María Cristina Isaza
Una
propuesta para recuperar la brújula del país y crear el “Colombian Dream”
Colombia
atraviesa un punto de quiebre. La inseguridad aumenta, la corrupción se
normaliza y la desesperanza se extiende (8 de cada 10 jóvenes sueñan con
emigrar, en vez de soñar con el “Colombian Dream”). Pero más allá de las cifras
de homicidios, pobreza o desempleo, el verdadero problema es más profundo:
hemos perdido la brújula moral y ética que orienta a las sociedades prósperas.
Sin
esa brújula, nos quedamos atrapados en un círculo vicioso: corrupción tolerada,
violencia justificada, victimismo como excusa y facilismo como aspiración. Y mientras tanto, seguimos esperando
que aparezca un líder mesiánico que resuelva lo que solo puede cambiarse si los
colombianos decidimos asumir nuestra responsabilidad.
La
salida no está en un nuevo caudillo ni en más programas asistencialistas. Está
en una revolución educativa y cultural que forme ciudadanos responsables, con
propósito y preparados para el mundo que vivimos. Una transformación que
combine tres ejes:1. Educación basada en ética y valores (como los promovidos por
la filosofía estoica). 2. Educación en el ser y su propósito y 3. Competencias
para la cuarta revolución industrial.
De esto se trata Raíces y alas.
Cultura
ciudadana y cultura del cuidado
No
hay prosperidad posible sin cultura ciudadana. Países donde la gente respeta la
fila, cuida el espacio público, cumple las normas y rechaza la trampa son
países que progresan más allá de sus recursos. La verdadera riqueza no está
solo en el subsuelo, sino en la manera en que nos comportamos los unos con los
otros.
En
Colombia necesitamos rescatar esa cultura ciudadana: entender que el bien común
empieza en las pequeñas decisiones diarias, que el respeto a la norma es la
base de la confianza social y que la convivencia exige responsabilidad
individual y corresponsabilidad.
Junto
a ella, urge promover una cultura del cuidado. Cuidar de uno mismo (salud
física y mental), de los demás (familia, comunidad) y de lo común (espacio
público, instituciones, recursos naturales). No se trata de ambientalismo
extremo ni de moralismos, sino de responsabilidad práctica: aprovechar nuestras
riquezas naturales con buenas prácticas (explotación responsable, desarrollo
regenerativo para cumplir los sueños de Colombia), proteger el orden urbano,
respetar la autoridad legítima y valorar el tejido social como patrimonio.
El
aporte del estoicismo: disciplina y carácter
El
estoicismo enseña que no podemos controlar todo lo que ocurre, pero sí cómo
respondemos. Para un país acostumbrado a culpar al Estado o al pasado, este
mensaje es crucial: ¡la transformación empieza en el contenido del carácter
individual y depende de nosotros hoy!
Necesitamos
volver a enseñar valores estoicos como:
*
Responsabilidad personal y corresponsabilidad: cada acción tiene consecuencias,
pensar en el impacto en el entorno.
*
Disciplina: no hay libertad sin orden y esfuerzo sostenido.
*
Autocontrol: dominar impulsos y ser honestos en la toma de decisiones.
*
Justicia y deber: respetar la ley, cumplir la palabra, entender que el bien
común está por encima de la conveniencia personal.
*
Resiliencia positiva: no resignarse al dolor, sino aprender de él y usarlo para
crecer.
Cultivar
la virtud desde la primera infancia, ya que los niños sientan las bases de su
carácter y valores desde sus primeros años de vida. Es importante formar ciudadanos
fuertes, menos manipulables y más conscientes de su rol en la sociedad. La
enseñanza de la ética, los valores morales y el buen comportamiento social,
deben volver a ser eje transversal en la educación.
Educación
en el ser
La
falta de sentido vital y propósito colectivo es una de las grandes enfermedades
de hoy: padres excesivamente alcahuetas, permisivos e indulgentes que no
enseñan de límites, constancia, responsabilidad, deberes, etcétera, derivan en
jóvenes sin propósito que terminan atrapados en drogas, ideologías divisivas (woke),
problemas de salud mental o la apatía. Una educación transformadora no solo
transmite información: ayuda a los niños a descubrir que su vida tiene un
sentido y un valor único. También a descubrir sus dones, lo que les da un
propósito personal y de servicio positivo en la sociedad.
