miércoles, 12 de noviembre de 2025

De la feria de las vanidades al debate de lo esencial

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

“Vanidad de vanidades, dijo el predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?”, Eclesiastés, 1:2-18

Es una verdadera lástima que, en el momento más oscuro de nuestra historia republicana, cuando se requiere del concurso de las mentes más brillantes de nuestra sociedad para sacar el país del abismo de descomposición moral y material que nos deja como legado el paso de la izquierda radical por el gobierno, la carrera por la Presidencia de la República se haya convertido en una feria de vanidades, en un banal debate sobre lo superficial que asegurará la prolongación de este funesto régimen por varias décadas.

Por más que buscamos en las intervenciones de los candidatos serios planteamientos sobre la realidad nacional, estrategias eficaces para derrotar a los enemigos de la democracia, o programas de gobierno que convoquen a los potenciales electores a una unión de las bases en medio de la confusión reinante, solo nos topamos con agresiones verbales contra quienes deberían ser sus aliados, y superficiales propuestas para justificar campañas cuyo único objetivo es llegar a la Presidencia para satisfacer personales ambiciones, no para dar una inaplazable solución a los múltiples daños sufridos por nuestra nación.

Vale la pena recordar a algunos este pensamiento: “hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros, es contrario a la naturaleza.” (Meditaciones, Marco Aurelio, Libro II, pag. 59)

Reparemos en que esta irracional actitud sólo tiene un beneficiario: Petro, quien terminará imponiendo un candidato de su coalición para prolongar nuestra agonía.

La reciente decisión del Consejo de Estado de desautorizar la inscripción de Daniel Quintero, uno de los favoritos del guerrillero-presidente, en lugar de perjudicarlo, fortalece la candidatura de Iván Cepeda ya que no tendrá contendores de peso dentro de la izquierda para llegar al solio de Bolívar.

Solamente un cambio sustancial de estrategia puede salvar a Colombia de la derrota, pero hay, por fortuna esperanzas que debemos alimentar en lugar de persistir en el inútil debate de las vanidades.

Primero. No busquemos la unidad de unos cuantos dirigentes carentes de poder para ejercer disciplina en sus respectivas bancadas, como lo hemos observado al constatar el bloqueo que algunos de sus parlamentarios han aplicado al trámite del juicio por indignidad que se adelanta contra el camarada presidente. La unidad real y verdadera se consigue uniendo en una sola fuerza política a las enormes mayorías que a lo largo y ancho del país se aglutinan para gritar “fuera, Petro”. Una carta de intención suscrita por 4 o 5 representantes de los desacreditados partidos políticos no garantiza la unión. Solo quedaría blindada la unidad mediante la incorporación de todas las fuerzas democráticas a una sola organización en la que estén representados los partidos, pero también los grupos cívicos independientes y candidatos “outsiders” que compartan su rechazo al funesto régimen narcoterrorista. Es decir, un “Frente Patriótico.”

Segundo. En lugar de los llamados al odio de clases que acostumbra la extrema izquierda o de las “frases de cajón” que emplean la mayoría de los aspirantes para captar la atención de las masas, hay que tener un programa de gobierno que se ajuste a las necesidades más apremiantes de la comunidad, a la tarea de reconstrucción nacional que es necesario emprender después del desastre que nos deja el régimen actual y a la actualización del país en lo político, lo económico y lo social, para alcanzar el bienestar de todos los gobernados y el futuro de las generaciones por venir.

Tercero. Debemos tener la suficiente madurez para distinguir entre lo que más le conviene al país en esta situación “de supervivencia”; debemos dejar a un lado nuestras preferencias o sentimientos, para apoyar con decisión y entusiasmo una solución que responda a los ideales que aspiramos para nuestra Patria y que cuente con reales recursos humanos, técnicos, financieros y logísticos para dar con éxito esta batalla cultural entre el bien y el mal.

Me refiero al fenómeno político que ha constituido el lanzamiento del abogado Abelardo de la Espriella como candidato independiente. Sus programas son compartidos con fervor por las gentes de todos los estratos y regiones que desean seguridad, guerra contra la corrupción y el crimen, defensa de la familia, apoyo a la empresa privada, generación de empleo, solución al tema de la salud, reducción del tamaño del Estado, etcétera.

En pocas semanas su candidatura ha logrado el primer lugar de favorabilidad en las encuestas y la tendencia sigue en aumento a medida que desarrolla su intensa campaña por todo el territorio nacional. Cuenta con suficientes recursos, especialmente en lo tecnológico y las comunicaciones, para dar la pelea a los contrincantes de la izquierda, y ha guardado prudencia y respeto frente a las críticas injustificadas de quienes deberían compartir su lucha conta la dictadura narcoterrorista.

No malgastemos nuestro tiempo y esfuerzo en apoyar la vanidad o la mediocridad; empleémonos a fondo en la “reconstrucción nacional” con el candidato que mejor interpreta esta aspiración de los colombianos.