauce del río Cauca, aguas abajo, es irreversible e irreparable. Su dimensionamiento es improbable y sus secuelas golpearán a la región por largo tiempo.

Uno diría que esto no puede volver a ocurrir, pero a esta altura de los acontecimientos, no se puede asegurar a ciencia cierta.

Qué prueba y qué exigencia profesional se viene para los responsables directos de la toma de decisiones: evaluar y definir la viabilidad, sostenibilidad y sustentabilidad del proyecto a largo plazo o clausurarlo definitivamente, con todas las consecuencias que esto acarree.

No podemos darnos el lujo de tomar decisiones para el corto plazo: los funcionarios pasan, pero los Municipios quedan. Por cuidar reputaciones, imágenes personales o proyectos políticos futuros, no podemos, por salir airosos en el corto plazo, incubar una tragedia de quien sabe cuáles proporciones para el mediano o largo plazo: sería un acto no solamente irresponsable, sino, además, criminal.

Sostiene la Negra Nieves: “Tengamos los ojos bien puestos sobre Venezuela mientras hacen trizas nuestra paz”. (El Espectador, sábado 23 de febrero).