Hablamos
de forma práctica: gratitud, autoconocimiento, servicio, reconocimiento de la
complementariedad entre lo masculino y lo femenino. Un joven con un fuerte
sentido de identidad y con raíces firmes cimentado en valores positivos no
necesita la aprobación de las bandas delicuenciales del barrio, ni cae en la
trampa del populismo. Su brújula interior lo hace más fuerte que cualquier
ideología de moda. Jóvenes creativos con autoconocimiento y conectados con su
centro (con equilibrio emocional), tienen más carácter, confianza y autoestima.
Además, son más flexibles y resilientes, cualidades necesarias en un mundo que
cada vez cambiará a mayor velocidad, lo cual exige constante “reinvención”.
Preparar
para la cuarta revolución industrial
Mientras
el mundo se transforma a toda velocidad, la educación colombiana sigue anclada
en paradigmas del pasado. Nuestros jóvenes deben prepararse para un entorno de
inteligencia artificial, automatización y competencia global. Eso exige
enseñar:
*
Pensamiento crítico, comprensión lectora y análisis racional, para distinguir
hechos de propaganda.
*
Competencias digitales y éticas, para usar la tecnología como herramienta y no
como dependencia.
*
Creatividad y emprendimiento, para generar riqueza en lugar de esperar
subsidios.
*
Habilidades blandas: comunicación, liderazgo, trabajo en equipo (colaborar),
adaptabilidad (importantísima para un mundo que cada vez cambia más rápido).
*
Meritocracia y cooperación, donde el éxito se mida por esfuerzo y talento.
*
Bilingüismo
La
revolución educativa debe unir valores y competencias: carácter firme con
habilidades modernas.
Lecciones
de otros países
No
estamos condenados al atraso. Países que enfrentaron crisis más graves lograron
transformarse.
*
Corea del Sur: más pobre que Colombia en los años 50, apostó por la educación
rigurosa y la cultura del esfuerzo. Hoy es potencia tecnológica.
*
Singapur: sin recursos naturales, construyó una sociedad próspera con civismo,
bilingüismo y meritocracia.
*
Estonia: tras la independencia soviética, apostó por lo digital y la formación
ciudadana. Hoy es líder mundial en gobierno electrónico y educación.
*
Alemania: del colapso total en 1945 pasó al “milagro alemán” gracias a
disciplina, formación técnica y memoria responsable.
En
todos los casos, la clave fue la misma: formar ciudadanos responsables,
disciplinados y preparados para el futuro.
Resultados
esperados
Una
revolución educativa y cultural de este tipo tendría resultados concretos en la
vida de los colombianos:
Salud
mental y bienestar: menos
depresión, ansiedad y consumo de drogas en adolescentes. Mayor autoestima,
propósito y resiliencia positiva.
Convivencia
y cultura ciudadana: reducción
del bullying y violencia escolar. Jóvenes más cooperativos y conscientes
de su papel ciudadano.
Educación
y rendimiento académico:
mejores resultados en Pruebas Saber y PISA. Menor deserción escolar. Más acceso
a educación técnica y superior.
Seguridad y prevención: menos reclutamiento, disminución del
microtráfico y mayor rechazo a la ilegalidad. Nuevos referentes positivos para
jóvenes.
Superación
pobreza: más
emprendimientos juveniles, habilidades para la cuarta revolución industrial, inserción
laboral más rápida y efectiva.
Cohesión
y amor por Colombia: más
jóvenes dispuestos a construir su futuro aquí.
Una
política de Estado, no de Gobierno
Esta
transformación no puede depender del partido de turno. Debe convertirse en
política de Estado: sostenida, blindada y de largo plazo. Corea, Singapur y
Estonia lo lograron porque hubo consensos básicos sobre educación, cultura
ciudadana y preparación tecnológica.
Colombia
necesita un pacto mínimo: educar en valores, propósito y competencias modernas.
Ese debe ser el legado de cualquier presidente que asuma en 2026, más allá de
colores políticos.
El
llamado
Tenemos
talento, recursos y ubicación estratégica. Nos falta carácter colectivo. Este
se forma con valores, fortalecimiento del ser (propósito, ¿para qué?) y
educación pertinente.
Raíces
y alas no es un
programa más: hablamos de la condición para que Colombia sea cívica, segura,
innovadora, justa y próspera. La verdadera libertad solo es posible con orden,
responsabilidad y ciudadanos con propósito.
La
gran revolución educativa, nos devolverá la brújula moral, sembrará ciudadanos que
no toleren la corrupción ni los populismos. Debe ser un pacto nacional adoptado
en 2026, pues Colombia no aguanta más improvisación y división. Necesitamos un
norte común claro.
Recuperemos
nuestra brújula moral, eduquemos con pertinencia y hagamos de la cultura
ciudadana y del cuidado un motor transformador.