martes, 16 de septiembre de 2025

Manejar con seriedad la plata de los contribuyentes

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Está en manos del Congreso decidir si los dineros que el Estado recauda van a destinarse a pagar sus obligaciones primordiales y a contribuir al bienestar de los ciudadanos, o se utilizarán como un instrumento más para asegurar la reelección del régimen de la izquierda radical que nos está conduciendo a un abismo sin fondo.

No puede, por ningún motivo, ser aprobado el proyecto presentado por el Gobierno pues está desfinanciado y aumentará el déficit fiscal, que ya ha llegado a un nivel crítico. Pretende enjugar el déficit que, según el Comité Autónomo de la Regla Fiscal, asciende a 45,4 billones de pesos, con el producto de una nueva reforma tributaria que generará, a lo sumo, 26 billones de pesos.

¿De dónde saldrá el resto? Pues de otro aumento de la deuda pública. La deuda pública, que ya está en la cota más elevada de nuestra historia, limita la capacidad de respuesta del Gobierno ante nuevas presiones económicas y la necesidad de generar un crecimiento económico más fuerte. La deuda interna experimentó un aumento del 56 % entre agosto de 2022 y junio de 2025, mientras que la deuda externa creció casi un 10 % en los tres años anteriores a junio de 2025, evidenciando una fuerte presión presupuestal para la Nación. No es serio, por consiguiente, continuar la tendencia alcista de la deuda.

Tampoco resulta serio seguir gastando cada vez más en el funcionamiento de la administración y menos en ítems prioritarios como son: la fuerza pública, en un país dominado por la violencia y el crimen; la infraestructura, con numerosas obras desfinanciadas; la salud y el sistema energético, colapsados por el incumplimiento de los compromisos económicos por parte del Gobierno; y los programas de beneficio social recortados o congelados por problemas presupuestales y de tesorería.

En cambio, conocemos a diario el frenesí de gastos en inútiles viajes con costosas comitivas, apertura de embajadas innecesarias, pantagruélicos eventos políticos, vehículos oficiales, crecimiento exagerado de la burocracia, publicidad con fines políticos o personalistas, y, en general gastos de lujo que no nos podemos permitir en este lamentable estado de inopia de las finanzas públicas.

Particularmente nos llama la atención cómo se han disparado en esta época preelectoral las órdenes de prestación de servicios. En 6 meses se han vinculado 394 600 contratistas con un costo de $14,1 billones de pesos, para hacer nada. Su justificación es meramente política. Al terminar 2025 está prevista la contratación de 949 000 contratistas en la nómina paralela, gasto inconcebible en la actual emergencia financiera, que profundizará la crisis y el colapso en la atención de las necesidades de la población.

Tampoco es una opción dejar de pronunciarse sobre el proyecto de presupuesto, lo que permitiría al gobierno aprobarlo por decreto, con todos los vicios e irregularidades anotados.

Sólo queda la alternativa de realizar un juicioso análisis del proyecto, recortar todos los gastos innecesarios o con finalidad proselitista, exigir que se eliminen los gastos suntuarios o inútiles, volver a imponer la regla fiscal, y ordenar un recorte o fusión de entidades en la administración. Con estas premisas, dar aprobación a un proyecto que no ahonde nuestro déficit fiscal y que tampoco sea aprovechado para perpetuar este ominoso régimen en el poder. Como diría Cosiaca, “motilarlo” bien antes de aprobarlo.