José Alvear Sanín
La frase que acabamos de recordar resume
la motivación psicológica de aquellos enamorados, despechados y furiosos que
matan lo que más aman, la novia imposible, o la que los dejó por otro, para que
nadie llegue a conquistarla...
Con la mayor angustia observo, en varias
docenas de auto precandidatos, esa misma actitud. En general, son personas
decentes y preparadas, pero –hay que decirlo–, sin votos, y, además poco
provistos de lo que ahora llaman carisma...
Pero todos se aferraban,
desesperadamente, a la ilusión de poder llegar a la Presidencia, por algún
golpe de fortuna, para no hablar de un milagro.
A medida que pasaban los meses, la
realidad se les iba imponiendo, pero en vez de desistir de las falsas
esperanzas, como amantes despechados, empezaron a odiar a los pocos que podrían
llegar a ser candidatos viables, antes de pasar a aborrecer al único que cada
día despierta creciente esperanza como el llamado a salvar del abismo al país.
Desde luego, me refiero a los de la
derecha, porque todos los del falso “centro” están dispuestos a jugar el triste
y traicionero papel de Rodolfo 2, a menos que desde ahora prefieran la hiena al
tigre.
Las elecciones para Congreso y las
“consultas” de marzo de 2026 están a la vuelta de la esquina y de ellas poco
bueno puede esperarse, porque los dirigentes democráticos siguen divididos y se
les acabó el tiempo. Son incapaces, o ya se resignaron a convivir con la
aplanadora comunista, sabedores de los centenares de municipios dominados por
las guerrillas y el narcotráfico; los millares y millares de “contratistas”,
los billones de pesos del erario direccionados para maniobras electorales; la
compra masiva de votos; los “jurados” conjurados y, ¿por qué no? los
algoritmos...
No olvidemos que la izquierda lleva tres
años preparando, desde el Gobierno, el fraude que sea necesario para continuar
en el poder, mientras la fragmentada derecha no tiene candidato, ni programa,
ni equipo, ni ha preparados los mecanismos para impedir el fraude y registrar
los verdaderos resultados electorales.
Ahora bien, en vez de estar “todos
contra Petro”, están todos contra Abelardo: ¡Si la Presidencia no ha de ser
para mí, que no sea para nadie!
Los políticos “democráticos” son de los
pocos colombianos que nunca han gritado ¡fuera Petro, fuera Petro!, lo que ha
permitido a este Gobierno inmundo, sin verdadera oposición, hacer tanto daño.
Sin embargo, son tales la indignidad,
inmoralidad y corrupción del Gobierno, que el país, si hay elecciones libres,
lo derrotará ampliamente.
Por eso es fundamental –aunque se ha
perdido demasiado tiempo– impedir que Petro arme elecciones maduristas para que
Colombia se hunda en el largo y duradero infierno de la revolución, dirigida
por un individuo aun más aterrador que el rufián que venimos padeciendo.
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