miércoles, 20 de agosto de 2025

El escurridizo camino hacia la verdad

Luis Alfonso García Carmona

Me impactaron las palabras del padre de Miguel Uribe: Esta guerra tiene culpables y responsables. Lo sabemos. No tenemos ninguna duda de dónde viene la violencia. No tenemos duda quién la promueve. No tenemos duda quién la permite. Tenemos que plantar cara a esto y decir no más”.

La identificación del autor intelectual del horroroso crimen no nos devolverá vivo a Miguel, pero sí dejará en su familia y en las mayorías de colombianos la esperanza de que algo comenzará a cambiar. Que su sacrificio por la patria no fue inútil.

Se oponen a este justificado anhelo algunas circunstancias que, como en casi todos los magnicidios, se convierten en obstáculos para llegar a la verdad procesal.

No hay la menor duda que fue un crimen de Estado, es decir, que su móvil no fue personal ni económico, sino que tuvo una causa política: la de ser uno de los más destacados candidatos de la oposición a la presidencia y, como tal, haber enfrentado con valor y contundencia al régimen y, en especial a quien ejerce la presidencia.

No ha aparecido hasta ahora un determinador del delito más insistente que el presidente Petro, pues en múltiples ocasiones ha manifestado públicamente que los congresistas de la oposición deben ser ajusticiados por el pueblo. Igualmente, es el autor de numerosas injurias y calumnias en contra de la víctima y de su familia en intervenciones públicas y en sus mensajes virtuales.

No es menos cierto que la UNP, entidad del Gobierno Nacional encargada de prestar protección a quienes la necesitan por razón de sus funciones, se negó reiteradamente a atender las peticiones de protección presentadas por el abogado de Miguel, Víctor Mosquera. No hace falta ser un experto en seguridad para dar fe del estado de absoluta indefensión en que se encontraba el senador Uribe, al aire libre, en un sitio donde podía ser abaleado desde cualquier ángulo sin que hubiera un solo escolta protegiéndolo.

Iniciada la investigación, no tardó el presidente Petro en aludir al conflicto árabe-judío como posible causa del atentado, dado el origen del abuelo del occiso; pasó luego a señalar a una desconocida organización internacional de la mafia; y, más recientemente, endilga la autoría intelectual al grupo guerrillero del ELN. Al parecer no dispone de prueba alguna para semejantes acusaciones, por lo que es forzoso admitir que sólo pretende desviar la investigación, es decir, obstruir la justicia.

Ronda en la mente de los colombianos el inexplicable viaje del presidente Petro, sin autorización del Congreso a la localidad de Manta, Ecuador, pocos días antes del atentado, viaje del cual nada se ha informado a la opinión pública; se ha ocultado el sitio donde se alojó, los contactos que hizo, el objetivo de su visita a ese epicentro de la organización criminal de Fito.

Aparece mencionado el Ecuador como el origen de la orden de asesinar al senador Uribe. Cuando fue capturado el sicario que efectuó los disparos, confesó: Suéltenme, confieso todo, esa orden vino del Ecuador.”

A la fiscal General, muy allegada al presidente Petro, quien dirige la investigación judicial, parece no interesarle seguir ahondando en la “línea ecuatorial”. En cambio, sí se han detectado irregularidades, tales como la desaparición del celular que llevaba el sicario antes de su captura.

La inteligencia militar aseguró que en la determinación de este vil asesinato estaba vinculado “el Zarco” Aldinever, segundo al mando del grupo guerrillero Nueva Marquetalia, de las FARC. Cuando adelantaba las primeras indagaciones, este fue asesinado por el ELN, según informan los mandos militares.

No somos tampoco optimistas en los resultados que pueda ofrecer la Inteligencia Militar, dirigida por antiguos militantes del M-19 y perjudicada con la “capiti deminutio” a la que han sido sometidas las Fuerzas Miliares y de Policía en el régimen actual.

Solamente mediante la colaboración ofrecida por países como Estados Unidos, Reino Unido,Israel y Emiratos Árabes, podríamos superar este escurridizo camino hacia la verdad procesal.