viernes, 29 de agosto de 2025

No es hora para los tibios

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Los infaustos acontecimientos de los últimos días nos abren la realidad del país en toda su crudeza que, a veces, no todos nos hemos atrevido a reconocer.

La extrema izquierda, apoderada fraudulentamente del poder, ha adelantado con la complacencia de una tolerante dirigencia y con la pasividad e indiferencia de unas mayorías, la toma de todos los resortes del Estado: con su inmenso poder económico ha logrado invadir la órbita de los poderes (legislativo y judicial), ha asumido el control de las entidades administradoras del dinero, ha puesto de rodillas a la fuerza pública, ha blindado el sucio negocio de la cocaína, ha promovido el crecimiento de las guerrillas y carteles de la droga, ha beneficiado con la impunidad a sus amigos criminales y causado protuberantes daños en casi todos los estamentos de nuestra sociedad.

Pero, lo más grave es que se ha desatado una demencial ola de terrorismo, violencia y caos que coloca al país al borde del abismo: el vil asesinato de Miguel Uribe, senador y precandidato presidencial; el camión bomba detonado a las puertas de la base aérea de Cali, causante de una verdadera masacre en la población, el asesinato de una docena de agentes y oficiales de la policía con el lanzamiento de un dron a la aeronave en la que viajaban, y, como vergonzoso colofón, el secuestro de 34 soldados armados en el Guaviare a manos de una chusma no identificada.

Si esta catastrófica situación no nos despierta para actuar con toda la contundencia, no hay esperanza para Colombia ni somos dignos de llamarnos colombianos.

El llamado es a que nos unamos, no con base en mezquinos cálculos electoreros ni por motivos diferentes al de la salvación y reconstrucción de la Patria.

Es hora de los valientes, de los que nos corre sangre por las venas y amor por Colombia, no de quienes solo buscan aprovecharse de las elecciones para su beneficio personal o el de sus amigos.

Ya no hay vuelta atrás. Se acabó la hora de la “dialoguitis”, de la justificación del crimen, de la convivencia con la maldad.

Quiero que me acompañen en esta lucha que, de ahora en adelante, será a muerte. Recuperaremos el poder para imponer el orden, garantizar la seguridad, castigar a los delincuentes, favorecer a los creadores de empleo, proteger a la familia, educar a los jóvenes en los valores fundacionales que nos legaron los mayores, ayudar a la población vulnerable y ejercer la política para conseguir el bien común.

Para ello acompañaremos a quienes hablen este mismo idioma, a quienes se perfilen como los candidatos del orden, de la seguridad, del respeto a la ley y al Estado de derecho. Rechazaremos a todo aquél que pretenda perpetuar la influencia del populismo mentiroso y dañino, de la izquierda radical, materialista y violenta, de la corrupción y el derroche que están dejando exánime el presupuesto público y en bancarrota la economía.

Por todo ello, miramos con complacencia los valerosos planteamientos que ha venido exponiendo el abogado Abelardo de la Espriella, los cuales nos llenan de esperanza en una demoledora derrota del populismo petrista. No en vano ha recibido ya el respaldo de dos colombianos ejemplares, el doctor Enrique Gómez Martínez, presidente del partido Salvación Nacional, y el general en retiro Eduardo Zapateiro, quien ha declinado su aspiración presidencial para trabajar por la del abogado de la Espriella.

Recordemos lo que dijo el Señor de los tibios:” "Conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3: 15-16)