Luis Guillermo Echeverri Vélez
Dice
el adagio: “Lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta”. El asunto no es
de izquierdas y derechas. Aquí el desfalco y la bacanal estatal la pagan los
impuestos de un sector productivo incapaz de soportar la dura carga tributaria.
A Colombia se le está quemando la cocina y el futuro depende de que no continúen
en el poder ni queden libres, los líderes del narcoterrorismo y sus perniciosos
aliados políticos.
La
inconciencia e irresponsabilidad con que se conducen hoy el Estado y las
instituciones asociativas políticas y gremiales hace que la sociedad colombiana
se tambalee en medio de una borrachera electoral donde se baila con la
criminalidad al son de la ilegalidad y se corre el riesgo de consolidar un
régimen comunista.
La
clase política disfruta de tremenda francachela electoral atendiendo perversas
ideas de estrategas políticos extranjeros, a quienes poco les importa el futuro
del país. Y el Gobierno protagoniza una grotesca comilona presupuestal cocinada
en la paila por donde circula un volumen de recursos ilícitos sin precedentes.
La
total ausencia de legalidad y justicia hace que un país lleno de biodiversidad,
agua y energía desperdicie su talento humano y pierda el tren del desarrollo en
plena era del conocimiento, donde la computación cuántica se mide en “Qubits”,
unidades que calculan simultáneamente tantas partículas como se puedan observar
en el universo.
El
incendio del vecino ya pasó la frontera y el país carga con la miseria humana
creada y desplazada por el castrochavismo y la ruina de la economía formal que
está vencida por los volúmenes de dineros que se tranzan por debajo de la mesa,
el costo de la inseguridad, y el efecto de la desconfianza inversionista en el
sector productivo.
El
mercado financiero está inundado por una formación de capitales ilícitos
alimentada por el producido de la exportación y lavado de cuatro mil toneladas
de cocaína, de la minería ilegal, el contrabando físico y técnico, trece
billones de remesas año y los retiros de dólares por cajero.
La
banca nacional hizo un pacto tácito de no agresión con el Gobierno, que le
permite limpiar cartera gracias a los flujos que recibe del movimiento de la
economía clandestina, que tienen al país entero gastando al debe de manera
peligrosa.
No
olvidemos que seguimos siendo el país de origen de la cocaína y de gran parte
de la minería ilegal, que en parte se distribuían al mundo a través de
Venezuela y en parte desde Colombia a carteles mexicanos. Hoy a partir de la
intervención americana en el Caribe buena parte de ese negocio ilegal se está
tranzando directamente en Colombia con todo tipo de mafias y carteles
internacionales bajo el auspicio del gobierno, la fiscalía y las fuerzas
armadas.
El
gasto del Estado en política no atiende los límites de la ley de garantías y
descuenta el riesgo de que la justicia les haga pagar sus ilícitos, en un país
donde las decisiones en favor de la legalidad no pasan de ser un caramelo
escaso.
Queda
por verse qué nos espera en materia de transparencia electoral, pues Colombia
está en manos de un tirano que tiene a su favor el haber comprado parte del
legislativo, injiere en la fiscalía, en los demás órganos de control, las
fuerzas armadas y la capacidad de inteligencia y presión fiscal, y en parte de
las cortes, y que insiste en quedarse en el poder o en entregarlo a alguno de
los candidatos que ya anunciaron que le garantizarían impunidad.
Vivimos
en medio de un ámbito politiquero, clientelista y corrupto como el común
denominador del ejercicio de la cosa pública y hace falta una representación
gremial capaz de poner a raya un gobierno destructor. Muchas de las grandes
empresas, especialmente las que contratan con el Estado, siguen creyendo que
sus problemas se solucionan haciendo lobby individual y fletando parlamentarios
para las elecciones venideras.
Mientras
un centenar de oportunistas se sacan los ojos unos a otros, nos distraen con
aquello de que si la izquierda o la derecha, cuando el ataque político del
gobierno comunista disfrazado de izquierda a quienes puedan hacerle contrapeso
va desde el asesinato a la protección de asesinos como gestores de paz y la
judicialización de familiares inocentes para ablandar oposición.
¿Hasta
cuándo nos van a durar la opresión narcoterrorista y la borrachera de
escándalos políticos frente a una sociedad que necesita soluciones a sus
problemas?
Tengamos
claro que el único caballo que tiene la democracia, capaz de aguantar la
distancia y derrotar el comunismo, es Uribe acompañado de todo el sector
productivo colombiano.
P.D.
Toda mi solidaridad al presidente Uribe y a su familia, difamados, perseguidos
y maltratados por la dialéctica que caracteriza la propaganda con que el
comunismo culpa siempre a la oposición de todos los males que le causa a una
nación. Conozco desde mi infancia a Santiago Uribe Vélez y a toda su familia y
doy fe de sus calidades como ser humano y persona honorable.
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